La fiesta en torno a la bicicleta comenzó el 13 de septiembre en la Estación Metro Quinta Normal con la inauguración de la exposición Arte y Bicicleta. No deja ser significativo que la muestra se realice en un espacio propio del transporte público, si pensamos que la lucha de Bicicultura es abrir espacios para el uso de la bicicleta como medio de transporte público masivo que ayude a mejorar la calidad de vida de los chilenos. Al mismo tiempo, pienso que una forma de mejorar la calidad de vida está relacionada con la estética de los espacios comunes y cómo estos acogen y sorprenden al transeúnte o al ciclista. Por este motivo, la idea de la exposición es un modo de instalar estéticamente la problemática, intervenir visualmente el metro para generar conciencia en torno a la importancia de este medio de transporte.
Arte y Bicicleta que este año lleva como título “Ciudades para el ser humano, calles para la gente” y cuyo coordinador fue el artista visual Daniel Kohen, tuvo una recepción inusitada. A través de una convocatoria abierta a todo público, tanto profesionales como aficionados, se presentaron centenares de trabajos, nacionales como internacionales, desde la visualidad hasta la poesía, la música y el ensayo, teniendo como jurado a destacados exponentes de las disciplinas aludidas, entre ellos Bernardo Oyarzún, Zinnia Ramírez, Samy Benmayor, Carolina Saquel, Poly Delano, Alejandro Zambra, Osvaldo Peña y Leo Quinteros. Los ganadores obtuvieron una bicicleta como es de esperarse debido al tema del evento, pero no cualquiera, sino las famosas plegables. La exposición es una oportunidad de dar una mirada al arte actual, pues se despliegan obras de diversas técnicas y formatos, cabe destacar el ciclista monumental de Rodrigo Castillo realizado a partir de módulos de palitos de fósforos.
En diferentes países se ha ido desarrollando la bicicultura, tanto con iniciativas privadas y/o públicas. Por ejemplo, desde el 2007 en Barcelona el uso de la bicicleta está integrado en la manera de concebir el transporte público. Ese año se implementó el “BICING”, el cual consiste en un sistema de estaciones de bicicletas que pueden utilizar todos los habitantes de la cuidad que se hayan inscrito. Por medio de una tarjeta (30 euros anuales), se accede en las estaciones bicing a una bicicleta pública por un lapso de 2 horas, en donde los treinta primeros minutos son gratis y luego se cobra una módica suma.
Hay numerosas ciclovías en la cuidad que facilitan el tránsito en menor tiempo. Por lo demás, el éxito del bicing ha sido rotundo en Barcelona, de las 200 bicicletas y las 14 estaciones que se instalaron el 2007 hoy día hay 6000 bicicletas y 200 estaciones. Otras ciudades del mundo también han puesto en marcha el sistema bicing, entre ellas, Bogotá, Paris, Bruselas y en Buenos Aires ya dieron el primer paso para implementarlo.
En nuestro país todavía hay mucho por hacer, ciclo vías, bicicleteros, pero es un hecho que el uso de la bicicleta se ha extendido considerablemente durante estos últimos cinco años, y lo que he visto por mi experiencia en Santiago, es que ya los ciclistas son parte del paisaje urbano de la ciudad. Lo que pareciera señalar uso placentero, de paseo y goce de la ciudad que es algo que falta mucho en nuestro país, disfrutar del espacio público para que sea realmente el lugar de encuentro y esparcimiento de todos nosotros.
El día de cierre del festival de Bicicultura se instala a mí parecer, como una intervención urbana, que unida a las otras actividades organizadas, da vida a una nueva forma de comprender la ciudad, una forma activa y participativa en que el uso de la bicicleta encierra una dimensión política y estética. La planteo como una intervención (colectiva) pues permite una apropiación del espacio público, una alteración en el flujo habitual de desplazamiento urbano y de la mirada en torno a él, una ocupación del territorio (toma de la calle y de los parques) que posibilita nuevas maneras de relacionarse con el espacio público y con las personas, generando necesidades de infraestructura (ciclovías) instalando mecanismos para su uso, cambiando nuestra percepción y experiencia del viaje y de la ciudad.
Creo que instancias como éstas contribuyen a la discusión sobre cuál es la ciudad que queremos, qué uso queremos darle al espacio público frente al avance de las constructoras y sus edificios hormigueros que van tapando de cemento nuestra ciudad, quitando espacios de encuentro, dejándola como si no la quisiéramos para nada.