Mijaíl Gorbachov ha debido revivir por estos días la memoria de su propio pasado. A sus 90 años, el último líder soviético y precursor del fin del socialismo en la Madre Rusia, ha debido repasar una y otra vez aquel 15 de febrero de 1989 cuando el general Gromov, al frente del 40º Cuerpo Militar, cruzaba sin retorno el “Puente de la Amistad”, poniendo el colofón a la invasión soviética de Afganistán, la peor derrota sufrida por el Ejército que venció a Hitler.
Cuando el 30 de abril de 1975 el rápido avance del Vietcong colapsó las posiciones survietnamitas tomando por sorpresa a los occidentales que residían en Saigón, tuvo lugar una de las más desesperadas evacuaciones que se recuerden. Masivamente, diplomáticos y personal de apoyo de las embajadas de Estados Unidos y sus aliados, amén de extranjeros de distintas nacionalidades y sus colaboradores vietnamitas se hacinaron en las legaciones para huir de los comunistas. Hoy, en Kabul, Afganistán, la escena se repite: ahora se trata de escapar de los talibanes.