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Familia Trangol hundida por el ‘Caso Iglesias’

El sábado, tras el veredicto, dos de los tres hermanos de la familia fueron condenados. Posiblemente se insista en la inocencia tras conocer la sentencia, pero más allá de lo judicial, este emblemático caso contra mapuches ha dejado heridas irreparables en uno de los clanes involucrados.

Maximiliano Alarcón

  Domingo 15 de abril 2018 19:05 hrs. 
familia trangol

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El 15 de junio de 2016 fallecía en un hospital de La Araucanía, Benito Trangol Llanquileo. Cinco días antes, tres de sus hijos, Ariel, Benito y Pablo, habían sido controlados en la calle por Carabineros y acusados como responsables de la quema de un templo evangélico en Padre Las Casas. La familia no le contó a Trangol Llanquileo, pero creen que de igual forma se percató de que algo andaba mal, puesto que sus ojos comenzaron a lagrimear cuando sus descendientes dejaron de llegar de visita, quienes lo acompañaban y ayudaban a diario. El deceso fue consecuencia de una diabetes, sin embargo, sus parientes creen que la pena fue un factor decisivo en la partida que no tuvo adiós.

Este fue un hecho más dentro de la historia de hundimiento de la familia Trangol. Desde que Ariel, Benito y Pablo fueron imputados en el ‘Caso Iglesias’ la crisis se vivió dentro y fuera de la cárcel de Temuco. Este sábado el primero fue absuelto, pero los otros dos  fueron condenados por delito de incendio, expandiendo el letargo del clan.

Aún no está todo dicho. La defensa considera que el fallo dictado por el Tribunal Oral en lo Penal de Temuco es contradictorio, puesto que se estableció que el procedimiento en que detuvieron a los cuatro acusados fue ilegal, pero de todas formas se condenó a dos, esto basándose en la declaración de testigos protegidos que “reconocieron” a Benito y Pablo a través de la prensa, después de que fueron detenidos y no antes.

El resultado de este sábado dejó un sentir entre dulce y amargo en la familia, puesto que dos de los tres hermanos acusados siguen en la cárcel y Ariel volvió a casa. Con nuestro medio conversó otro de los hermanos, Robinson Trangol, quien relató el sentir actual del círculo cercano.

“Hay mucha pena, mucho dolor, rabia a la vez. Mis hermanos fueron condenados injustamente. Estamos contentos por Ariel porque pudo recuperar su libertad, pero nosotros también quedamos muy afectados por lo de mis otros dos hermanos. Mi madre está con un tremendo dolor en este momento, veo difícil que pueda superar este golpe tan terrible”, dijo.

Robinson cuenta que no tan sólo su madre se vio devastada con el fallo. Benito y Pablo, a quienes fue a visitar tras la audiencia, también sintieron como un gran golpe la condena del TOP de Temuco, ellos estaban confiados en que conseguirían la libertad, por lo que los inundó la tristeza tras el resultado.

Por otro lado, si bien Ariel salió en libertad y durante la tarde del sábado volvió a la comunidad con su familia, su estado no es bueno. De los tres hermanos fue el que permaneció durante más tiempo en la huelga de hambre que puso en jaque al gobierno de Michelle Bachelet, e incluso intentó suicidarse en una oportunidad al interior del penal, por lo que los médicos han señalado que hay consecuencias que serán irreversibles.

Al conversar con Robinson Trangol, se hace evidente su tristeza. Insiste en que es una injusticia lo ocurrido con sus hermanos condenados. No entiende cómo la condena se basa en declaraciones de testigos protegidos que en el juicio presentaron contradicciones. Pero más allá de esto, enfatiza en lo que hicieron sus hermanos la noche en que los acusaron de quemar el templo.

“El día de la detención (9 de junio) mi hermano Pablo estaba trabajando con un amigo que lo vino ayudar, porque el 10 de junio de 2016 teníamos la celebración con Chile Indígena, teníamos una vaquilla porque salimos favorecidos en la comunidad Ignacio Tranol con $12 millones de pesos para materiales de construcción. Hubo muchas personas trabajando ese día porque estábamos atrasados. Mi hermano Benito igual trabajó ese día, porque estaba ayudando a un maestro que mi madre le pagó para la construcción de la bodega donde guardaríamos los materiales que daba Chile Indígena. Esa tarde del 9 de junio mis hermanos estaban acá en casa. ¿Cómo es posible que digan que lo vieron allá en el templo? Incluso un funcionario de la Conadi declaró que estaban trabajando”.

robinson trangol

El trabajo que realizaba Pablo Trangol esa noche era el cuidado de animales. Los lunes y jueves es día de feria en el sector, por lo que la guardia para evitar robos se intensificaba esos días. El jueves de la detención estaban preocupados de vigilar debido a que tiempo antes habían sufrido el robo de un caballo.

Robinson cuenta que el ‘caso Iglesias’ también demuestra la existencia de montajes para culpar mapuches en nuestro país. Si bien por un lado hubo dos absueltos, le quedan muchas dudas respecto de que se utilicen testigos protegidos y las distintas contradicciones que hubo en las pruebas del Ministerio Público: “No es nada creíble. Estaban tan desesperados que incluso pusieron antecedentes de otra causa, el de la bomba de la cárcel de Temuco, contaminaron todo el caso ¿Cómo puede pasar eso?”, dice el comunero.

Pero más allá del aspecto judicial, la vida de los Trangol sigue, o lo intentan dentro de la complejidad. Son campesinos, humildes y trabajadores. Viven en la comunidad Ignacio Tranol de Padre las Casas y se ayudan mutuamente para mantener a sus respectivas familias. Con el inicio del caso todo esto se vio complicado, todos debieron enfocarse en apoyar a la madre de los hermanos y los niños.

Ariel Trangol, por ejemplo, tiene dos hijos, uno de 4 y otro de 2, este último tenía tan sólo un mes de vida cuando su padre cayó detenido. Robinson cuenta que los vio muy afectados psicológicamente, son pequeños que a sus cortos años ya han visto allanamientos, además señala que como clan debieron vender animales y buscar las formas de poder aportar a la mantención de los hogares, especialmente de los niños.

Pero además, Robinson, como muchos mapuches familiares de perseguidos por la justicia, debió asumir un rol político y de vocero en defensa de sus parientes: “Por mi familia, por las injusticias, uno tiene que hablar todos estos temas que son complicados, y uno no está acostumbrado a hablar por la televisión”, señala.

Presiones policiales

No sólo los tres hermanos acusados fueron víctimas de la presión policial. En el lado de los Tralcal existe la idea de que Alfredo, imputado en el ‘Caso Iglesia’, fue involucrado tan sólo por ser hermano de José Tralcal, acusado en el Caso Luchsinger Mackay. En los Trangol la persecución a la familia también es un hecho.

El mismo Robinson Trangol lo ha vivido. El día del primer allanamiento, tras la detención de sus hermanos, fue encerrado por Carabineros en un galpón mientras revisaban los hogares. Pero este no fue el único ataque que recibió de parte de los uniformados.

“Los policías me hostigaron. Como al mes de cuando cayeron mis hermanos, unos seis funcionarios allanaron mi casa preguntando por personas, diciendo que se habían arrancado de la quema de otra iglesia, mostraron la placa y la escondieron al tiro, fue como a las 2:30 de la mañana. Horas después, cerca del mediodía, me llaman de un número privado y me dicen “somos los polis, fuimos a tu casa, te acordai, anoche estuvimos en tu casa. Por orden del fiscal tení que firmarme dos hojas”, no me dijo el nombre del fiscal, pregunté por qué y me dijeron “tení que firmarlo po hueón, si fuimos a allanar tu casa”, yo les dije que no y se enojaron, me garabetearon, me cortaron y me dijeron “ya nos vamos a ver por ahí hueón”.

Efectivamente se encontraron. Cerca de un mes después Robinson se dirigía a su casa en su camioneta y atrás otras de Carabineros, con vidrios polarizaba, le tocaba la bocina y le indicaban que se detuviera: “Me estacioné, se pusieron delante de mi vehículo y empezaron a preguntar dónde andaba, eran tres funcionarios, me dicen ‘tú fuiste maricón con nosotros Robinson, no quisiste firmar los papeles, ahora podemos ser maricones contigo. Si sabes algo nos llamai’”, relata.

Tras este incidente acudió al Instituto de Derechos Humanos a denunciar el hecho. No existen sanciones contra los uniformados pero sí más encuentros con Robinson: “Una tarde como a las 9 de la noche, me llama un número “45” (código telefónico de Temuco), contesté porque pensé que podían ser mis hermanos desde la cárcel, que a veces me llamaban pidiendo cosas que les faltaban para la vida diaria, pero una voz distorsionada me dicen que me van a matar, que me van a matar a la familia, estaba mi hija escuchando al lado, se asustaron, me garabateó, puse la denuncia y hasta el día de hoy no me han llamado”, dice.

Pese a los incidentes con Robinson, él relata uno aún más sorprendente. En 2010, otro hermano del clan murió en Santiago a manos de delincuentes, según cuenta. Años después, cuando sus hermanos ya estaban encarcelados, personal de la PDI llegó hasta la vivienda de su madre preguntando por aquel hermano, señalando que se encontraba prófugo de la justicia y que lo iban a encontrar. La madre les dijo “agárrenlo a ver si les sirve, porque él está muerto”.

 

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