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¿Tuvimos realmente ganadores y perdedores?

Columna de opinión por Juan Pablo Cárdenas S.
Martes 21 de noviembre 2017 8:00 hrs.


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A la hora de hacer balances, lo primero que debemos consignar es que en estos comicios se elevó la abstención electoral y que los que no concurrieron a votar superaron en número a los de la primera vuelta presidencial de hace cuatro años. Para colmo, sabemos que los que no votan con preferentemente los jóvenes y los más pobres de nuestra población, todo lo cual conspira contra la equidad y credibilidad democrática de nuestro sistema institucional, como la de quienes resultaron elegidos para competir en la segunda vuelta o instalarse en el Congreso Nacional y los concejos regionales.

Lo anterior significa que a todos los porcentajes de los que resultaron elegidos sería lógico restarle casi un 55 por ciento para determinar el influjo que realmente tienen en todo nuestro universo electoral, esto es, en todos los ciudadanos habilitados para sufragar. Por lo que ojalá no se nos olvide que quienes nos representan en La Moneda o en las cámaras legislativas tienen efectivamente muy baja anuencia popular, como que entre ellos tendremos a varios diputados que ni siquiera obtuvieron un uno o un dos por ciento de los votos válidamente emitidos. No podemos dejar de advertir, además, que los sufragios nulos o en blanco fueron considerablemente más que los obtenidos por los dos últimos candidatos presidenciales. Esto es Eduardo Artés y Alejandro Navarro.

Es propio advertir que una de las grandes derrotadas de la jornada del domingo último es la propia Presidenta de la República, Michelle Bachelet. Los dos candidatos de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier y Carolina Goic, obtuvieron ciertamente votaciones muy discretas, por lo que a todos nos tendrá en ascuas hasta el día del balotaje.

A la candidata de la Democracia Cristina ya ayer se le pasó la cuenta en su propia colectividad por prestarse a encabezar la estrategia del “camino único” para postular a La Moneda y haber llevado a la derrota ignominiosa a varios candidatos al Parlamento, los que posiblemente hubiesen resultados electos de haber seguido en alianza con sus socios de la Concertación y Nueva Mayoría.

Quizás si lo único saludable en los resultados de la Falange sea el gran respaldo recibido por la candidata a senadora Yasna Provoste, y el hecho de haberse impuesto en los resultados de este partido figuras quienes se oponían a la ruptura con las otras expresiones del oficialismo. Postulantes que desplazaron o sepultaron a figuras históricas y hasta emblemáticas como la de Andrés Zaldívar e Ignacio Walker.

Nos queda claro que resulta ser un mejor negocio electoral para la Democracia Cristiana levantar las banderas del progresismo y el cambio, como desestimar la idea de instalarse en el centro político. Parece que todavía retumba en la conciencia de sus militantes y simpatizantes aquello que profetizó Radomiro Tomic de que “cuando se gana con la derecha es siempre la derecha la que gana”.

Estas últimas elecciones le pasó severamente la cuenta, también, a partidos como el Socialista y el PPD que han debido lamentar la derrota de figuras como la de Camilo Escalona, Gonzalo Navarrete, Jorge Tarud y otros. Aunque debemos reconocer que el “Panzer” José Miguel Insulza e Isabel Allende, la hija del extinto Presidente, resultaron electos, pese a que también muchos auguraran sus derrotas. Revelador es además el desastroso resultado electoral de Osvaldo Andrade, ex presidente de esta colectividad y, hasta hace poco, en el cargo más alto de la Cámara Baja.

De lo que nadie duda es del excelente resultado obtenido por el Frente Amplio, una coalición que hoy será determinante en el Poder Legislativo, así como en la posibilidad de Guillier remonte sobre Piñera en la segunda vuelta Presidencial del próximo 17 de diciembre. Este referente alcanza 20 diputados y un inesperado senador por Valparaíso en su primera contienda electoral. Cabe consignar, en todo caso, de que se trata hasta aquí solo de un pacto electoral, cuya suerte política dependerá mucho, ahora, de la cohesión que mantengan sus tres partidos y más de esa decena de movimientos y “sensibilidades” históricamente acostumbrados a escindirse. Una unidad que luego se pondrá a prueba con la decisión que sus dirigentes adopten respecto de la Segunda Vuelta Electoral, cuando ya vemos que dentro de éstos hay partidarios de respaldar a Guillier, así como otros ven en su derrota la oportunidad de constituirse en el gran referente opositor de un hipotético segundo gobierno de Piñera. Victoria que si llega a imponerse tendrá como secuela el colapso de los actuales integrantes del oficialismo.

La gran heterogeneidad que se aprecia en los parlamentarios del Frente Amplio y la posibilidad de que expresen distintas orientaciones, o sirvan a distintos liderazgos, tiene el riesgo de que en poco tiempo este referente pueda enfrentar tensiones internas. No dudamos, tampoco, de que el próximo Gobierno va a tener que enfrentar una dificilísima relación con el Parlamento, cuyos integrantes ( cargados ahora hacia la derecha), no le darían una mayoría clara a Piñera y menos, todavía, a Alejandro Guillier. Con una correlación de fuerzas que, de todas maneras, promete entrabar las más sensibles demandas populares. La necesidad, por ejemplo, de que se resuelvan problemas como el de la precaria salud pública y de la educación, cuanto otra gran cantidad de pendientes. En este sentido, lo que cabe suponer es que “la calle” deberá jugar un papel todavía más decisivo en la posibilidad de defender o alentar algunas reformas. Entre ellas, la posibilidad de una nueva Constitución o una Asamblea Constituyente. Incluso el añorado reemplazo del sistema previsional y la posibilidad de derribar los agraviantes privilegios de las Fuerzas Armadas.

Por último, digamos que la situación de nuestra Araucanía es muy posible que no presente muchas variaciones con Guillier o Piñera y que una suerte de lacras como la corrupción política y la existencia del penal de lujo para los más horrendos criminales no encaren cambios relevantes. Así como tampoco se visualiza con claridad qué podrán hacer nuestros gobernantes y legisladores con fenómenos que ni siquiera nos dieron tregua en el mismo día de las elecciones. Debido al poder y la desfachatez del narcotráfico, el que ya ha logrado infiltrar a la propia clase política.

O el aumento de la delincuencia y, con ello, la inseguridad que reina en nuestra población, fenómenos bien alimentados por algunos medios de comunicación.

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El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.