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Misión de “paz” en Haití: Chile como brazo militar de la colonización estadounidense

A pocas horas de que comiencen los balances en Haití por el repliegue de tropas, Radio y Diario Universidad de Chile hace un recorrido por los 13 años de la Minustah en la isla del Caribe. Tiempo en el que, según plantea el ex Embajador Marcel Yung, se actuó para instalar los deseos de Estados Unidos.

Francisco Velásquez

  Martes 13 de junio 2017 21:37 hrs. 
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A 13 años de que las tropas chilenas llegaran a territorio haitiano, el buque Sargento Aldea de la Armada navega desde Chile para ir a retirar al último contingente desplegado en las Misiones de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, Minustah. En total, desde 2004 a la fecha, nuestro país ha gastado más de 170 millones de dólares y han participado cerca de 13 mil efectivos militares, policías y carabineros.

La operación militar que Chile emprendió junto a Canadá, Francia y Estados Unidos se generó con el objetivo de restablecer el orden y confianza; reconstruir servicios públicos e instituciones; formar a la policía; materializar el estado de derecho y la participación de la sociedad civil de Haití.

Además, la idea tenía metas políticas, como desarrollar una cultura que haga compatible la idiosincrasia haitiana con las particularidades de la región del mundo -el Caribe y América Latina- a la cual pertenece geográficamente; crear una nación y desarrollar el concepto de cohesión social y participación ciudadana, tal como explica un informe del Departamento de Operaciones de Paz del Estado Mayor de la Defensa Nacional de nuestro país.

Una historia de colonización

Es muy probable que muchos sepan que el primer país de América en alcanzar la independencia fue Estados Unidos en 1776, pero seguramente pocos conozcan que el segundo fue Haití en 1804.

El país afroamericano, luego de liberarse de la esclavitud en la que lo mantenía Francia, fue condenado al abandono económico. Una vez alcanzada la independencia política, los poderes europeos del momento reaccionaron desfavorablemente: cortaron el acceso a los mercados y al financiamiento.

Además de esto, Francia obligó a Haití a pagar una indemnización de 150 millones de francos de oro por su independencia, pago que este país tuvo que efectuar por cerca de un siglo. Endeudados y ante la indiferencia europea, los haitianos comenzaron a copiar el modelo político de emperadores del viejo mundo.

“La relación de la comunidad internacional con Haití ha sido muy contradictoria, porque algunos países reconocen su independencia, pero no la aceptan”, explica Marcel Yung, Embajador de Chile en Haití entre 2004 y 2011, a Radio y Diario Universidad de Chile.

Para el diplomático es un problema histórico que se arrastra desde la independencia de Francia. “La sublevación de los esclavos en la época ponía en cuestión el modelo capitalista de ese momento. Además cuestionaba la esclavitud, práctica fundamental para la producción de azúcar y algodón, tanto en América Latina como en Estados Unidos. Es esa rebelión la que pagan hasta hoy”.

El pueblo haitiano pasó por décadas de terribles dificultades económicas. A pesar de la deuda que seguía pagando a Francia, el país invirtió en el aumento de la producción agrícola, pero ese proceso le costó un gran endeudamiento externo, especialmente con capitales norteamericanos. Esa dependencia creció hasta el momento en que EEUU, bajo la justificación del no cumplimiento de los contratos, invadió Haití en 1915.

La ocupación militar duró hasta 1934, dejando a más de 10 mil haitianos muertos, y pese a que ese año Estados Unidos salió del país, la policía siguió siendo fiel a la potencia.

De ahí en adelante se sucedieron golpes de estados, hasta que François Duvalier (Papa Doc) y su hijo Jean-Claude Duvalier (Baby doc) tuvieron sumida a la nación en una dictadura que se extendió entre 1957 y 1985, año en que las crecientes manifestaciones ciudadanas terminaron con la huida de Baby doc a Francia, en un avión de la Fuerza Aérea Norteamericana.

Tras la sucesión de golpes de estados, en 1990 se logró aprobar una nueva constitución que posibilitaba la elección directa de presidente. Ese año, Jean Bertrand Aristide, defensor haitiano de la Teología de la Liberación, fue elegido con un enorme apoyo popular: en febrero de 1991 asumió el poder respaldado por el 67 por ciento de apoyo.

El mandatario proponía acabar con la corrupción instalada, luchar contra el narcotráfico y la pobreza, sin embargo, siete meses después sufrió un golpe militar liderado por el General Raoul Cedras y patrocinado por la CIA.

Mientras Aristide estaba exiliado en los EEUU, el gobierno le propuso apoyar su regreso al poder con la condición que éste apoyara la presencia de tropas norteamericanas para “estabilizar el país”.

Bajo dicho acuerdo, el presidente regresó a Haití a terminar su mandato en medio de manifestaciones de bienvenida. En 1996, ese mismo pacto permitió que René Préval alcanzara la presidencia de la isla. El candidato apoyado por Aristide y la Casa Blanca, llegó con un plan privatizador, lo que generó el descontento de la población. En ese contexto, Aristide rompe relaciones con Preval y prepara una nueva candidatura para el 2000.

Fuerza Multinacional: imponiendo la paz

En diciembre del 2000, Jean Bertrand Aristide es reelecto presidente con un 50% de participación. El país estaba sumido en una profunda crisis social a la que se sumó la suspensión del aporte de 500 millones de dólares que el Banco Mundial inyectaba al gobierno de Préval.

Tras la presión de Estados Unidos exigiendo estabilización, la oposición derechista pidió la salida de Aristide. Grupos de seguidores del presidente resistieron, pero sus oponentes manejaban más recursos. La misión de defender el gobierno se dificultó, ya que Haití no tenía ejército desde 1994, año en que fue disuelto.

El 29 de febrero de 2004, la infantería de marina norteamericana secuestró al presidente electo de Haití y declaró que había renunciado. “Cuando se produce el secuestro en el país, no había más de 500 policías en total, fue un abuso. Los militares estadounidenses le dijeron a Aristide que lo acusarían de narcotráfico; luego lo obligaron a firmar su renuncia y se lo llevaron en un avión a Jamaica para luego trasladarlo a África, sin posibilidad de hablar con nadie”, aseguró el Ex embajador Marcel Yung, quien presenció esta escena.

Mientras tanto en Chile, el Mercurio de Antofagasta publicaba el martes dos de marzo: “Lagos manda tropas hacia Haití”. El entonces mandatario indicó que la decisión fue tomada luego de la renuncia del Presidente Jean Bertrand Aristide y en el marco de las decisiones adoptadas ese domingo por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, del que Chile es miembro no permanente y que resolvió el envío de una fuerza multinacional de paz a ese país”.

La misión en la que Chile se estaba involucrando era una operación denominada Fuerza Multinacional Previsional, liderada por Estados Unidos, Francia y Canadá. Dicha intervención estaba enmarcada en el capítulo VII de las Naciones Unidas, lo que significa la imposición de la paz.

En esta primera parte de la operación, que duró cuatro meses y medio, “los militares podían hacer lo que quisieran, porque tenían impunidad. El mando estaba determinado por Estados Unidos, todas las decisiones pasaban por el comando sur ubicado en Miami”, denuncia Yung.

Para el ex embajador, la Fuerza Multinacional es un “andamiaje para crear un escenario que justifique la intervención de Naciones Unidas, puesto que justificaban el actuar del ejército diciendo que iba a salvar a Arístide, cuando el ejército al que querían neutralizar era de 60 personas y casi todos narcotraficantes que hoy están presos. Esto es todo un montaje, porque además nunca se emprendió un proceso para sacar a Aristide del país”.

Según el relato, el trabajo de la Fuerza Multinacional sirvió para poner el poder a “Boniface Alexandre, miembro del tribunal supremo como aparente jefe de gobierno, para luego traer a René Préval, un haitiano que vivió muchos años en Estados Unidos, pero en absoluta subordinación a Estados Unidos, al igual que la policía”.

La versión del diplomático se contrapone a lo que plantea el Teniente Coronel en Retiro del Ejército, Augusto Scarella, quien en representación del Estado Mayor Conjunto dijo a Radio y Diario Universidad de Chile que “el presidente Aristide abandonó Haití y no se constituyó un gobierno de facto, sino que se asumió el control de seguridad del país hasta que se estabilizara la situación, ya que muchos de los políticos, y parte del gobierno nacional, no estaba en sus puestos de trabajo producto de una gran complicación”, la que describe como “una guerra civil”.

El representante del Estado Mayor Conjunto rechazó el testimonio de Yung: “respecto a la condición puntual de cómo el presidente Aristide entregó el poder, no lo sé, porque se va fuera de mi ámbito de competencia y creo que no hay ningún chileno que haya tenido participación, porque eso es a nivel político y de Cancillería, y es algo que nosotros desconocemos”.

Desde 2004 hasta hoy, los presidentes elegidos en Haití son supervisados por Estados Unidos, y las tropas de paz, han ejercido el control social para posibilitar que esto funcione como se ha previsto, porque según explica el ex embajador Yung, la democracia en Haití es una parodia.

Minustah: Manteniendo la paz

En junio de 2004, la ONU cambia el mandato a capítulo VI sobre mantención de la paz y establece la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, (Minustah), en la que Chile queda haciendo la transición de casco verde a casco azul, militares de Naciones Unidad habilitados para mantener la paz social. La misión queda a cargo de un oficial brasileño y siguen llegando países de Latinoamérica a la convocatoria.

Sin querer revelar su identidad, una de las militares desplegadas en Haití como parte de la misión recuerda: “Estas personas (los haitianos) son gente que ha vivido una violencia constante. Te aseguro que si tú hablas con ellos, a todos les han matado alguien de la familia o han muerto en enfrentamiento, por eso van a decir ‘los cascos azules son terribles, son malos’. Claro, esto es porque en enfrentamiento con cascos azules murió mucha gente”.

Otro testimonio es de un Casco Azul, quien también es militar, y al igual que su compañera, prefiere entregar su testimonio resguardando su identidad. Él ha participado en más de una misión, estuvo desplegado en Bosnia, y con la intención de conocer una experiencia latinoamericana, fue a Haití en dos ocasiones, por seis meses cada vez.

El hombre vestido de traje de camuflaje afirma a Radio y Diario Universidad de Chile que “la misión principal de las Naciones Unidas es primero imponer la paz por la fuerza, aunque parezca paradójico; después la estabilización y luego el mantenimiento del orden. Así que no está dentro de la misión de la ONU aportar al país o sacarlos adelante. No va por ahí la misión”.

Las acusaciones van en línea con el testimonio de Marcel Yung. Para el diplomático, la participación de Chile fue simbólica: “Nos dieron un barrio, pero era solo para justificar que no eran solo países imperiales, sino que también estaba América Latina. Necesitaban esto para mostrar y justificar. Eso fue muy complejo para mí, porque habían situaciones que yo no era capaz de revertir. Tratamos de influir para darle un carácter humanitario, pero las tropas tenían sus mandos”.

En su descripción relata cómo todas las acciones más importantes estaban en mano de Estados Unidos: “Todo lo que fuera operaciones estaba controlado por tropas norteamericanas, controlaban las designaciones en policías, el control de aeropuerto. Había un mando estadounidense que estaba por sobre todos. Ese mando respondía al Comando Sur que está en Miami. Ellos toman decisiones que ni siquiera el presidente sabe que toman”.

Algo que es matizado por Augusto Scarella. Para el oficial del Estado Mayor Conjunto “la Fuerza Multinacional las Naciones Unidas le otorga el mando a un general infante de marina norteamericano, por ende, toda la fuerza obedecía a ese oficial. Luego, con la Minustah, obedecíamos a un oficial general brasileño, por lo tanto, no existía una relación de mando con la embajada nacional, solo de coordinación. El mando lo llevaba el jefe de la fuerza, que ni siquiera era chileno, ya que primero fue norteamericano y luego brasileño”.

La falta de injerencia sobre las tropas y la nula capacidad de decisiones políticas hicieron que “como bloque latinoamericano, intentáramos ser interlocutores, porque no nos permitían participar de la discusión, así que comenzamos a entrar, influir, fuimos a ver presos políticos. Íbamos a la cárcel a ver a presidentes y políticos que estaban en recintos comunes y sin un proceso en su contra, nosotros buscábamos que se respetara su vida”, defiende Yung, mientras recuerda lo vivido entre 2004 y 2011 tiempo en que fue representante de Chile en Haití.

El ex embajador cuenta que los militares desplegados debían custodiar “manifestaciones que eran algo que no asustaba a nadie y para mantener las estadísticas y prolongar las misiones, se aumentaban las resoluciones de Naciones Unidas sobre la situación de inseguridad”.

Justificación que se extiende hasta hoy. Desde el Estado Mayor Conjunto aseguran que existían situaciones de violencia, la que “siempre fue contrarrestada por la presencia masiva de fuerzas especiales”, tropas chilenas encargadas del orden.

Scarella asegura que era un rol fundamental, porque como militares saben “cómo contener a muchedumbre”. Así recuerda que la gente protestaba por la falta de alimento, seguridad, por la falta de control, pero que lograban alcanzar un acuerdo: “Nunca tuvimos enfrentamientos grandes, ni pasamos peligros mayores. Hubo enfrentamientos mientras estábamos bajo la imposición de la paz, en los que obviamente hubo disparos y enfrentamientos, pero la fuerza estaba adiestrada para recibir ese tipo de asalto. Siempre fueron aislados”.

Las tropas locales, además, estaban encargadas de otros trabajos menores, por ejemplo, los ingenieros del contingente “eran llevados para mantener la infraestructura de Naciones Unidas, instalar un caminito para que llegaran las camionetas, hacer los cierres, y si sobraba tiempo, alguna ayuda humanitaria. Nunca hacían nada en favor de la comunidad”, según comenta el ex embajador.

Según la reflexión política de Yung, las tropas que Chile proporcionó a esta misión respondieron a la deuda que adquirió el país tras negarse a respaldar la decisión de Estados Unidos de invadir Irak en 2003. Esto para que el tratado de libre comercio que estaba en trámite en aquel entonces, no pasara a ser parte de un montón de papeles.

Tras trece años de intervención, el análisis que hacen tanto el embajador como los militares contactados por Radio y Diario Universidad de Chile es que los presidentes de Haití, desde que la Minustah tiene el control, han sido todos designados por Estados Unidos, celebrando elecciones, pero distanciándose radicalmente de una democracia.

Según estas apreciaciones, la gran cantidad de recursos que invierte nuestro país en estas misiones serían solo una preparación militar, ya que no han generado aportes a la forma de habitar el territorio haitiano. Ejemplo de ello, es que los escombros del terremoto de 2010 siguen ahí y muchas personas continúan durmiendo en carpas.

Faltas a la conducta

El Estado Mayor Conjunto, institucionalidad que agrupa a todas las fuerzas armadas y de orden a través de un dictamen emanado vía Ley de Transparencia, informó a Diario y Radio Universidad de Chile que en la actualidad no existe ningún proceso por sumario a militares desplegados en Haití que hayan incurrido en faltas al Código de Conducta entre 2004 y 2017.

Dicho dictamen contrasta con las declaraciones del casco azul, un oficial que entregó su testimonio con la condición de mantener su identidad en reserva, quien asegura que las reglas de Naciones Unidas son estrictas respecto de las relaciones con los locales, sin embargo, “hay militares que han tenido hijos en Haití y me imagino que todos se han hecho cargo por ley, ya que como funcionario público no pueden evadir esa responsabilidad, puesto que hay retenciones judiciales que aplican ahí, sean extranjeras o nacionales”.

La Militar, otra oficial que participó de la misión, es mucho más clara y explica que “en todas las misiones de paz hay abusos sexuales. No hay ninguna misión que se salve. En todas las misiones hay cascos azules que abusan de la gente. Hay abusos sexual contra la población y dentro de Naciones Unidas también”.

A esto se suma una tendencia que se ha generado entre mujeres de Haití y militares de la Minustah. La Militar pone un ejemplo: “Una niña de 14 años tiene siete hermanos, va al colegio, pero no entiende nada, porque hablan en francés y ella, creol. Llegan los cascos azules a su pueblo y resulta que su mamá la manda a pedir comida todos los días afuera del cuartel y se da cuenta que hay uno de los soldados que la mira mucho. Ella le hace una guagua y se asegura”.

Y agrega, “esto le ha pasado a muchos cascos azules en un montón de misiones. Establecen una relación con menores de edad, ellos saben que está mal vincularse a una menor de edad e incluso con mayores de edad, en definitiva, los denuncian igual. ¿Tú crees que la gente no sabe? Los soldados van por seis meses y ellos viven con menos de un dólar diario, le hacen una guagua al soldado y le piden una pensión que podría equivaler al 35 por ciento de su sueldo. La misión lleva 13 años, allá todos saben lo que pueden y no pueden hacer”.

“No tenemos información de que alguna persona haya denunciado por paternidad posterior al término de la misión ni durante la misión y que no haya sido subsanada. Puede pasar que haya una relación consentida y que producto de eso nazca un hijo, que tal vez no sea reconocido por el padre, pero de igual forma es mantenido. También puede pasar que la madre opta por no denunciar los hechos, porque nosotros no nos hemos enterado. No hemos recibido denuncias de este tipo respecto a conductas que afecten a los funcionarios”, ratifica el dictamen emanado por Ley de Trasparencia y el Teniente Coronel en Retiro del Ejército, Augusto Scarella, representante del Estado Mayor Conjunto.

Este medio intentó contactarse con Cancillería para obtener su versión sobre las acusaciones, sin embargo, declinaron referirse al tema, puesto que en pocas horas comenzarán las ceremonias de repliegue del contingente chileno desde Haití.

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