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Piñera y Macri: dos presidentes que jugarán en dupla

Columna de opinión por Patricio López
Jueves 21 de diciembre 2017 6:17 hrs.


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Durante los próximos años, ambos sentirán las victorias del otro como propias y liderarán la profundización neoliberal en Sudamérica. Piñera no estará solo;  Macri, tampoco y los organismos económicos internacionales sonríen

A principios de diciembre, Mauricio Macri completó dos años en el poder. A la hora de los análisis, diarios argentinos como Clarín y La Nación se preguntaban si el Presidente era tan neoliberal como decían sus adversarios, o al revés, estaba siendo un gradualista que incluso exasperaba a su base más de derecha. Agregaban un dato más: venía la elección en Chile y seguramente sería un punto de inflexión: si ganaba Guillier, Macri podría temer que la ofensiva neoliberal en Sudamérica fuera apenas un paréntesis. En cambio, si ganaba Piñera, Macri podría sentirlo como un empuje a su propia gestión y cambiar el ritmo de sus transformaciones.

Incluso el presidente argentino grabó un video para la franja de Piñera diciendo que en la elección chilena no era neutral, lo que provocó la molestia de la Cancillería chilena. Ya sabemos lo que pasó después: Piñera ganó un domingo y el día martes Macri hizo aprobar la reforma jubilatoria, ordenando a sus huestes acelerar justo cuando las calles de Argentina se llenaron de manifestaciones de repudio a su proyecto. A juicio del diputado opositor Leandro Santoro, algo tendría que ver nuestro país en esa decisión. En su parecer, “Chile es un poco el modelo de eso porque han logrado naturalizar la desigualdad y eso ha generado admiración de las élites argentinas, respecto a un país donde se puede avanzar en procesos estructurales de desmantelamiento de derechos y aun así lograr cierta estabilidad”.

La historia continuará y cuando Piñera entre al Congreso Pleno el 11 de marzo de 2018, algunas cosas habrán cambiado respecto a exactamente ocho años antes. Probablemente -tocamos madera- no habrá terremoto, y con toda seguridad no estarán Cristina Fernández, Lula, Hugo Chávez, Fernando Lugo, José Mujica y Rafael Correa. Estará Temer, Horacio Cartes, PPK si el parlamento peruano así lo quiere, y Mauricio Macri. El Presidente entrante se sentirá más en confianza que la vez anterior.

Ya sabemos las complicidades y coincidencias entre ambos. Incluso se estima que la decisión de Piñera de convertirse en el accionista mayoritario de Colo-Colo, a pesar de ser hincha de la Universidad Católica, fue un intento por copiar la fórmula de Macri, quien se hizo famoso como presidente de Boca Juniors primero, y como político después. Pero, en honor a la verdad, tampoco es que el giro ahora parta desde cero. El Chile neoliberal, aunque sea presidido por Bachelet, se sintió más cómodo con Macri que con Cristina Fernández, con el fervoroso empuje del canciller Heraldo Muñoz. Ahí se produjo el antes impensable acercamiento entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur, aunque es más preciso escribir que fue este último el único que se movió, dando cuenta de una nueva cercanía ideológica con Chile, Perú, Colombia y México.

Cambiarse de océano, eso sí, no es poca cosa, por lo que había que dar pasos concretos. Cronológicamente, los tres más importantes fueron, primero, la firma del TLC entre Uruguay y Chile, acción que hasta el día de hoy es rechazado por la mitad del Frente Amplio de ese país debido a que, en palabras de uno de sus lúcidos dirigentes, “firmar ese tratado es firmar todos los que ha firmado Chile, incluyendo el TPP y el TLC con Estados Unidos”. Segundo, la suspensión de Venezuela del Mercosur, acción realizada en nombre de los altos principios de la democracia, pero luego de ver la indiferencia de todos esos países respecto a Honduras podemos concluir que la democracia no es, en realidad, lo más importante en estos asuntos. Sin la oposición del Chavismo era posible la relación del giro. Y, por último, el TLC entre Chile y Argentina, el primero del país vecino, el cual se firmó hace casi dos meses, pero que increíblemente todavía no es puesto a disposición de los países vecinos.

Sobre esa base, la relación entre Piñera y Macri se perfila como una profundización o radicalización, pero no como un cambio de rumbo entre Chile y Argentina. A su vez, el presidente del país vecino se verá fortalecido para responder a los poderosos gestos que le han realizado los organismos internacionales, al poner por primera vez en América Latina encuentros como la cumbre de la OMC en diciembre de este año y la del G20 en 2018, ambas en Argentina. En esa línea, es probable que ambos presidentes trabajen juntos para consolidar una cantidad importante de tratados de libre comercio que se han firmado o se tratan de firmar en la región.

La profundidad del giro a la derecha, en todo caso, está por verse. En 2018 habrá elecciones en Brasil, México, Colombia y Venezuela, y es previsible un giro a la izquierda en al menos los dos primeros. En el plano interno, ambos presidentes estarán gobernando con un parlamento de mayoría opositora y al respecto habrá dos opciones: ocupar todo el capital político en una confrontación, como lo acaba de hacer Macrí, o buscar una política de grandes acuerdos con la oposición, como lo ha anunciado Piñera para que no se le repita la historia de 2011.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.