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Los dilemas del socialismo en el siglo XXl


Lunes 22 de mayo 2017 9:39 hrs.


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Hubo un tiempo que el pensamiento socialista, señaló la desigualdad social como el principal problema para el desarrollo del ser humano, porque daba lugar a abusos (explotación, pero también alienación) que consideraba inaceptables. Dado que situó el origen de dicha desigualdad en la existencia de propiedad privada hereditaria, la única forma de acabar con ella, era socializar los medios de producción para que sus frutos se distribuyeran según la contribución al nuevo  producto.

Capacidades y necesidades serían, entonces, los criterios de reparto de la renta, sustituyendo al viejo reparto en función de los derechos de propiedad sobre la riqueza. Así, alcanzar la igualdad social sería posible, aunque exigiera suprimir la libertad de propiedad privada, mediante una revolución mundial dirigida por la clase que nada tenía que perder, el proletariado.

Sin embargo, la revolución bolchevique de 1917, próxima a cumplir un siglo, dejo dilemas y problemas sin resolver hasta hoy. Por ejemplo,  Stalin, nos vacunó contra una versión extrema de este enfoque, al demostrar que un aparato productivo del que nadie se siente dueño, porque es de todos y donde las decisiones se adoptan sin más incentivos ni controles que ajustarse a un plan elaborado en los despachos centrales del ministerio, es altamente ineficiente, ya que deja muchas necesidades sin cubrir y desaprovecha demasiadas capacidades. Además, tampoco es compatible con el mantenimiento del  resto de libertades individuales.

La dictadura del proletariado, lejos de ser una inevitable aunque breve fase transitoria hacia el “paraíso”, tiende a perpetuarse, convertida en una dictadura a secas. Suprimir la propiedad privada, no garantizó una mayor igualdad, pero sí, acabó con la libertad. El comunismo soviético se desplomó así, sin igualdad, ni libertad. No hubo respuesta teórica ni práctica para dicha asimetría ideológica.

La socialdemocracia: libertad y regulación del interés privado

La socialdemocracia europea intentó otra aproximación al tema. Si queremos que haya libertad real para todos, necesitamos que exista un mínimo de igualdad social, mediante el acceso universal a un conjunto de bienes y servicios básicos, que se distribuyen en función de las necesidades de los individuos y no de su poder de compra. Sanidad, desempleo o pensiones son, por ello, derechos y no mercancías. Además, hay que asegurar un mínimo de igualdad de oportunidades para los niños a través de la educación, de tal manera que el talento y su esfuerzo personal, sean tenidos en cuenta para que su vida no quede totalmente determinada de forma aleatoria por la riqueza de la familia en la que nace.

Por lo tanto, para financiar esta mayor igualdad, necesaria para ensanchar el campo de la libertad individual, no exige socializar los medios privados de producción, pero sí ponerles limites, mediante impuestos y una fuerte regulación y supervisión estatal. Así, se acepta la propiedad privada por los incentivos de eficiencia que genera a la producción pero se la complementa desde lo público, de manera  restrictiva, pudiendo incluso llegar a la expropiación legal.  De manera, que para  crecer, se hace  regulando lo privado, pero se distribuye mediante la negociación con los sindicatos en la empresa y, luego, se redistribuye con ayuda de lo público en una dinámica complementaria que se va reequilibrando a lo largo del tiempo y de las circunstancias.

Ese pacto, entre libertad e igualdad, al que llamamos Estado del Bienestar, se mantuvo en el marco de las fronteras nacionales, pero solo en los países más avanzados del bloque capitalista. Salto  por los aires, cuando la globalización económica, debilitó el necesario control del Estado-nación. Con la libertad de movimiento de capitales, la tributación nacional de los beneficios empresariales se complica y la secuencia clave de todo el edificio, según la cual, los beneficios  de la inversión privada son los impuestos que financian el Estado del Bienestar  con lo cual, el empleo de mañana, se resquebraja. 6.-Cuando el capital se hace nómada, las empresas transnacionales invierten donde quieren, pagan impuestos donde pueden y generan empleos donde les es más rentable. Si, además, el proceso va acompañado de un retroceso del papel estatal mediante una intensa desregulación y liberalización de la economía, como ocurrió en los años previos a la crisis financiera mundial de 2008, el pacto socialdemócrata se rompe de un solo plumazo, como ha venido sucediendo, sin tener alternativa alguna de respuesta a un mundo que circula entre la globalización y la geopolítica, con aumentos crecientes de desigualdad y exclusión social.

Los dilemas del socialismo hacia el 2050

El pensamiento socialista,  tiene que reconstruir hoy su mensaje a partir de realidades muy distintas, manteniendo en lo que pueda, que es mucho, el edificio construido, pero siendo consciente de que ha cambiado la lógica subyacente que le dio soporte. La primera decisión se relaciona con percibir si  ¿reconocemos en la globalización un proceso que tiene problemas y freno, pero no marcha atrás y, por tanto, insistimos en la necesidad de una gobernanza mundial de la misma, o pedimos un regreso a las fronteras del viejo Estado-nación? El proteccionismo antiglobalización está ya ocupado por populismos de signos contrarios. ¿En qué espacio geográfico y social tiene que buscar el pensamiento socialista su nuevo equilibrio entre libertad e igualdad?

Tanto para conservar lo conquistado en el terreno nacional como para ensancharlo al proceso mundial de producción, sin ir en contra de los desfavorecidos de otros países, se  debe actualizar el sentido de los instrumentos utilizados hasta ahora. La nueva dimensión del problema igualdad/libertad en un mundo globalizado exige una profunda revisión de la perspectiva tradicional respecto a lo público y lo privado; el Estado y las empresas; lo nacional y lo internacional; los impuestos y la política social; la producción y el medio ambiente. Y, sobre todo, obliga a vigilar que las decisiones egoístas de la generación presente, no acaben por asfixiar las posibilidades de las generaciones futuras, especialmente en lo que tiene que ver con la deuda pública y privada y con el clima por citar algunos casos.

9.-En un mundo global, en permanente cambio tecnológico, los sectores que aspiran  a la transformación social del capitalismo, debe redefinir los cuadrantes temporales (hoy/mañana) y espaciales (nacional/mundial), si quiere mantener sus señas de identidad ideológica. Muchos se movilizan hoy para paliar los peores efectos de la desigualdad, en especial, la pobreza y la exclusión social. Solo aquellos  sectores más consecuentes, deben mantener en su programa luchar contra las causas sociales  de dichos efectos, entendiendo que no existe un parámetro único de soluciones, pues estas se relacionan, con la especificidad histórica de cada sociedad. No debería existir extrapolaciones automáticas, puesto que sus impactos acarrean costos altos como lo apreciamos  durante el siglo XX.

En el siglo XXI, una revolución tecnológica, centrada en torno a las tecnologías de información, comenzó a reconfigurar la base material de la sociedad a un ritmo acelerado. Toda la economía mundial, se ha hecho interdependiente a escala global, introduciendo una nueva forma de relación entre economía, Estado y sociedad en un sistema de geometría variable.

Al derrumbarse el  sistema soviético, a finales de la década de los años noventa del siglo pasado, con la subsiguiente  desaparición del movimiento comunista internacional, se ha minado por ahora, el reto histórico al capitalismo, rescatando y reconfigurando el pensamiento socialista, de la atracción fatal de su historia, para hacer frente  al proceso de reestructuración general y profunda del capitalismo caracterizado por una mayor flexibilización y reacondicionamiento en su competencia económica global de  gestión.

El dilema real del pensamiento socialista hacia el 2050, está en comprender la transformación del “espacio político” en “espacio mediático”, puesto que el “espacio social” en sus actuales dimensiones es el producto de las tecnología de comunicación. Ello ha fagocitado, los espacios tradicionales de la acción pública, el lugar específico de la democracia directa y representativa, mediatizando la política, en lo tocante a sus códigos de funcionamiento, basados en la cotidianeidad, convirtiendo al ciudadano, en un  espectador por la lógica comercial del sistema mediático, absorbiendo y ocupando la dimensión pública, que antes era patrimonio de lo político.

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* Abogado. Universidad de Chile. Actual Profesor Investigador de la Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.  Mayo 2017.