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Vamos a La playa

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Domingo 1 de abril 2018 16:21 hrs.


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La Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia es el lugar donde se encuentra todo el mundo editorial que tiene que ver con la creación de contenidos para niños y jóvenes. Puede sonar muy impreciso eso de todo el mundo, si es que lo interpretamos a la chilena cuando decimos, por ejemplo, en tal fiesta estaba todo el mundo. Entendemos que es una exageración y que corresponde a una manera de señalar que allí había un número importante de personas que son fundamentales al interior de cierto círculo. Pues bien, en la cita boloñesa, quienes llegan hasta allí claramente no son todos y cada uno de quienes son parte de la creación de contenidos para niños, particularmente, libro infantiles, a nivel mundial pero sí muestra lo suficientemente representativa dentro de ese universo por su diversidad y número.

La Feria de Bolonia ofrece un espacio donde se intercambian y muestran “contenidos para niños”, esto es, no solo libros infantiles, dado que los formatos con los que convive hoy el libro son cada vez más amplios, como también que el mercado infantil abarca también otras áreas, como es el del licenciamiento y la creación de aplicaciones digitales y audiolibros. Con China como país invitado de honor, la Feria del Libro Infantil, que desde hace 55 años se realiza en el norte este de Italia, quiso homenajear a una potencia editorial, impresora y compradora de derechos, sin contar con la enorme oferta creativa que tienen para su propio mercado. Las pequeñas editoriales chilenas vienen ya desde hace mucho tiempo, imprimiendo sus libros a miles de kilómetros de distancia debido al excelente precio y calidad que ofrecen, cuando el Estado les solicita tirajes abultados. El mercado chino representa, junto al asiático en general, una fuente hoy casi inagotable de oportunidades para vender copyrights o el derecho a reproducir libros por tirajes impensables en este lado del mundo. Hay que considerar que el tiraje medio de un libro en Chile no supera los 500 ejemplares, de modo que alcanzar estas dimensiones implican una oportunidad de crecimiento inédita.

¿Qué tiene que mostrar Chile en un mercado tan competitivo y desarrollado como el que se da cita en la Feria del Libro de Bolonia? Pues a diferencia de cómo sucedía hace más de una década cuando solo iban hasta allá las fundadoras de Editorial Amanuta o Constanza Mekis, cuando junto a su equipo en el Ministerio de Educación creó las Bibliotecas CRA, arribaban a un espacio cedido gratuitamente por los organizadores a aquellos expositores de países subdesarrollados… por cierto en una esquina prácticamente invisible. Pero en de la versión número 55 de la Feria, Chile contó con un stand de casi 50 metros cuadrados, que consideraba cinco mesas para la compraventa de derechos, un espacio de exhibición de los libros, una pequeña bodega-cocina donde se disfrutaba de un excelente espresso italiano y refrigerios para calmar la sed y el hambre de una treintena de personas que eran parte de la delegación y, dominando todo el espacio, una gigantografía que reproducía una de las páginas del libro La playa de la ilustradora chilena Sol Undurraga, ganadora del Premio Opera Prima. Sin contar que en el stand contiguo, estaban las mismas Amanuta, como se les llama coloquialmente a las socias Ana Pavez y Constanza Recart, que en esta versión fueron nominadas para el Premio BOP, que reconoce al oficio editorial de diferentes regiones mundo. Es la segunda vez que son nominadas a este premio y, lo cierto es que el solo hecho de estar entre los finalistas las sitúa en el olimpo boloñés. Para que esto fuera posible, es decir, que la ilustración y la edición chilena hayan conseguido esta visibilidad y prestigio en las grandes ligas es producto del trabajo serio que realizaron ciertas editoriales infantiles nacionales por años, haciendo escuela, entre las que también se cuenta a Ekaré Sur y Pehuén, entre otras. Por si fuera poco, mientras en el pabellón se realizaba una fecunda actividad comercial, la autora Sara Bertrand realizaba una exitosa gira por Italia y Lola Larra presentaba la versión en italiano en su libro Al Sur de la Alameda. Importantes incentivos como un programa de traducciones, y sobre todo, el trabajo coordinado entre el Consejo del Libro, ProChile y la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de RREE que permiten costear a una delegación de casi 30 personas con pasajes y estadía, incluidas, han permitido que decenas de ilustradores, autores y editores la posibilidad de viajar desde hace varios años a las Ferias más importantes del libro del mundo a ofrecer su trabajo y conocer las características de la demanda. Toda una organización que despierta la admiración y envidia de argentinos, peruanos y demás editores latinoamericanos que no cuentan con la ayuda de sus gobiernos para abrirse al mercado internacional. Porque el Chile de salmones, vino y cobre se va abriendo a nuevos mercados como es el de las industrias creativas, propias de países desarrollados que siguen dominando la escena, pero que van encontrando a nuevos competidores que, como es el caso de Chile donde el sector público y privado trabajan de manera coordenada. Una situación ejemplar a este lado del mundo y que orgullosamente los chilenos exhibimos como parte de una política pública de apoyo a las industrias creativas que queremos ver cada vez más consolidadas.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.