El río Tarapacá bajaba con fuerza desde el altiplano para llegar a la Pampa del Tamarugal y regar los fructíferos campos de Pampa Iluga, uno de los centros de cultivo más extensos del norte grande en la época del formativo, hace 3 mil años.
El formativo es un nombre que le dan los arqueólogos al período de la prehistoria en que las comunidades cazadoras/recolectoras comenzaban a asentarse y a generar los primeros campos de cultivo.
En el sector entre Iquique y Tarapacá se dio esta condición de vida y las civilizaciones que existieron en esa época dejaron huellas que hoy podrán ser descifradas, estudiadas y divulgadas por el hallazgo hecho por el arqueólogo Mauricio Uribe y un equipo de investigadores y estudiantes de la Universidad de Chile que han hecho prospecciones, grandes caminatas y terrenos sistemáticamente desde 2003, y que hoy tienen como resultado, el hallazgo de uno de los centros rituales más grandes que se haya conocido en el Norte Grande.
Las 46 hectáreas que tiene este gran centro de cultivo no fueron un lugar de vivienda en la época del formativo, sino que era un centro ritual en el que las comunidades del sector costero, cazadores recolectores, sembraban en la época de verano cuando crecía el río para desarrollar el cultivo de zapallo, algarrobo, maíz, quínoa, entre otros.
Según relata Mauricio Uribe, arqueólogo de 46 años que desde los veinte ha caminado por el desierto, primero con sus profesores en equipos de investigación y luego para dedicar su vida a estudiar las civilizaciones que han existido en el norte grande. “Para estas culturas la naturaleza también es una sociedad, también tiene cultura que es equivalente a la de los humanos, por lo mismo, su trato con su territorio es horizontal, el humano no domina la naturaleza, sino que convive en un diálogo con ella. Por eso ellos se comunican con los cerros, el agua, los animales. Porque se entienden de la misma manera, yo te doy, tu me das y tengo que retribuirte. Eso es parte de la cosmovisión andina, una forma de concebir el mundo”.
En el hoy desértico paisaje de Pampa Iluga se dibujan 80 túmulos de tierra que miden cerca de siete metros los más altos y que en su interior, tal como una bóveda, resguardan las ofrendas, entierros humanos, objetos, restos de alimentos, entre otros rastros de las diferentes culturas que pasaron y utilizaron el territorio en tres mil años.
Desde este centro ritual se ve la cordillera de los Andes que anuncia el altiplano y la cordillera de la costa que separa la pampa de océano. La forma y la posición de los túmulos entonces no es azarosa, sino que está en una diálogo con su entorno. “Una de las hipótesis que tiene la arqueología es que estos cerros artificiales son una réplica de los cerros reales y poderosos del sector, probablemente una vinculación con el entorno a la cual se le hacen ofrendas”, explica el arqueólogo.
El Tata Jachura es una de las montañas más altas y poderosas de la cordillera de los Andes, es un malcu, un cerro sagrado, al cual las culturas le ofrendaban cerámica, animales, cuerpos humanos, entre otros objetos que hoy podrán ser conocidos y estudiados.
Entre las montañas que rodean a Pampa Iluga también está el cerro Unitas, lugar donde desde el cielo se puede observar el geoglifo conocido como el gigante del desierto, otro de los símbolos que hacen de este entorno un sistema de comunicación entre las culturas ancestrales y nuestra civilización.
En este centro ritual y especialmente de cultivo existe una conexión entre la vida y la muerte. Mauricio Uribe, cuenta que dentro de lo que han encontrado hay “varios túmulos que tienen momias más que como cementerio como ofrenda. Esto porque hay una relación entre la muerte, los muertos, la vida, el agua, todos esos elementos están simbólicamente articulados. Por eso los túmulos tienen adentro entierros de algunas personas que están enfardadas envueltas en posición fetal como si estuvieran en el vientre de la madre”.
Estos símbolos responden a la categoría ritual de este territorio, que en el contexto del desierto, es un oasis donde se producía el alimento para todos los asentamientos. Era un contexto comunitario colaborativo durante las primeras épocas del formativo, ya que las culturas posteriores tuvieron, incluso, problemas en la administración de estos campos, los que también generaron desigualdades y complejidades sociales propias de la vida aldeana o sedentaria.
Los túmulos son característicos de las culturas del norte grande, pero en este sitio en particular, estos cerros artificiales están unidos por una especie de plaza que daba este carácter comunitario ritual. Otro símbolo característico de Pampa Iluga son las parejas de rocas erguidas, que como monumentos representaban dimensiones duales como la vida y la muerte, el hombre y la mujer. Según dice Mauricio Uribe “no se había visto en otro lugar lo que aquí existe, o por lo menos, con tanta claridad”.
Tardío intermedio: migración de la pampa al altiplano
Por cientos de años la Pampa se fue trasformando en un nuevo lugar para habitar y esto comenzó a dar forma a pequeñas aldeas, asentamientos que desarrollaron la agricultura, siempre en un diálogo con la costa y sus recursos.
Producto de la explotación de los grandes campos de cultivo se generó “toda una complejidad social que está asociada al trabajo agrícola, la vida aldeana y sedentaria, que implicó una serie de cambios organizacionales, las familias tienen que obedecer a un poder superior y algún tipo de jerarquía , lo que generó desigualdades sociales que se fueron incrementando en el tiempo”.
Con esta forma, se da paso al período que los arqueólogos llaman época preincaica – desarrollo regional o intermedio tardío. Tiempo en que las comunidades comienzan a trasladarse más arriba en la cordillera formando nuevos asentamientos en la precordillera.
“Al parecer hay temas climáticos que afectaron la vida en Pampa Iluga y en la del Tamarugal, hubo mayor aridez, menos precipitaciones en el altiplano, lo que implicó que lugares como este fueran afectados. A su vez, como se produjo una concentración tan importante de personas en la pampa, se provocaron problemas sociales con los que el sistema no aguanto más y comenzó la disgregación.
Al desintegrarse, estos sistemas sociales, que vivían en la pampa de forma nuclear y concentrados, se generan nuevos asentamientos, como diásporas a ubicarse en diferentes lugares subiendo por la cordillera con el afán de llegar lo más cerca posible de las fuentes de agua que proporcionaba el altiplano”, explica Mauricio Uribe.
Por toda la precordillera se disgregaron pequeños poblados o pucara, comienzan a desarrollar cultivos en macetas y perfeccionan las técnicas de regadío y canales. Por toda la cuenca del río Tarapacá se puede encontrar hoy cientos de pequeños sitios arqueológicos que hablan de esta disgregación social.
“Los poblados no eran tan denso ni concentrado, pero todos estos pucaras tenían sus sistemas agrícolas, esa misma población es la que de alguna manera va a generar esta otra dinámica en estas aldeas que se vinculan con otras poblaciones, produciéndose una mayor integración con comunidades del altiplano que manejaban la ganadería a gran escala, generándose una mixtura entre estas poblaciones pampinas tarapaqueñas con la altiplánica ganadera.
Esta mezcla luego se va a conocer como el proceso de aymarización de ese territorio. Esto se dio por cerca de 2 mil años hasta que llegaron los incas y como imperio comenzaron a ocupar todo el territorio altiplánico e incluso llegaron a Pampa Iluga, donde permanecieron y generaron sus practicas rituales.
Los incas en Pampa Iluga
“Lo particular con Pampa Iluga es que todo ese proceso lo tenemos documentado completo sin interrupciones, todo ese recorrido de 3 mil años de las poblaciones locales, que permitirá comprender la prehistoria del norte grande y en específico de la pampa del Tamarugal”, explica Mauricio Uribe.
Esto es particular respecto a otros sitios arqueológicos, ya que en Arica o San Pedro, lo que se ha encontrado está fuertemente influenciado por el proceso de Tiahuanaco, una gran civilización – estado proveniente del Titicaca
En Pampa Iluga, luego de los procesos del formativo y del periodo intermedio tardío, los incas ocuparon el territorio y este centro ceremonial prehistórico fue también para ellos un símbolo.
“Los incas aquí hicieron muchas intervenciones, porque hay material inca fino, por lo mismo nosotros decimos que aquí hay material imperial, ya que tiene una decoración muy fina, muy elaborada policromática, con figuras de camélidos, ramas que representan el maíz, figuras geométricas que pueden ser los cerros o cruces que puede representar el sol. Además, tienen los colores imperiales, negro, rojo y crema”.
“Fue un lugar importante para el estado incaico, ya que también está la relación con el paisaje sagrado donde están los cerros Tata Jachura, Unitas y el Cerro Esmeralda que está hacia la costa donde fueron halladas dos niñas que fueron enterradas con ofrendas incaicas y que hoy están en el museo de Iquique.
En este sector también se han hallado diferentes artefactos de molienda o posibles armas y un sin fin de cerámica que tiene rasgos del formativo, ya que las decoraciones eran mucho más simples y generalmente geométricas, así como también figuras humanas hechas en arcilla que se asociaban a los rituales que estas culturas hacían pidiendo fertilidad y abundancia a los elementos de la naturaleza.