La opinión pública se ha visto nuevamente impactada por el llamado caso “colusión de las farmacias”. El Tribunal de Defensa de la Libre Competencia (TDLC) dio a conocer hace unos días, algunos testimonios que son clave para la investigación que realiza la Fiscalía Nacional Económica (FNE) en la sustanciación del juicio que lleva en contra de Salcobrand y Cruz Verde.
La confesión de Gonzalo Izquierdo, ex jefe de ventas del Laboratorio Grunental quien concede que junto a otros empleados de empresas de la competencia se pusieron de acuerdo, al menos en el precio de un medicamento, luego del proceso conocido como la “guerra de precios de las farmacias”, vuelve a escandalizar por su crudeza. Si bien el reconocimiento es muy discreto, ya que sólo a alude a un producto, no deja de causar perturbación en un caso que ha venido a sentar jurisprudencia en la legislación chilena.
La conciliación a la que decidió someterse una de las cadenas coludidas ha sido fuertemente cuestionada desde el plano ético y legal. El reconocimiento de culpabilidad de la FASA fue un hecho inédito en nuestra historia, un costo alto desde el punto de vista moral, pero también tiene otra cara ya que permitió de una vez admitir una verdad que se sabía pero que nadie era capaz de asentir. Fue la aguda estrategia implementada por la abogada Nicole Nehme, la que le permitió a FASA eludir un juicio que le podría haber salido más caro, no sólo desde el punto de vista económico, como lo están enfrentando Salcobrand y Cruz Verde.
Como el burro del Hortelano…
La industria farmacéutica mundial está pasando por un difícil momento en el que todos los dedos acusadores le apuntan, por lo que el caso chileno es sólo otro ejemplo más de prácticas igual o más brutales.
Es por esto que el 15 de enero de 2008, una comisión especial de la Comunidad Europea puso en marcha una investigación sobre el sector farmacéutico. Concretamente, como lo señala su informe final, dado a conocer el 8 de julio pasado, “la investigación pretendía analizar los motivos de los retrasos observados en la llegada de fármacos genéricos al mercado y de la aparente disminución de la innovación del sector, medida a través del número de medicamentos nuevos aparecidos en el mercado”.
Según el informe, en el año 2007, cada ciudadano europeo gastó, como promedio, unos 430 euros en medicamentos, lo que equivale a una cifra de 340 mil pesos anuales, un monto que irá en aumento dado que la población europea envejece, como la nuestra.
La conclusión del informe realizado por la Comunidad Europea se recibió de un modo más bien silencioso o silenciado, según las suspicacias que se tengan, y llegó a la “conclusión preliminar – que confirmaba las sospechas iniciales- de que el comportamiento y las prácticas de la industria de medicamentos originales en Europa contribuían a retrasar la entrada de genéricos en el mercado, así como a dificultar la innovación”. Medios independientes fueron los más críticos al analizar las conclusiones y catalogaron a la industria como una verdadera mafia.
¿Qué sucede en Chile?¿Fue la colusión un síntoma de una enfermedad global? El químico farmacéutico y profesor de las cátedras de Introducción a la Farmacia y Farmacia Social de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile, Hernán Vergara, considera que no una cuestión menor el que “la industria farmacéutica tenga anualmente las mayores ganancias. Es muy chocante, ¿cómo es que ganan tanta plata en un campo tan sensible como es la salud de la población?”. En Chile, sin embargo, no sé si es precisamente una mafia la que está operando”.
Sin embargo, si no es una mafia, al menos no se puede negar que la colusión sea una práctica de tipo mafioso. “Ese sí es un procedimiento mafioso, sin duda. Ahí no tengo duda alguna de calificarlo como tal, porque ellos juegan con la gente, la engañan. La gente en Chile, desgraciadamente, es tan ingenua, no se da cuenta lo que está pasando”. De aquí el profesor Vergara no tenga en situar al sector farmacéutico criollo como al peor del planeta. “El comercio farmacéutico en Chile es el peor del mundo, peor que México, lo que ya es mucho decir”.
Un diagnóstico que también comparte Marcelo Worstman, químico farmacéutico y director del Instituto de Investigaciones y Ensayos Farmacológicos (IDIEF) de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile. “Está muy bien que las farmacias puedan desarrollar sus labores comerciales dentro de un mercado abierto, dentro de un modelo de libre mercado, pero lo que obviamente no está dentro del libre mercado es ponerse de acuerdo con el precio que van a poner en la vitrina”.
Pero no sólo eso. Lo que vino a desenmascarar la “colusión farmacéutica” es que las malas prácticas no estaban sólo en las gerencias, una cuestión de la cual alguna prensa pudo sacar mucha información y que sólo vino a aumentar las dudas sobre la idoneidad moral que existe sobre esta industria en Chile, como lo explica el profesor Vergara, en abusos que no sólo incluyen a los dependientes farmacéuticos, sino que a los mismos doctores. “Muchos laboratorios utilizan un procedimientos llamado ‘la canela’, que consiste en bonificar al vendedor según el número de medicamentos que logra vender de tal laboratorio u otro. Desgraciadamente, ‘la canela’ también existe dentro de los médicos. Muchos profesionales prescriben de acuerdo a un convenio tácito con los laboratorios que les trae como beneficio suscripciones a revistas científicas, participación en congresos, viajes de placer, habilitación de oficinas, etc.”.
El problema de los genéricos
Lo que no deja de llamar la atención es el hecho de que los médicos chilenos sean reacios a prescribir medicamentos en su formulación genérica, cuando está más que demostrado que son idénticos, en cuanto a principios activos , dosificación, forma farmacéutica , seguridad y eficacia, a los medicamentos originales producidos de manera exclusiva por los monopolios farmacéuticos.
Teniendo en consideración los vicios chilenos esto podría explicarse como una práctica mafiosa, sin embargo, en Chile legalmente no existen hoy los medicamentos genéricos, aunque los denominemos de esta manera, debido a que no hay estándar de bioequivalencia, un piso mínimo. “Tuvimos una industria de genéricos en la década de los 60´con el Laboratorio Chile y el Formulario Nacional, sin embargo, hoy los medicamentos más bien se llamarían similares, porque no cumplen el estándar de bioequivalencia”, explica Yuri Carvajal, candidato a doctor en Salud Pública de la Universidad de Chile.
Este estándar es de vital importancia ya que está directamente vinculado con el efecto del medicamento sobre el órgano o el sistema en el cual se quiere trabajar e implica “una comparación entre dos medicamentos que dice que ambos llegan a hacer el mismo efecto”, acota el doctor Carvajal.
La pregunta que surge es ¿qué debiera exigirle un cliente al mercado farmacéutico entonces? “Debería exigirle las pruebas de bioequivalencia y eso me parece que debiera ser información de dominio público. Hay laboratorios chilenos que tienen sus medicamentos con pruebas no para Chile, sino para exportarlos a otros países y esa información debiera ser conocida. Esto debería ir vinculado a una campaña de los médicos, los químicos farmacéuticos, los colegios profesionales que consistiera en explicarle a las personas cosas tan simples como qué es una bioequivalencia. Los pacientes hoy saben lo que es una glicemia y saben lo que es una presión arterial, entonces esto podrían llegar a manejarlo como para poder exigirlo al momento de hacer su adquisición”.
El Centro de Investigaciones Toxicológicas y Farmacológicas de la Universidad de Chile es uno de los dos centros especializados en Chile, acreditado por la Autoridad Sanitaria Nacional (ISP), para realizar Estudios de Bioequivalencia en seres humanos recientemente, aunque el Centro ha funcionado ininterrumpidamente desde el año 1986 con 72 estudios realizados para Chile y otros países. “En estos momentos además de nuestro trabajo de Bioequivalencia, realizamos investigación científica en Farmacocinética y Farmacogenética, y estamos impartiendo desde el mes de mayo el Diplomado: ‘Farmacología Moderna: Del Medicamento al Gen’”, explica su director el profesor Dr. Iván Saavedra.
Los problemas que aquejan a nuestra industria farmacéutica son bastante más profundos y cuesta entender que no haya una discusión pública al respecto. La escasa exigencia de medicamentos genéricos debidamente testeados por parte de los pacientes, empeoran el sistema y permiten que se sigan produciendo tanto en Chile como en el mundo, el vicio de continuar con lo mismo y no presionar para que haya más innovación y desarrollo en una industria que tuvo su época de oro, cuando se preocupaba más de la salud de los seres humanos que de las ganancias que procura la venta de sus productos.
Otro de los aspectos que ha jugado un rol determinante es “la protección patentaria ya que los medicamentos que estaban por cumplir su período de exclusividad, que era y sigue siendo de 20 años, inventaban algo nuevo que era a la postre una modificación, una especie de maquillaje, para así aprovechar las moléculas ya existentes y acreditadas en el medio clínico – agregándole algo, quitándole algo consiguiendo los medicamentos de segunda generación o “me too”(“yo también”), que tenían por objeto impedir el ingreso al mercado a los productos genéricos. Como dato importante a considerar, en los últimos veinte años han entrado al arsenal terapéutico solo dos antibióticos innovadores, todos los demás antibióticos son variantes de antibióticos ya conocidos y utilizados largamente. No es que se haya producido una incapacidad de creación, ni de inventiva ni de creaciones. Seguramente ,hay afanes comerciales que están incidiendo en forma importante en estas decisiones”, explica el doctor Vergara.
Hacia una institucionalidad independiente
Las patentes de los medicamentos son un tema en extremo sensible, ya que es aquí donde las empresas especializadas obtienen sus ganancias. La investigación ha dado paso al márketing y con ello a una permisividad que llega a ser escandalosa y extremadamente delicada. ¿Qué podríamos hacer en Chile para que hubiera más atención en este sector o a la farmacovigilancia, como se denomina en términos técnicos? “Nosotros deberíamos transitar hacia un Instituto de Salud Pública que fuera una agencia independiente, en el sentido que sólo su labor fuera sobre los medicamentos y no como ahora que tiene tareas ambientales, tareas de salud ocupacional, tareas de laboratorios clínicos. Debiera haber una agencia estatal pública dedicada a establecer un sistema de fármaco vigilancia ¿En qué aspectos? Primero, de los efectos adversos que pueden tener los medicamentos sobre las personas. Segundo, sobre la calidad de los medicamentos. Tercero, de los insumos médicos, jeringas, los sueros, todo lo que hoy se usa, los kits de ensayos para algunos exámenes y también lo errores de indicación que también conocemos y los problemas de ineficacia terapéutica. Estoy pensando en algo como el modelo brasileño, donde tú no esperas que los médicos vayan a denunciar o las personas vayan a denunciar, sino que tú buscas activamente los casos en que un medicamento esté generando un efecto adverso”, explica el doctor Carvajal.
Con poder para derrocar
El peso económico de la investigación en farmacología hoy ha sido desplazado a nivel mundial desde los antiguos laboratorios hacia las universidades e institutos que gozan de subvención estatal, por lo que el negocio termina siendo redondo para estos monstruos farmacéuticos, conocidos como los Big Pharma y cuyo mercado en el mundo representa unos 700 millones de euros y está integrado sólo por una docena de empresas gigantescas que controlan nada menos que la mitad de éste.
Tanto es el poder que se les asigna que no extraña la acusación que lanza el director de la Edición española de Le Monde Diplomatique Ignacio Ramonet. “La ofensiva de los monopolios farmacéuticos-industriales no tiene fronteras. También estarían implicados en el reciente golpe de estado contra el presidente Manuel Zelaya en Honduras – dice Ramonet-, país que importa todas sus medicinas, producidas fundamentalemte por las Big Pharma.
Desde que Honduras ingresó al ALBA ( Alianza Bolivariana de los Pueblos de América), en agosto de 2008, Manuel Zelaya negociaba un acuerdo comercial con La Habana para importar genéricos cubanos, con el propósito de reducir los gastos de funcionamiento de los hospitales públicos hondureños. Además, en la Cumbre del 24 de junio pasado, los presidentes del ALBA se comprometieron a ´revisar la doctrina sobre la propiedad industrial´, o sea la intangibilidad de las patentes en materia de medicamentos. Estos dos proyectos, que amenazaban directamente sus intereses, impulsaron a los grupos farmacéuticos transnacionales a apoyar con fuerza el movimiento golpista que derrocaría a Zelaya el 28 de junio último”.
Un acusación que sólo viene a consolidar lo que ya la gente de la calle denomina “farmafias”.