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Sobre la eutanasia


Martes 13 de febrero 2018 9:08 hrs.


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Señor Director:

Hace cuatro años Paula Díaz Ahumada, hoy de 19 años de edad, comenzó con un malestar persistente en la cabeza. A esto le siguieron dolores corporales. Al mes ya tenía espasmos y movimientos involuntarios. Hoy vive con dolores que ni siquiera le permiten dormir. Su tono de voz siempre parece un desgarro. Está postrada en su cama sin poder abrir los ojos porque, según ella, hasta la luz le quema. Su cuerpo está retorcido y rígido. Las manos agarrotadas. Las piernas se le doblaron hacia atrás y vive con ellas pegadas a la espalda, por esa razón sus rodillas se dislocaron. No puede sentarse. No puede pararse. No puede estar más de 5 minutos en una misma posición. No existe un diagnóstico concluyente. Ha enviado videos y cartas a La Moneda donde explica por qué prefiere morir.

Según haya o no consentimiento expreso del paciente, y de acuerdo al método que se utilice, la eutanasia puede ser voluntaria (a pedido del paciente o con su consentimiento) o involuntaria; puede también ser activa y directa (si se ejerce un acto para matar a la persona, como darle una inyección letal) o pasiva (si la voluntaria omisión de un acto provoca directamente la muerte, como negarle alimentación a un paciente que no puede comer por sí mismo).

Tanto en Grecia como en Roma hubo numerosos defensores y detractores de la eutanasia, como lo atestiguan numerosos documentos y testimonios literarios.

Platón en el libro III de La República afirma que “cada ciudadano tiene un deber que cumplir en todo estado bien organizado y habrá que establecer una legislación para el estado que cuide de los ciudadanos bien constituidos de alma y cuerpo, pero respecto a los que no son sanos corporalmente se les dejará morir“.

Hipócrates se opuso a la eutanasia. Para él eran fundamentales la santidad de la persona y el verdadero bienestar del paciente. Reconoció, sin embargo, que se podría violar fácilmente esta ética ya que los médicos, no tienen solo el poder para curar sino también para matar. Por esta razón hizo que los médicos se comprometieran éticamente con el denominado Juramento Hipocrático: “Y no daré ninguna droga letal a nadie, aunque me la pidan, ni sugeriré un tal uso, y del mismo modo, tampoco a ninguna mujer daré pesario abortivo, sino que, a lo largo de mi vida, ejerceré mi arte pura y santamente.”

Séneca, basándose en que la ley eterna fija un solo modo de iniciar la vida, pero varios para salir de ella, nos ha transmitido su opinión al respecto cuando dice “Es al hombre a quien corresponde decidir libremente sobre el sentido y su capacidad de soportar su existencia en el cuerpo(…) no se debe ni querer demasiado a la vida ni odiarla demasiado, sino buscar un término medio y ponerle fin cuando la razón lo aconseje (…) es preferible quitarse la vida, a una vida sin sentido y con sufrimiento“.

En 1605 Francis Bacon introduce por primera vez, la actual concepción de eutanasia: “La acción del médico sobre el enfermo incluyendo la posibilidad de apresurar la muerte“.

David Hume, justifica la eutanasia: “Si el disponer de la vida humana fuera algo reservado exclusivamente al todopoderoso, y fuese infringir el derecho divino el que los hombres dispusieran de sus propias vidas, tan criminal sería el que un hombre actuara para conservar la vida, como el que decidiese destruirla“.

San Agustín equiparó el suicidio al homicidio. Su pensamiento influyó en gran medida en la doctrina posterior de la Iglesia Católica. El Código Canónico empezó a condenar el suicidio a partir del Concilio de Arlés en el año 452, estableciendo sanciones como la prohibición de la celebración de la misa, la prohibición de sepultura en campo santo, y la excomunión para quienes solo lo hubieren intentado.

No es inmoral ayudar a suicidarse a los enfermos terminales que se encuentren en un estado límite, opinó un grupo de eminentes médicos estadounidenses en un informe publicado el año 1989 en la prestigiosa revista especializada The New England Journal of Medicine. Grosso modo el artículo expresa: “Lo contrario a la ética médica es dejar a los pacientes sufrir de manera intolerable. Creemos que se debe hacer todo lo posible para procurar una muerte en paz“.

La eutanasia implica que uno decida si el esfuerzo por sobrellevar el calvario que constituyen los terribles síntomas de determinadas enfermedades ya es superlativo. Amén, legalizar o despenalizar la eutanasia permite practicarla dentro de un marco jurídico y médico que podría limitar los riesgos de su práctica clandestina. Además, si para el dogma religioso “Dios nos otorgó la vida y solo Él puede quitarla”, ¿por qué imponer esta ortodoxia a los no creyentes y negarles la eutanasia? Un creyente de tomo y lomo jamás se sometería a este procedimiento, basta con leer la frase bíblica anterior extraída de Samuel 2:6.

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