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Los versos del “Paco” Deza

Columna de opinión por André Jouffé
Lunes 29 de enero 2018 6:43 hrs.


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(Antonio Deza González, oriundo de Talca, ingresó a Carabineros y trasladado a Santiago al poco tiempo).

Absolutamente ajeno a las formalidades de la institución, lo asignaron a Punta Arenas. En la capital sus métodos de trato con los delincuentes (beneficios a cambio de buena conducta sin denuncia de por medio) y los que solicitaban su ayuda, eran atípicos y sus superiores estimaron que en el confín de Chile podía ejercer mejor su misión.

Deza cabalgó por toda la que era entonces provincia, en los años sesenta y parte de los setenta.

Vio realidades y visiones, historia y leyenda. Pernoctaba con un compañero en la pampa y apreciaron la esencia de lo paranormal.

En una incursión, conoció a Vesna, de familia croata.

Ambos se enamoraron, la joven cayó seducida ante este hombre de aspecto Coloane, alto, moreno y más veterano, con barba, y pese a la oposición de la parentela se casaron al contigo pan y cebolla. Era imposible para una mujer, no aquilatar que un hombre recorriera diez kilómetros sólo para verla.

A los cuarenta años, por motivos desconocidos, partió a trabajar en el Amazonas  brasileño. Vio como funcionaban  las máquinas mataselva y cuando un conductor alemán cayó enfermo, se ofreció para suplirlo. Lo había visto maniobrar y le entregaron ese aparato que se traga árboles enteros.

Sagradamente enviaba su salario a su mujer y dos hijos; los gastos en el lugar eran mínimos pues consideraba el alojamiento, la comida y las picadas de los bichos.

A los 80 años, tiene veinticinco obras publicadas y edita y dirige la única revista mensual de la región, “El Fortín del Estrecho” que pronto cumplirá dos décadas. Su estilo es algo arcaico, pero el periódico con sus mil ejemplares al mes, mantiene una línea inalterable de ética y el director no se rinde ante nada. El Fortín se vendía, pero ahora se mantiene con publicidad y lo reparte el propio Deza en sus ratos libres. Aprendió el oficio del manejo de herramientas y su especialidad son los juguetes de madera o metal y encargos diversos.

Sus libros tienen tiradas considerables; la mayoría las vende el propio Deza que sin remilgos va a las tabernas y bares de pitucos y proletas. Convence, vende y firma la dedicatoria. Ha resultado un éxito.

Políticamente le detecto un desprecio por los partidos, salvo por el concepto de crear una república independiente de Magallanes, un absurdo que acepto con ironía. Ataca a militares y comunistas por igual

“Sentencias, apuntes al atardecer”, acaba de reaparecer; es su Opus 25.

En párrafos marcados de sus 750 apuntes, leemos:

“La vida es una cebolla, de película en película, hasta el fin.

Según la piques, así es la vida”

(Nadie podrá jamás llorar con tus lágrimas)

“El peso de la ignorancia aumenta con los años, hasta convertirse en miedo”

“Si no has hecho nada en la vida, ¿Por qué desearte el eterno descanso?”

“A 200 años de la Declaración de la Independencia, no quiere decir que hoy seamos independientes.

Nunca fuimos más dependientes de hoy. En el Bicentenario no hay nada que celebrar; solamente y muy seriamente, hay que meditar”.

“Si un pueblo no piensa, el alumbrado público esta demás. Cuando un pueblo piensa, los políticos no engordan”.

“Fue un gran error saltar del árbol al celular antes de aprender a pensar, que hablar demás tiene su alto costo (Este es el plan que le conviene)”

“Los costos de la democracia se pagan en dólares, los costos de las dictaduras con sangre”

De esta forma piensa el Paco, para quien la honestidad cobra altísimos intereses pero deja tranquilo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.