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Ejército libertador. ¿Liberarnos de qué?

Columna de opinión por André Jouffé
Lunes 3 de julio 2017 7:35 hrs.


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Con motivo de los talleres para audiovisualistas realizados esta semana  en Punta Arenas por la Comisión de Cine de Magallanes, a cargo de Martín Arechaga (serie documental TVN, Niños Inmigrantes) y el recreador de hechos históricos Jorge Miethke (Vivir la historia y Selva Viva), nos enteramos que los caballos también se alimentan de cebollas.

Ocurre que Miethke participó en el cruce de Los Andes por la misma huella del Ejército Libertador. Diecisiete días con  trescientos efectivos por lado y lado, de Argentina y Chile, con el mismo atuendo y alimentación de la proeza del siglo XIX. “Comíamos charqui y cebolla; en la cantimplora el vino y el agua en las vertientes”, señala el audiovisualista)

Los equinos si ingieren cebolla pueden sufrir un infarto, en circunstancias normales. En alta exigencia, el menos oxígeno de los eritrocitos en la sangre, los favorece.

De manera que con algo y pasto, comían una especie de pebre.

Pero después vino la reflexión. Esos hombres valientes pero imperturbables a la hora de usar la bayoneta, quisieron liberar a Chile.

Los métodos de Simón Bolívar eran un poco más brutales: no dejaba heridos en el camino, constituían un lastre. De manera tal que eliminaba “la mochila humana en mal estado”.

Si ese ejército vino a derrotar a los realistas, logró un triunfo relativo pues siglo y medio más tarde, muchos bienes nacionales volvieron a la corona y sus estados vecinos, al estilo actual: telecomunicaciones, sanitarias, el agua, carreteras.

¿Vinieron a liberar a los mapuches?

Coincido con Villalobos solo en un factor: que los conquistadores invirtieron tanto en pólvora como en vino para lograr sus objetivos. El trueque estaba de moda y en la Patagonia los onas también sucumbieron a las tentadoras espirituosas ofrecidas por los aventureros de entonces.

En consecuencia, el pueblo mapuche nada obtuvo de beneficio ni a corto ni largo plazo ni de O’ Higgins ni San Martín.

La gesta, en resumen fue el sacrificado cruce realizado por las tropas y que repitieron ahora. Si bien en Chile tuvo una buena acogida, en Argentina el público quedó cautivado.

Probablemente con menos remordimiento de conciencia que nosotros.

Sostengo que fue la proeza de un ejército, pero las consecuencias de la misma de dudoso resultado a largo plazo.

A estas alturas, solo podemos liberarnos con nuestras propias uñas, que rasgaron diversas investiduras para conducirnos al maravilloso país en que vivimos: estresante, contaminado, vendido y corrupto en vías de perder la capacidad de asombro e ideales.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.