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La ética pierde

Columna de opinión por Wilson Tapia
Jueves 29 de octubre 2009 13:51 hrs.


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“Los negocios son los negocios” es una frase recurrente.  Sobre todo cuando se trata de separar aguas con emociones o afectos. Hoy la idea se puede expresar más mefistofélicamente, afirmando que “El mercado es cruel”.  Lo concreto es que ambas dan cuenta de una puerta grande por la que se escapan no sólo los apegos. También sale por ella cualquier comportamiento ético destinado a respetar a los seres humanos.

La clase empresarial chilena da una buena muestra de ello. Así lo constató la medición realizada por el Barómetro de Valores y Ética Empresarial 2009. La mayoría de los encuestados reconoció que no cree que el comportamiento ético correcto lleve a lograr mayores beneficios. A pesar de que asume que la excelencia, cumplir los compromisos, la honestidad y el respeto, fortalecen la imagen y dan solvencia a la marca. En un nivel aún menos reconocido quedaron valores tales como justicia y equidad, respeto por la vida familiar, transparencia y lealtad. Una percepción contundente, que corresponde a directivos de 57 empresas financieras, industriales y de servicios. 

Esta visión se da en medio de una crisis como en la que nos encontramos.  Con un desempleo que golpea a más de 700 mil chilenos. Y cuando los efectos nocivos sobre el comercio y la construcción parecen haber terminado en uno y amainado considerablemente en la otro. Además, en el sector financiero la situación es halagüeña. Para muestra, algunas cifras.  El Banco Chile declaró que, en septiembre, sus utilidades se incrementaron en 44%, respecto del mes anterior. Eso representó $28.238 millones adicionales.  Los beneficios de Corpbanca tuvieron una variación positiva de 14,2%, lo que significó utilidades por $8.964 millones. El BCI, en cambio, declaró una baja de -28% en relación a agosto.  Sin embargo, en lo que va del año ha acumulado ganancias por $109.218 millones.

El Presidente Patricio Aylwin parece haber tenido razón cuando dijo una de sus frases célebres y que encabeza esta columna: “El mercado es cruel”. Pero en otra oportunidad, y respecto a un tema diferente, pronunció una de sus más reconocidas máximas: “Se hará Justicia en la medida de lo posible”.

Si el mercado es cruel y se lo acepta como máximo asignador de recursos, la justicia que aplique al repartir la riqueza será sólo en la medida de lo posible. Y eso no se determina gracias a una visión ética que defiende la solidez de la sociedad, sino con criterios de utilidad pecuniaria. En otros términos, sólo la denuncia de la crueldad del mercado vale poco o, más claro aún, nada.

Los Presidentes Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet acataron la realidad, como si la política sirviera sólo para seguir caminos ya trazados. Y, en nuestro caso, por una dictadura. Es lo que explica, en parte, la vergonzosa concentración de la riqueza que hoy exhibe Chile.

Los resultados que arroja la encuesta realizada por el Barómetro de Valores y Ética Empresarial 2009 parecen ser una demostración de lo que estamos viviendo.  La ética ha sido sobrepasada en esta búsqueda incesante de beneficios.  El objetivo supremo es alcanzar el éxito. Para ello, la competencia es sin cuartel y se desarrolla contra integrantes de la comunidad, sean estos competidores, consumidores o trabajadores de la misma empresa.  A todos hay que sacarles ventajas.  A los primeros, ojalá dejarlos fuera de juego. De los segundos, intentar que cancelen los más altos precios, sean estos adecuados o no al producto que se les ofrece.  Y a los terceros, pagarles lo menos posible con la excusa de que así la empresa resulta más competitiva.

Hasta aquí, un análisis racional impecable. El problema es que los seres humanos no somos pura razón.  Por lo tanto, el éxito es adecuado a una parte nuestra. Pero no puede quedar afuera de la consideración política y tampoco de la mirada empresarial -aunque resulte extraño- la complejidad del ser humano con su dosis de afectividad e instinto. En otras palabras, razonamos, pero también amamos y somos animales. En definitiva, el éxito no reemplazará jamás a la felicidad como fin del ser humano. A no ser que el objetivo que se persiga sea terminar con la Humanidad como la conocemos, porque el modelo económico actual no es sustentable en el tiempo…y breve.

Esto debieran entenderlo los empresarios, pero especialmente tienen que asumirlo los políticos.  Y asumir significa estar dispuesto a enfrentar los costos que acompañan a tal decisión.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.