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La resurrección de Pinochet en nuestra política

Columna de opinión por Juan Pablo Cárdenas S.
Martes 10 de octubre 2017 7:56 hrs.


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Esta última campaña electoral es una elocuente manifestación de que la disputa entre los candidatos está influida más por las ambiciones personales que por las diferencias ideológicas o programáticas. De hecho, la derecha que apoyó el  golpe de estado de 1973 y por largos años se hizo parte de la Dictadura, se da el lujo de postular dividida, Cuando, para colmo, todos los contendientes  desde un comienzo le han reconocido la primera opción a uno de ellos, a Sebastián Piñera, en esta carrera por llegar a La Moneda. Tampoco tenemos duda de que los que formaron parte de la Concertación  y, luego Nueva Mayoría, cada vez se encuentran más dispuestos  a aceptar la legitimidad y prolongación de la institucionalidad vigente, como su consecuente modelo económico.

La mejor prueba de ello es la nos entrega el propio gobierno que después de contando con una sólida mayoría en el Congreso Nacional, desestimara las promesas más importantes, como las de la educación, la salud, el término de los privilegios militares y del sistema previsional. Áreas en que tan patéticamente se expresa la desigualdad social y cultural, además de nuestra falta de soberanía económica.

Al leer y escuchar la propaganda electoral, se nota el contraste de esta contienda con las que tuvimos en nuestra época propiamente republicana. Hoy, pareciera que los  candidatos más “competitivos” (así se les llama) son los que prometen mayor estabilidad y un bienestar social fundado solo en un crecimiento económico derivado principalmente de las exportaciones del cobre y otras materias primas.  Como se demuestra, por ejemplo, que es falsa aquellas nueva promesa de  propiciar exportaciones con “valor agregado” y sin grave impacto contra la salud de nuestro medio ambiente, cuando tres premios nacionales de ciencias – Miguel Kiwi, Cecilia Hidalgo y  Rafael Benguria- denuncian que en el próximo presupuesto anual de la nación los recursos ya bajos destinados a la investigación científica podrían sufrir una merma del 25 por ciento en comparación a lo destinado el presente año para el Fondecyt. Según el proyecto que se discute en el Parlamento.

O cuando los rectores de las universidades públicas nos dan cuenta de las escuálidas asignaciones del Estado a la formación de sólidos profesionales y técnicos, además de la investigación y extensión. A  lo que cabe agregar, la molestia de muchos establecimientos educacionales a los cuales el Gobierno les incumpliría el pago de asignaciones públicas comprometidas a fin de eliminar el copago que recibían  padres y apoderados.

Es universalmente reconocido que la educación y el conocimiento científico son los pilares del auténtico desarrollo humano, cuanto de la equidad. Tememos, por lo mismo, que de lo que se trata es de reproducir la estrategia económica de Pinochet, esto es de asentarnos como un país que remata al mundo sus productos naturales y le garantiza mano de obra barata, además de un mercado interno dominado por las importaciones desde el extranjero. Luego de que fuimos un país pionero en nuestro continente en el desarrollo de manufacturas, de electrodomésticos, automóviles y otros.

Es cosa de revisar la proveniencia de los productos que adquirimos y consumimos habitualmente para comprobar nuestra pavorosa dependencia, cuanto la cantidad de industrias y fábricas que se clausuran cotidianamente a favor de aquellos productos que nos llegan del exterior, la mayoría de las veces “chatarra”, tal cual la comida que consumen los más pobres, los niños y jóvenes.

En lo político y social, además, el discurso que prospera es el que se propone ejercer la represión contra el descontento y los derechos demandados en la Araucanía y en toda nuestra geografía. La mayoría de los candidatos lo que proponen son mayores recursos para las policías. Más presupuesto para adquirir armas “disuasivas” (como los llaman) que acometer la superación de las flagrantes injusticias que alimentan el crimen organizado, el narcotráfico y otros fenómenos ya instalados en la política, en el financiamiento de las elecciones y en las tomas de decisiones de nuestras instituciones públicas.

¡Vaya que contradictorio resulta criticar a Estados Unidos, donde cualquiera pueda hacerse de armas de gran peligrosidad, cuando aquí hasta se ha llegado a alentar la “autodefensa” de los más poderosos empresarios y cuatreros que han fundado su riqueza en el despojo de lo que le pertenece legítima y ancestralmente a nuestro pueblo originario!

De “terroristas” se trata a los mapuches, cuando toda nuestra historia es un feroz registro de terrorismo de estado ejercido contra los trabajadores, los estudiantes y las minorías étnicas. De la violencia extrema alentada por aquellos políticos de derecha que una y otra vez  han recurrido y subordinado a las Fuerzas Armadas para defender sus intereses. Por ello es que los pinochetistas de siempre y los herederos del Tirano en La Moneda (francamente encantados con su legado) se resisten hasta hoy a convocar a una asamblea constituyente, a redestinar el gasto militar a la solución de las más acuciantes carencias de la población civil, a recuperar las empresas públicas cedidas por el Gobierno Castrense a los más arrogantes millonarios del presente.

Es posible que la principal explicación de nuestra desigualdad, de la existencia de un régimen verdaderamente perverso sea la impunidad no solo de muchos ejecutores de los crímenes de la Dictadura, sino la de los autores intelectuales de todo lo sucedido. De quienes no solo mantienen sus riquezas confiscadas a todo el país, sino las han multiplicado por obra y gracia de la clase política abyecta y ahora corrupta. Por la forma, también, que han salvado los medios de comunicación que propiciaron y defendieron el Golpe, como  los plumarios que, tal como ayer, hoy propician más mano dura y hasta una nueva “pacificación en la Araucanía”, como aquella que estuvo a cargo de un criminal como Cornelio Saavedra que incluso sigue honrado por monumentos y  textos de historia.

Es indignante que a los agentes criminales del Régimen Militar se les haya otorgado cárceles especiales y hasta de lujo, pero mucho peor es la impunidad de quienes los instaron a cometer todos esos horrores,  y que hasta hoy mantienen reputación social, hacen excelentes negocios, ejercen impropias influencias y hasta mantienen cargos en las altas instituciones del Estado. Cuando incluso uno de los familiares que cometieron los más repugnantes homicidios a campesinos se da el lujo de aspirar a La Moneda. Quien en su campaña, por lo demás,  ha tenido la desfachatez de asegurar que Pinochet gobernó bajo un “estado de derecho”.

Así como resulta tan vergonzoso que los que inspiraron y justificaron aquellos horrores tengan el descaro ahora de criticar a regímenes como el venezolano,  el boliviano y otros, cuya génesis indiscutiblemente tiene que ver con el ejercicio multitudinario del voto popular. Pero peor todavía nos parece que referentes que se consideraban asimismo como liberales, de izquierda, socialdemócratas o de inspiración cristiana estén concluyendo como los mejores defensores de un régimen plagado de injusticias y de pobrísimo ejercicio de la soberanía popular. Avalando las impunidades de hoy y los despropósitos de ayer.

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El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.