Corrupción, malestar popular, desconfianza, tráfico de influencias, indignación, clase política… la dinámica del idioma es fascinante, pero cuando las palabras que fueron creadas para definir ciertas situaciones o estados de ánimo lo pierden, nos vamos quedando con un lenguaje vacío, con voces huecas que parecieran señalar algo que solo logran esbozar.