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Año XVI, 28 de marzo de 2024


Escritorio

Gabriela Mistral. Re- conocerla

Columna de opinión por Raquel Olea
Viernes 11 de septiembre 2009 17:25 hrs.


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Me he demorado algunos días en escribir sobre las recientemente publicada cartas de amor entre Gabriela Mistral y Doris Dana  para evitar el sensacionalismo de lo que parece ser lo único interesante que hay en ellas, el lesbianismo de Gabriela Mistral. Gabriela Mistral tuvo una larga e intensa relación lésbica -y posiblemente no fue la primera -con Doris Dana (ella fue lesbiana, así se llama el amor entre mujeres). La sociedad chilena ha estado durante años atisbando la sexualidad de Mistral, ahora están las pruebas, explícitas;  intensas  como toda su escritura, la  correspondencia amorosa, las palabras de Mistral a su amada. Si alguien no puede o no quiere verlo, que se pregunte por qué, yo no puedo responderlo.

La correspondencia de Mistral tiene muchas otras aristas, signos  y lecturas más productivas para comprenderla a ella, a su escritura, a su posición en el mundo. Negar la significación de la identidad o el posicionamiento  sexual de un/a sujeto, es negarle una parte de su yo que implícito en todas sus acciones: habla de su lugar en el mundo, de su sensibilidad  y su modo de ser. No podemos negarle a Mistral una parte tan relevante de su yo; con el lesbianismo de Gabriela Mistral no se puede hacer nada, ni elogiarlo, ni condenarlo, ni negarlo; menos eludirlo como si no existiera- eso sería lo peor- es parte de su ser, de su subjetividad femenina, del pliegue de su compleja interioridad, de la ambigüedad en su escritura, de su situarse reservada, secreta y errante; de su modo de respuesta a las clasificaciones que una sociedad pacata como la chilena exige a su ciudadanía.

Las cartas de amor de Gabriela Mistral son eso, cartas amorosas, cartas en la que el sujeto que escribe se encuentra excedido por la vulnerabilidad que lo atraviesa; el miedo a perder al ser amado, la insistente demanda por la presencia de la otra, la angustia frente a la falta de dominio de la ausencia, de la espera; todos ellos signos que constituyen al sujeto que escribe. Hablada por una palabra frágil Mistral construye en estas cartas una sujeto vulnerable, reclamona y demandante, obsesiva, pero también poderosa, aspectos estos propios de su carácter  y su sensibilidad particular,  que la engrandecen por su capacidad de entrega y su pasión por lo que ama. Curiosamente estas cartas tienen más de domesticidad que de reflexiones literarias, políticas o culturales.

Creo que  La niña errante,  incita a preguntas que refieren a las políticas mercadistas que hoy determinan las publicaciones. Gabriela Mistral se preocupaba frente al hecho que sus cartas pudieran perderse -esta pudiera ser una de las razones por las que se nombra a si misma en masculino, puede ser también un juego erótico entre amantes, o quizás, sencillamente un deseo de posicionarse en ese lugar-  más aún, se declara indignada frente al hecho que se haya publicado una carta suya, no le parecía que una carta se hiciera pública, pero aquí estamos hoy leyendo sus más íntimas palabras que fueron destinadas no al público sino a la mujer que podía escuchar lo más reservado de su corazón; ¿Por qué Doris Dana legó estas cartas sabiendo lo que Mistral pensaba? Mistral fue una mujer reservada, las políticas que condujeron su vida pública fueron otras que las de su privacidad. Es cierto que la vida de una sujeto pública pertenece a lo público pero, pregunto, ¿No hay muchas maneras de hacer público un material textual? ¿Es lo mismo hacerlas públicas en el sentido de dejarlas a disposición del público, en una biblioteca o un archivo, donde estudiosos, lectores informados e interesados, investigadores y biógrafos puedan hacerse cargo de su material para un trabajo serio en la producción de conocimiento? ¿Es esto lo mismo que entregarlas al lucro de una editorial comercial y al morbo que espectaculariza su intimidad? La pregunta apela a leer estas cartas con ojos generosos, con inteligencia  y sensibilidad contemporánea para una mujer pensante y para la poeta y la intelectual que nos muestra tanto de lo que somos, sin saberlo. Reconocer el lesbianismo de Mistral es hacerle un reconocimiento a la integridad de su persona. Sin  interesados ocultamientos.

Raquel Olea es doctora en Literatura, académica, crítica cultural e investigadora

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.