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Andrés Manuel López Obrador: ¿Será reconocida esta vez su victoria?

Manteniendo su perfil progresista y sus ácidas críticas al sistema socioeconómico vigente en México, Andrés Manuel López Obrador ha encarado su candidatura con cautela. Ha buscado dar confianza a los empresarios bombardeados por las campañas del terror e, incluso, ha prometido mantener el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y otros países.

Juan Pablo Cárdenas S.

  Martes 29 de mayo 2018 9:34 hrs. 
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Las encuestas, los pronósticos de la prensa y la sensación callejera auguran que en las próximas elecciones presidenciales mexicanas será el candidato de la Izquierda, Andrés Manuel Obrador, el que se imponga como ganador. En un país en que no existe el mecanismo electoral de la segunda vuelta, parece fácil de que el líder de Morena aventaje a sus dos principales contendores del PRI y de la derecha, pero ya sabemos que al propio López Obrador se le robó el triunfo anteriormente, tal como ocurriera antes una o dos veces con Cuauhtémoc Cárdenas. Eran los tiempos de la “dictadura perfecta”, como la llamaba el escritor Vargas Llosa, en que el IFE (el equivalente a nuestro Servicio Electoral) era manipulado por el oficialismo.

Esta vez resulta mucho más difícil torcer los resultados, pero nada parece imposible ante el temor que a muchos les provoca el triunfo de un candidato claramente vanguardista, que no teme declarar su izquierdismo y que por varias décadas ha dado testimonio de su consecuencia ideológica. Entre las elecciones del próximo 1 de julio, y el largo tiempo que media constitucionalmente para su asunción al Gobierno, es posible que se encrispen las ya muy tensas relaciones entre los principales actores de la política; que Estados Unidos destape algún plan para evitar la victoria izquierdista y que el caos se apodere intencionalmente de las calles para justificar cualquier asonada militar, aunque los uniformados mexicanos desde hace mucho tiempo que no están tentados en realizar cuartelazos, como en otros países de la Región.

Ya se sabe que México debe ser en la actualidad el país más convulsionado de Latinoamérica a consecuencia de la guerra desatada entre los narcotraficantes, las demandas sociales ahogadas por el sistema económico y el pavoroso desarrollo del delito común, con crímenes tan frecuentes y abominables como el del secuestro. Se calcula que en la actualidad la cifra de asesinatos se ha elevado a 90 casos diarios. Así como abundan los candidatos a gobernadores y a otros cargos políticos que han sido abatidos en plena contienda electoral. Todo esto y mucho más en un país que reconoce que seis de 10 policías no tienen la capacitación necesaria para enfrentar sus funciones.

Manteniendo su perfil progresista y sus ácidas críticas al sistema socioeconómico vigente en México, Andrés Manuel López Obrador ha encarado su candidatura con cautela. Ha buscado dar confianza a los empresarios bombardeados por las campañas del terror e, incluso, ha prometido mantener el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y otros países. Sin embargo, se prevé que su actitud hacia el país del norte promete ser más dura y digna, lo que tampoco es muy relevante después del bochornoso entreguismo del actual mandatario, Enrique Peña Nieto, cuya gestión prácticamente está condenando las pretensiones electorales del PRI.

Si logra imponerse en las urnas, el nuevo mandatario tendrá una misión particularmente difícil, aunque el ejecutivo mexicano tiene en la práctica más hegemonía que el de otros gobernantes de nuestra Región y, desde que asumen sus miembros, cuentan con una guardia poderosa de uniformados que la Ley dispone para su protección y apoyo. Con todo, es muy probable que su partido no logre una mayoría sustantiva en el Parlamento, lo que pudiera ponerle trabas a algunas de sus iniciativas.

Es preciso reconocer, asimismo, que el mundo del izquierdismo tampoco en México demuestra mucha unidad, al mismo tiempo que hay liderazgos o cacicazgos que estarán renuentes a colaborarle, pero la figura de los mandatarios es casi imperial, al estilo de los viejos caudillos aztecas y, por lo mismo, tendrá mucha capacidad de imponerse y gobernar en los más de 30 estados que conforman los Estados Unidos Mexicanos.

Ciertamente que el probable triunfo de López Obrador no será valorado por Donald Trump y sus gobiernos títeres de América Latina y de El Caribe, entre ellos el régimen chileno. No sería extraño que en su sexenio se estimulen las acciones desestabilizadoras, pero de lo que no hay duda es que los empresarios mexicanos, por ejemplo, no tienen el mismo carácter subversivo y poco republicano que sus pares de otros países y, por lo mismo, muchos de ellos puedan concertar buenas relaciones con el nuevo gobierno. Con Brasil, México es uno de los gobiernos más poderosos, vastos y poderosos del Continente y todos sus vecinos, de buenas a primeras, se sienten tentados a mantener sus buenas relaciones con éste. Así como los militares más bien mantienen distancia e independencia frente a los poderes fácticos.

Es importante agregar, además, algo muy importante en la estabilidad política mexicana: la reelección presidencial está prohibida por ley, de tal manera que el presidente, cualquiera sea, debe ocupar la primera magistratura solo por seis años. Así como también en los diputados y senadores la estas crónicas perpetuaciones en los cargos están impedidas.

Quizás el más alto desafío que enfrentará quien asuma el próximo sexenio será darle viabilidad a un país del cual muchos analistas aseguran que se ha desbaratado por el imperio de la droga, la mantención de la pobreza y el hostigamiento constante de su vecino del norte.

 

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