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Estonia: nace el primer Estado emisor de criptomonedas

Los ingresos por la venta de los Estcoins se usarían para financiar la mejora y expansión de los propios servicios digitales estonios, lo que, a su turno, aumentaría el valor implícito y de cambio de dichas criptomonedas, dado que serían capaces de adquirir los servicios que el país oferta en esta área. El dinero recaudado se administraría de la misma forma en que Chile o Noruega gestionan los ingresos procedentes del cobre o petróleo, mediante un fondo soberano de reserva.

Roberto Meza

  Miércoles 27 de septiembre 2017 10:18 hrs. 
cripto

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Estonia, el pequeño país báltico del noreste de Europa y uno de los más exitosos de la ex URSS en su transición desde el modelo de economía socialista a la capitalista, inició hace algunos años un programa llamado E-Residency (ciudadanía digital), abierto a personas de todo el mundo y mediante el cual provee de amplio acceso a su moderna infraestructura on line, incluyendo una tarjeta-certificado equivalente a un carnet de identidad electrónico, que permite a los nuevos ciudadanos digitales de todo el orbe abrir, en minutos, una empresa registrada en Estonia, desde cualquier parte del globo.

Estando a la vanguardia en servicios electrónicos y aprovechando la revolución de la tecnología blockchain, el responsable del programa E-Residency, Kaspar Korjus ha sugerido recientemente que el país podría emitir criptomonedas -que llamó Estcoins- basadas en la misma tecnología que Bitcoin, pero respaldadas por el gobierno y accesibles a cualquiera que cuente con la ciudadanía digital estonia.

Korjus ha propuesto que el país sea el primero en realizar una Initial Coin Offering (ICO), una oferta pública de criptomonedas, operándola de forma similar a las Ofertas Pública de Acciones (OPA) que realizan las compañías que buscan recaudar capitales en Bolsa, colocando parte de la propiedad de aquellas en el mercado.

Los ingresos por la venta de los Estcoins se usarían para financiar la mejora y expansión de los propios servicios digitales estonios, lo que, a su turno, aumentaría el valor implícito y de cambio de dichas criptomonedas, dado que serían capaces de adquirir los servicios que el país oferta en esta área. El dinero recaudado se administraría de la misma forma en que Chile o Noruega gestionan los ingresos procedentes del cobre o petróleo, mediante un fondo soberano de reserva.

Y de la misma forma en que la renta del fondo noruego se destina a pensiones, los del fondo estonio se invertirían en la infraestructura digital para el país, con la ventaja que esta podría ser utilizada también por los ciudadanos digitales estonios de todo el mundo, lo que no es una ampliación de demanda pequeña, pues, si bien hace cinco años nadie imaginaba que un Estado podría tener residentes virtuales, hoy, en Estonia, el número de nuevos ciudadanos digitales supera a los por nacimiento.

Adicionalmente, Korjus estima que estos recursos también podrían servir como fondo de capital de riesgo para apoyar empresas estonias, incluyendo las creadas y manejadas desde el extranjero por sus residentes virtuales.

Hasta ahora ningún Estado se había planteado realizar una ICO y recientemente China las ha prohibido a sus ciudadanos por razones de control financiero interno. Pero Rusia y EE.UU. ya han declarado que las criptomonedas existen y circulan, por lo que su presencia no puede obviarse y lo mejor es garantizarlas. En julio pasado, las autoridades norteamericanas establecieron que las monedas digitales lanzadas en una ICO sí son activos financieros y deben someterse a sus regulaciones. Asimismo, ya varias empresas e instituciones lo han hecho en la forma de crowdfunding (financiamiento vía donaciones) y su uso como medio de pago se extiende por Europa, Asia y las Américas.

La ICO más conocida es la de Ethereum, una la plataforma de contratos inteligentes basados en blockchain lanzada en 2014 para financiarse, la que consiguió muy buenos resultados. Y aunque el valor del Ethercoin ha sufrido los altibajos de cualquier inversión especulativa, hoy día se sitúa en unos US$ 10, cuatro mil veces más que el mínimo alcanzado en agosto de 2014. El Bitcoin, por su parte, habiéndose iniciado con un precio no superior a US$ 100, supera hoy los US$ 4.500.

El Ethercoin, según la propia Ethereum, no es otra cosa que un billete o vale que, en el futuro, dará derecho a la compra de productos y servicios en su plataforma, es decir, un símbolo de intercambio como cualquier moneda, similar al Bitcoin, con el cual ya se pueden adquirir centenares de bienes y servicios, aunque, dado que son diseñadas para ser escasas, si bien, no son propiamente un producto de inversión, ni tiene valor garantizado, si muestran una mayor defensa contra la pérdida de su poder adquisitivo a través de la inflación provocada por exceso de emisión, como suele ocurrir con monedas de circulación legal de los Estados, cuando aquellos requieren de mayor financiamiento.

Para el caso de la Estcoin estonia, la regulación y garantías provendrían de las propias autoridades de la nación báltica, aumentando la confianza de los ahorrantes o inversionistas y minimizando el riesgo de robo virtual y uso en transacciones ilegales, como sucede con el Bitcoin que no tiene un regulador central y permite esconder recursos de la vigilancia tributaria de los Estados.

Un respaldo de confianza gubernamental mediante una regulación no invasiva podría estimular a ahorrantes más conservadores a una mayor utilización de este medio de cambio, tan adecuado al nuevo universo digital que se expande diariamente ante nuestros ojos, incentivando la emergencia de otras criptomonedas “fiat”.

Un hecho como ese marcaría el inicio de una profunda revolución en la estructura financiera internacional y en el financiamiento de los Estados, pues las monedas digitales no son posibles de intervenir políticamente y están programadas para ser escasas, lo que les otorga una primera ventaja frente a las monedas tradicionales.

La indispensable mayor confianza en ellas bien podría provenir del citado respaldo estatal, aunque la incapacidad de control por parte de las autoridades políticas constituye una dura amenaza para el poder de los Estados, si es que aquellas se masificaran, tendiendo a reemplazar a las monedas fiduciarias tradicionales.

Finalmente, para que todo esto ocurra, está la necesidad de que sirvan para algo, es decir, que sean validadas en el intercambio de bienes y servicios, mediante su aceptación por parte de la oferta y demanda, última fase de su proceso de instalación y consolidación, lo que solo parece cosa de tiempo, en la medida que las criptomonedas ya están en la mira de los grandes inversores globales y ahora, tanto grandes potencias mundiales, como pequeños Estados, comienzan a animarse en su gestión comercial, avanzando así en una línea de reemplazo de las monedas analógicas nacionales, las que, como en Suecia -donde el dinero en efectivo representa solamente el 2% de la economía nacional- comienzan a desaparecer.

La última interrogante es saber cuánto efectivamente vale una criptomoneda intercambiada por moneda del país y si en la actualidad asistimos o no a una burbuja de sus valores. Pero eso es tema para otro comentario.

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