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Año XVI, 19 de abril de 2024


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La “generosidad” del buen chileno

La “generosidad” con la que por veintisiete horas se visten los chilenos no deja de ser nunca un reflejo del individualismo reinante. Mientras, en masa, lloramos por las desgracias de otros y vamos al banco para sentirnos buenos chilenos, en privado despreciamos a los otros, a los distintos. Como dijo el PNUD, la cuna y apellido siguen siendo un techo.

Paula Campos C.

  Viernes 1 de diciembre 2017 12:15 hrs. 
Santiago, 3 de Diciembre 2016. 
Computo durante la Teleton 2016.
Sergio Piña/Aton Chile

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Durante las próximas horas, la mayoría del país va a estar hablando de la “solidaridad del chileno”, cómo no, si durante cada transmisión de la Teletón rostros públicos y desconocidos se ufanan de la capacidad de trabajo en red que tenemos como país para levantar una obra como la mencionada.

Sin intención alguna de aludir a la función y misión que cumple Fundación Teletón, fundamental en un país que carece de políticas públicas intersectoriales para el doce por ciento de la población que vive con algún tipo de discapacidad, el discurso del “chileno generoso” cada vez queda más en entredicho.

Podríamos partir al revés, ¿es realmente un acto de generosidad ir a un banco a depositar dinero para una obra con la que, mayoritariamente, solo nos comprometemos 27 horas al año?, si por generosidad entendemos caridad, seguro que sí, pero en el fondo qué lejos está ese acto de ser un verdadero signo de pensamiento comunitario.

Ejemplos hay muchos, algunos como el estacionarse en los lugares reservados para discapacitados sin pensar que son los mismos con los cuales “empatizas” cada fin de año es uno de los preferidos por los detractores de la parafernalia que engloba a “las 27 horas de amor”, pero hay otros, tantos otros…

Hace algunos días la comunidad refugiada siria se reunió con autoridades de su país para pedir que los “reubicaran”, la razón: se sentían mal tratados en Chile. Sí, el mismo país “generoso” les resulta imposible para vivir. Sin ir más lejos, en un conflictivo barrio de la comuna de Macul, una mujer siria fue agredida en la calle, mientras caminaba. Ella, embarazada, perdió a su hijo y, aunque aún no se logre determinar si fue como consecuencia de esos golpes, lo cierto es que nada bien hace el antecedente.

En Estación Central un incendio reveló las precarias condiciones de la vida de los inmigrantes. Decenas de haitianos, principalmente, quedaron en la calle perdiendo lo poco que tenían. En julio, el municipio había alertado a las autoridades sobre las irregularidades de este inmueble con el que un “generoso” había decidido lucrar arrendándoselo a muchas más personas que las que podían habitarlo. ¿Cuántos más lugares de estos existirán?

La “generosidad” con la que se trata a los otros, no es castigo únicamente para los migrantes. Los pobres y los propios discapacitados son también víctimas del egoísmo idiosincrático. En agosto, un estudio afirmó que más de un 44 por ciento de las empresas en Chile no contrata a ningún discapacitado; otro del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo que “el modelo acortó la brecha económica, pero el apellido y cuna ponen un techo”.

Podríamos seguir buscando ejemplos para explicar este extraño concepto de “generosidad” uno más cercano a la ideología capitalista tan arraigada en nuestras costumbres; uno que tiene por lógica dar plata para cumplir con el deber ser y para estar doce meses más “salvado” de tener que ser una buena persona, total donaste y lloraste con la Teletón.

En el fondo y además del circo mediático que enfurece a más de alguno, el problema es que con este tipo de iniciativas, insisto sin opacar la vital función de la Fundación, lo único que hace es crear una “mascarada” social, un Chile que se viste de buen samaritano sin nunca abandonar el individualismo reinante, al final, como dijo en una entrevista en esta radio el Capellán de Techo Chile: los chilenos, en el fondo, votan por aquel que los deje consumir en paz, todo el resto es música.

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