En su concepción y desarrollo se lucieron Andrés Pérez Sánchez-Morate y Ramón Díaz Eterovic. México aspiraba a su realización.
En mi condición de zorro viejo en estas lides culturales, puedo testimoniar que hacía tiempo no presenciaba una realización tan acabada. Como decían antes: se sacaron los zapatos los del Centro Cultural de España para organizar la semana pasada el primer Festival Novela Negra Santiago Negro que brilló como espléndido calzado de charol. Congratulaciones para Andrés Pérez Sánchez-Marote, director de la institución, y Ramón Eterovic, nuestro escritor líder en materias de misterio.
Después de meses de intenso trabajo, ellos culminaron un encuentro que reunió siete escritores hispanos y dos docenas de chilenos. Aparte de detectives, comisarios, forenses, cineastas, académicos, periodistas, actores, críticos, músicos, cantantes, libreros. Todos al servicio del oscuro y apasionante tema en que se mezclan robos, crímenes, corrupción, delación, interrogatorios, suspenso, pesquisas, revólveres, lupas, disparos, cadáveres, cárceles
Y en torno a las diferentes mesas redondas planteadas con atractivos títulos: ¿Por qué escribimos novelas policiales?, Sociedad y memoria en la novela negra, La investigación de un crimen: trabajo policial y trabajo periodístico, La historia y el genero policial en Chile, Claves para un buen lector de novela negra, ¿Mujeres de armas tomar? o ¿Cómo escribir una novela policial y no morir en el intento? un público entusiasta y numeroso concurriendo a los ocho auditorium dispuestos en distintos lugares de la metropoli.
Pero ese no fue el único gancho para que la gente repletara todas las jornadas la casa española de avenida Providencia. Con un criterio digno de pedagogos, se trabajó la muestra cual si fuera Unidad de Enseñanza. Se atacó el tema de diferentes ángulos. Desde la inauguración al cierre, con un simpático crimen simulado sin resolver de Andrés Pérez, desfilaron por el escenario escenificaciones, radioteatros, jazz del tiempo de filmes de gansters por Natasha Montory, malevos tangos de yiras y fiocas, el grupo español Marta Sánchez Trío. En salones y pasillos, exposiciones de George Simenon, comics, textos, revistas, cuentacuentos, Nintendo videojuegos detectivescos, y, por supuesto, capítulos televisivos de la popular serie Heredia y Asociados.
En tan estimulante ambiente, a la hora de escuchar, por cierto que más allá de los créditos locales Roberto Ampuero o Poli Delano, fueron los escritores peninsulares los que concitaron la atención en su condición de estrellas del género en la madre patria. Para la historia literaria policial criolla vale la pena consignar a Andreu Martin, Domingo Villar, Kama Gutier, Juan Bolea, Mercedes Castro, Juan Madrid y Lorenzo Silva.
Por tratarse de gente de letras, acostumbrados a trabajar más por arte que bienestar económico, siempre cercanos a platos frugales y mostos baratos, no mencionaré la calidad y abundancia de las atenciones brindadas. Me remito a felicitarlos por su sincronizada organización y por haberse adelantado a México en su planificación y ejecución. En la tierra de Carlos Fuentes y Octavio Paz, desde hace tiempo deseaban abordar y difundir la escritura de suspenso en latinoamérica, pero Chile se adelantó. Todo un mérito para el Andrés Pérez Sánchez-Morate, Ramón Díaz Eterovic, sus colaboradores. Y como sentenciaban los guapos del barrio Matadero, el que pega primero pega dos veces, y en el campo afirman los huasos cuequeros que no hay primera sin segunda, a sacar brillo a castañuelas, espuelas, y ponerse de nuevo a pensar en Festival número dos.