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Año XVI, 29 de marzo de 2024


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Opta entre esa ciudad y esta indígena del sur. Pero resuelve pronto!

Columna de opinión por Maximiliano Salinas
Jueves 2 de noviembre 2017 15:51 hrs.


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“Piñera es un hombre que ha vivido preocupado desde que nació, no es una persona que dé paz. […]. ¿Va a ser pobre? ¿Va a regalar su dinero? ¿Va a vender sus acciones? ¡No pues! Va a seguir siendo lo que ha sido siempre.”

Herman Chadwick Piñera, El Mercurio, Santiago, 18 de diciembre de 2016, D 6.

“Mucho ruido, mucho ajetreo, muchas declaraciones, con un presidente hiperactivo que seguramente no ha leído nunca a Chuan Tsé, […]. Chile es un país para místicos, poetas, y contemplativos. […]. No debiéramos querer ser los ingleses de Sudamérica, sino los taoístas de Sudamérica.”

Cristián Warnken, El Mercurio, Santiago, 27 de febrero de 2011, D 22.

El empresario que lo tiene todo, el dueño arrogante de todas las cosas habidas y por haber, Sebastián Piñera, mirado desde el Sur es un hombre chiquito desprovisto de ser, del ser del Sur. Individuo apresurado, bajado desde el Norte, quiere tenerlo todo, conseguirlo todo, hasta la presidencia de Chile, por segunda vez. Semeja tanto a los conquistadores del siglo XVI, que se descolgaban del hemisferio septentrional con la pretensión de ser los dueños de la tierra, de domeñar las adversidades inimaginables con tal de fundar su reino del Norte. Nueva Extremadura, nueva Granada, nueva España. Su convencimiento es que la vida es una batalla, una batahola. Se despliega su vida como una legión: “Estamos en una batalla contra el tiempo, una batalla contra el riesgo de la pérdida del año escolar, […]. La batalla contra el invierno, el frío y las lluvias, […]. La batalla contra las enfermedades del invierno, […]. La batalla por reconstruir nuestros puentes, […]. La batalla por crear trabajo. Estas son las batallas que nos convocan a todos.” (“Aún quedan batallas”, 2010, en S. Piñera, Discursos escogidos 2010-2014, Santiago: Gobierno de Chile, 2014, 33). Con esta alegoría militar, legionaria, Chile ya no es una casa común, un remanso calmo donde vivir y convivir, sino un ‘gran proyecto’. ¡Palabra fáustica del Norte moderno!  “[Que] todos podamos desarrollar los talentos que Dios nos dio y que todos podamos ser parte de este gran proyecto que se llama Chile” (“Discurso”, 2011, S. Piñera, Discursos, 105).

Para este empresario, como aquellos de la empresa colonial de Indias, el ideal es hacer con este proyecto llamado Chile “un país no solamente más próspero y más libre, sino que también más justo, más solidario, más fraterno, y por qué no decirlo, más cristiano” (“Discurso”, 2011, en S. Piñera, Discursos, 97). ¡Oh!, por supuesto, por qué no, también llamémosle cristiano. Aunque no es eso lo principal. Lo primordial, lo que primero le vino a la mente, es la prosperidad y la libertad, de los empresarios, como las de él, y las de su hueste indiana. La prosperidad. El becerro de oro. Hasta la Pachamama andina es definida como “fuente de toda prosperidad” (“Discurso”, 2013, en S. Piñera, Discursos, 239-240). El norte de este hombre es la prosperidad. Es su marcha forzada. Por ella pospone el cristianismo, nacido en la pobreza de Belén, y desde ella malinterpreta las religiones milenarias del Sur. También distorsiona la mitología mapuche de las serpientes arquetípicas Trentren y Kaikai como una lucha – a la indoeuropea- entre el bien y el mal (“Discurso”, 2013, citado). Como aquella de los conquistadores de América, su visión del mundo es la del macho vivaracho: “Las mujeres se tiran al suelo y se hacen las muertas, y todos nosotros nos tiramos encima y nos hacemos los vivos” (La Segunda, Santiago, 21.6.2017).

Sebastián Piñera viene del Norte: trae todos los espejuelos y las baratijas septentrionales para seducir al mundo entero. Viene tan cargado del tener del Norte, de los tenedores del Norte, de los contenedores del Norte, que desde el inmenso Sur se ve chiquito. Un poquito esmirriado, un poquito absurdo, un poquito nervioso. Tanto tener, sin ser, y sin ser del Sur.  Demasiada ambición, demasiada posesión, demasiada pose. Como pocos representa la estructura posesiva de la historia, donde el hombre resulta preso de su propio tiempo. “[El] respeto al tiempo se vuelve sumisión cuando predomina el modo de tener. En este modo, no sólo las cosas son cosas, sino que todo lo vivo se vuelve cosa. En el modo de tener, el tiempo se vuelve nuestro amo.” (Erich Fromm, ¿Tener o ser?, México: FCE, 2009, 126). El paso del tiempo es para él una rígida línea férrea -en una época lo llamaron la “locomotora”- que va desde la pobreza vergonzosa a la rutilante riqueza, el sueño despierto de todo patriarca chileno: “Porque a nosotros nos corresponderá el privilegio y honor de cumplir finalmente con el sueño que nuestros padres y abuelos siempre acariciaron, pero nunca obtuvieron: hacer de Chile un país desarrollado, sin pobreza y con oportunidades de desarrollo material y espiritual para todos sus hijos, como nuestra Patria no ha conocido jamás.” (S. Piñera, Mensaje en el bicentenario para El Mercurio, El Mercurio, Santiago, 18.9.2010). “No podemos seguir tolerando, en el siglo XXI y con un Chile que se acerca a los 20 mil dólares de ingreso per cápita, que haya chilenos viviendo en la pobreza.” (“Discurso”, 2013, en S. Piñera, Discursos, 58). Arquetipo de la furiosa modernidad, quiere transportarnos en su tren de alta velocidad a la banalidad de los que están arriba, lejos. Allá él. Allá los que, de cualquier modo, como ratoncitos, quedarán encantados con su flauta de Hamelin.

Lo que nunca podrá ser, por cierto, es ser del Sur.

Este Sur que no tenemos, sino que somos. Y que somos con una dignidad tan lenta, majestuosa e invariable como la de los Mapuche de la tierra madre, la tierra vieja, la tierra joven, la tierra que, como nadie, como ningún patriarca, nos concede la vida. La que supo reconocer Alonso de Ercilla en nuestros antepasados. “El Norte ha sido injusto y codicioso; ha pensado en asegurar a unos pocos la fortuna que en crear un pueblo para el bien de todos; […]. En el Norte no hay amparo ni raíz. […]. Del Norte hay que ir saliendo.” (José Martí, Obras completas, La Habana, 1963, II, 367-368). En 1949, el mismo año que llegara a este mundo Sebastián Piñera, Gabriela Mistral pronunció estas palabras imperecederas a una joven atada al Norte: “Neoyorquismo. Esto no tiene cura. Opta entre esa ciudad y esta indígena del sur. Pero resuelve pronto.” (Gabriela Mistral a Doris Dana, 25 de mayo de 1949, Gabriela Mistral, Niña errante, Santiago: Lumen, 2009, 120).

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.