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Trump y su huracán de odio

Columna de opinión por Amy Goodman
Sábado 9 de septiembre 2017 9:08 hrs.


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Como si el huracán Harvey no hubiera causado suficiente temor en Texas, el presidente Donald Trump acaba de desencadenar una tormenta de miedo en las comunidades inmigrantes de todo el país.

El martes, el fiscal general Jeff Sessions anunció que Trump va a cancelar el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por su sigla en inglés), que otorga a casi 800.000 jóvenes inmigrantes permiso para vivir y trabajar en Estados Unidos. El presidente Barack Obama implementó este programa en 2012 tras casi una década de protestas por parte de jóvenes indocumentados que instaban al Congreso a aprobar la ley conocida como DREAM Act, que otorgaría un estatus legal permanente a muchos jóvenes inmigrantes que llegaron a Estados Unidos en la infancia. El presidente Obama calificó el ataque de Trump contra el programa DACA de “autodestructivo” y “cruel”.

El alcalde de Boston, Marty Walsh, declaró a la Casa Blanca: “Puedo decirle lo siguiente a la Casa Blanca de forma honesta: no los queremos aquí en Boston. No queremos nada que sea parte de ustedes en Boston. Nos las estamos arreglando perfectamente sin ustedes. Considero lamentable el mensaje que están enviando el presidente y el fiscal general de Estados Unidos a tantos jóvenes virtuosos”. Houston alberga a unos 85.000 beneficiarios del DACA, también conocidos como “soñadores”, o “DREAMers” en inglés. A nivel nacional, el 95% de los DREAMers trabaja o estudia. La orden de Trump implica que los beneficiarios del DACA –a quienes Trump afirma “amar”– podrían ser deportados a partir de marzo. Esto ha provocado una gran conmoción en toda la comunidad latina. Dado que los latinos comprenden casi la mitad de la población de Houston, ¿quién va a poner el trabajo, las habilidades y el dinero para reconstruir la cuarta ciudad más grande de Estados Unidos tras la devastación que dejó el huracán? El beneficiario del DACA Cesar Espinosa se transformó en un héroe tras el huracán Harvey. Es el director ejecutivo de FIEL, una organización sin fines de lucro con sede en Houston que durante la tormenta fue puerta a puerta alentando a los habitantes latinos, que temían tanto a la tormenta como a la policía de inmigración, a salir de sus hogares inundados y buscar ayuda. Espinosa dijo en una entrevista para Democracy Now!: “Acabamos de sufrir uno de los peores desastres naturales en la historia de Estados Unidos, y [Trump] decide llevar a cabo la medida en este momento. ¿Por qué?”.

Espinosa, que llegó a Estados Unidos junto con sus padres hace 25 años, cuando tenía tan solo seis años de edad, dio la respuesta a su pregunta: “Cada vez que el presidente Trump vive un fracaso, vuelve al tema de la inmigración para desviar la atención y obtener más apoyo a su favor. Así que le pedimos que se deje de juegos, específicamente con la comunidad DREAMer, pero también con la comunidad de inmigrantes en general. Porque no somos un juguete. Somos seres humanos, tenemos derechos humanos y merecemos estar aquí junto con nuestras familias”.

El fin de semana pasado viajamos a Houston para ver de cerca el impacto del huracán Harvey. Rápidamente nos quedó claro que estábamos presenciando las consecuencias de dos catástrofes gemelas: el cambio climático y el racismo. En la acera de enfrente de la refinería de Exxon Mobil en Baytown, la segunda refinería de petróleo más grande de Estados Unidos, hablamos con Carlos Caban, pastor del Templo Emanuel: “Esta es una comunidad de personas con ingresos realmente bajos. Esta casa estaba con agua hasta aquí, hasta las luces traseras de su vehículo”. El pastor Caban señaló a los sobrevivientes de la inundación que se encontraban en su iglesia realizando tareas de recepción y distribución de agua y vestimenta, y nos mostró fotos de la filtración de productos químicos de la refinería a los ríos de agua que inundaron las calles y las casas de la población. Le preguntamos también sobre las chimeneas de la planta, que siguieron quemando químicos incluso durante la tormenta, y que es lo más preocupante de esas llamas. El pastor Caban nos respondió: “El benceno que, como sabemos, es un carcinógeno. Y el benceno es un aditivo para la gasolina y el diésel. Y es un subproducto de lo que hacen en la refinería. Es una de las peores cosas que se pueda imaginar”. Gracias a las exenciones concedidas por la Agencia de Protección Ambiental, en las chimeneas de las refinerías se siguen quemando los productos químicos de la planta, que permanece temporalmente cerrada. En todo el estado de Texas, uno de los más desregulados, las comunidades pobres viven bajo la sombra tóxica de la industria petroquímica.

El pastor Caban indicó que muchos habitantes latinos permanecieron en sus casas a pesar de las inundaciones y el moho: “Tienen miedo de salir a buscar ayuda. Algunos piensan que [los agentes de] inmigración los van a capturar”. Estos temores están justificados: estaba previsto que Texas prohibiera oficialmente las “ciudades refugio” a partir del 1 de septiembre, con amenazas de sanciones penales y multas a los jefes de policía y autoridades municipales en caso de que no quisieran cooperar con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. En medio del caos generado por el huracán Harvey, dos días antes de que entrara en vigor la nueva ley, un juez federal la bloqueó provisoriamente.

El pastor Caban declaró a Democracy Now! que su comunidad no había recibido la visita de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias ni de la Cruz Roja. ¿Se sentía olvidado? Su respuesta fue que sí.

Volvimos a Houston para entrevistar al Dr. Robert Bullard, que acababa de volver a su casa tras haber tenido que evacuarla. Bullard, distinguido profesor de Universidad del Sur de Texas, una universidad históricamente negra, es conocido por ser fundador del movimiento por la justicia ambiental. El académico explicó: “Cuando observamos el color de la vulnerabilidad y observamos qué comunidades son las que presentan un mayor riesgo de sufrir desastres e inundaciones como estos, históricamente han sido comunidades de bajos ingresos y comunidades de color. Comunidades que viven en zonas de baja altitud, con mayor probabilidad de inundarse, y es muy difícil obtener seguro; no solo seguro por inundaciones, sino cualquier seguro común, por ser zonas calificadas como de riesgo. Por lo tanto, lo que Harvey ha hecho es exponer esas desigualdades que ya existían antes de la tormenta”.

Al señalar que ni el presidente Trump ni el gobernador de Texas, Greg Abbott, creen en la ciencia del clima, Bullard observó con ironía: “Nos encontramos en un estado de negación llamado Texas”. Frente a la oposición nacional a la rescisión del programa DACA, Trump dijo que podría “reconsiderar el tema” en seis meses. Muchos temen que intente obligar al Congreso a vincular el pago de su muro fronterizo con el futuro de los 800.000 DREAMers.

La única forma de hacer que Trump dé marcha atrás es enfrentarlo a una gran presión popular. Dolores Huerta, activista por los derechos civiles de larga trayectoria, dijo en Democracy Now!: “El muro que tenemos que construir es el muro de la resistencia”.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.