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Desalación de agua: el negocio que trae Israel ante la escasez hídrica

La escasez hídrica se ha producido principalmente por la sobre-explotación de los recursos hídricos. Israel lo solucionó con plantas de desalación de agua y ha propuesto esta solución para Chile. Aumentar la oferta de agua, pero sin enfrentar las razones de fondo del problema podría ser la fórmula, si las conversaciones continúan avanzando entre el gobierno chileno y dicho país. 

Francisco Velásquez

  Lunes 9 de abril 2018 20:19 hrs. 
Ashkeon-desalination-plant

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Una autoridad del agua, un lago, cinco plantas desaladoras, una carretera hídrica, cada litro de agua se paga, no existen los derechos privados de agua. Todo con el fin de hacer retroceder el desierto.

Israel tiene una extensión de norte a sur de 424 kilómetros y una superficie total de 20 mil kilómetros cuadrados, la mitad del territorio de la cuarta región de Chile. El desierto cubre la mitad sur del país y su única fuente de agua dulce es un lago denominado Mar de Galilea.

Hace diez años la escasez hídrica de Israel era irreversible, por lo mismo, hacer una modificación estructural, política- administrativa representaba la única opción de sobrevivencia en el territorio.

Eldad Hayet, embajador de Israel en Chile, explica que para resolver la crisis hídrica “se necesita una política pública y de Estado, un manejo central del agua. Eso no significa que todo lo hace el Gobierno. Hay que tener una política estatal y darle autoridad a quienes saben tratar agua y hacer el trabajo con la población. En Israel tenemos una autoridad ministerial del agua y en cada una de las ciudades las municipalidades se encargan de distribuir y cobrar por ella”.

La primera medida tomada por el gobierno israelí fue construir una carretera hídrica para trasportar el agua de norte a sur, haciéndola subir a las montañas para que luego su flujo bajara hasta el extremo sur del país. Dicho proyecto no fue suficiente, puesto que la matriz de agua era superada por los usos que se le estaban dando.

De esta manera, hace diez años comienza a operar la primera planta desaladora de agua, que fue la alternativa para la escasez hídrica que vivía el país. “En Israel se paga por el agua, después de una cantidad el precio sube. En los primeros litros pagas menos que para los siguientes y para los que gastan aguas sin conciencia el precio es mucho mayor. Eso se hace con una política estatal, pero organizándola con una autoridad nacional, con diferentes empresas que tienen que tratar el agua y se encargan de la distribución a cada uno de los ciudadanos”, explica el Embajador.

Es así como la institucionalidad del agua en Israel tiene como cabeza a una autoridad encargada y empresas que instalaron las plantas desaladoras, quienes le venden el recurso al Estado y una autoridad comunal que distribuye y cobra el agua a los ciudadanos. En este modelo el costo de la producción del agua es traspasado a los usuarios.

El Embajador de Israel recuerda los primeros pasos de la implementación de la política de aguas y comenta que “hubo que enfrentar oposición política y ciudadana, porque la gente tenía que restringirse con el uso de agua. Además, se le estaba entregando a unos privados el control de la distribución del agua. Siempre que se hace una reforma hay oposición, este proceso tiene altos y bajos. Por lo mismo, para hacer una reforma hay que darle incentivos a los que tienen los derechos de agua. No se podría hacer de una manera legalizada y regulatoria, porque la oposición sería tan grande que sería imposible aplicarla”.

“En Israel el agua es un bien público, no existe ningún uso privado, si tú tienes un pozo tienes que medir la cantidad de agua y la autoridad te dice cuánto puedes sacar cada año y tú tienes que pagar ese recurso, porque esa agua es del Estado”.

Luego de esa declaración Eldad Hayet avanza y explica que “el agua se mide como un bien económico, en los diarios financieros se muestra hasta dónde estaba el lago, como era la única fuente de agua dulce del país se mostraba que tanta agua tenía el mar de Galilea. Cada día se sigue publicando bajo la línea roja en el lago. Eso es parte de la conciencia nacional. Desde el 2005 hasta ahora se crearon cinco plantas desalinizadoras para mantener este mix de aguas en el país y tres de ellas son las más grandes del mundo”.

“Las plantas desaladoras costaron cero pesos, Israel entregó a una empresa privada para que construyeran la planta, ustedes nos proveen el agua y nosotros le compramos el cien por ciento”, ese fue el acuerdo al que llegó Israel para la implementación de la tecnología, explica el asesor técnico de la embajada.

Crítica al modelo Israelí  

Si se piensa en la realidad de Chile, la escasez hídrica tendría como camino seguro la generación de agua potable a través de plantas desaladoras, pero esto siguiendo la reflexión de ampliar la explotación del territorio aún más de lo que ya se encuentra. Las faenas mineras y las grandes plantaciones agropecuarias llegarían a una capacidad máxima de producción. Pero ¿quién piensa en las consecuencias?

Lucio Cuenca, director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos ambientales, plantea que “esto cabe dentro de lo que se denominan las falsas soluciones, porque acá se ha sufrido una condición de sequía en los últimos años, pero que se ha trasformado en escasez hídrica en muchos territorios, porque lo que ha habido es un expansión de actividades que sobre-explotan los recursos en los territorios. Lo que pasa en Petorca, en Limarí y  la Araucanía, por nombrar algunos lugares, es producto de la expansión del monocultivo o la actividad minera sin ningún control”.

En esta línea, Cuenca criticó el modelo de desalación israelí puesto que “el control de los recursos hídricos que ha hecho Israel ha sido una estrategia para la colonización del territorio palestino. Entonces, la empresa de agua israelita se crea diez años antes de manera de generar las condiciones para este proceso de colonización y desplazamiento del pueblo palestino. Lo que hoy nos vienen a presentar como una tecnología para resolver los problemas de la sequía, y que sería un éxito en Israel, tiene que ver con que lograron desarrollar una tecnología para expandir la productividad agrícola con la proyección geopolítica de control del territorio”.

“Yo creo que es un espiral que nos va a generar muchos más problemas, que nos va a encarecer el acceso al agua y además va a generar nuevos impactos ambientales que en este momento no existen: nuevas instalaciones que van a afectar los ambientes marinos, se van a generar impactos en el borde costero que actualmente no tenemos”, agrega el especialista.

Por un lado, “hay que revisar bien dónde efectivamente la sequía y la crisis hídrica requiere gestión especial para resolver los problemas reales de los propietarios y dónde se está usando el discurso de la sequía y el cambio climático para justificar la ampliación de las fronteras de la agroindustria”, plantea Lucio Cuenca. Recordemos que los principales opositores a la reforma al Código de Aguas han sido los empresarios mineros y agroexportadores, ya que son dichas industrias las que han afectado de forma más profunda a los territorios.

“Cuando se plantea esta opción no se dice que lo que se debería hacer es poner límite a las industrias para evitar la sobreexplotación de los recursos hídricos y acotar la actividad a las potencialidades que tiene el territorio, no sobrepasar los límites ecosistemicos. Desalinizar agua implica una cantidad de impactos que no se visualizan con tecnologías que requieren mucha energía, y aún más, para trasladar el agua desde el punto cero hasta los lugares donde eventualmente pueda usarse”

“Esto elude un problema respecto a la situación en Chile, que tiene que ver con la privatización y la concentración de la propiedad privada del agua, entonces acá se quiere agregar otro negocio, soslayando el problema de fondo que agudiza la crisis”, finaliza Lucio Cuenca.

Acuerdos con el agua de Chile

Lucio Cuenca expone una realidad de desalinización en Chile explicando que “el 50 por ciento del agua potable de Antofagasta proviene de la desalinización, porque esa región y esa ciudad en particular, está en el centro de la capital minera del mundo y prefieren darle el agua fresca a las mineras que a la población”.

Por su parte, el embajador de Israel Eldad Hayet explica que “existe interés y que es uno de los temas más hablados entre nuestra embajada y nuestra oficina comercial con las diferentes autoridades en Chile. El interés surge y siempre me lo mencionan en mis visitas a las regiones. Ahora que hay otro gobierno, ésa es una de nuestras mayores o primeras prioridades, tratar de avanzar ese tema y la cooperación en sobre el agua, innovación hídrica, tecnología hídrica en todos sus usos”.

Hoy la megaplanta de desalación Sorek en Israel produce 150 millones de metros cúbicos al año. “Hay menos de veinte años de experiencia dentro del área. La extracción se hace a varios kilómetros mar adentro y el depósito de la salmuera se inyecta varios kilómetros adentro, donde hay corrientes que pueden mezclar el agua. No hay hasta ahora estudios del daño”, finaliza el Embajador.

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