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Escritorio

Se lo compro

Columna de opinión por Argos Jeria
Lunes 7 de diciembre 2009 3:55 hrs.


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En el último festival de la canción de Viña del Mar un humorista, imitador realmente agudo, personificaba al candidato presidencial de la derecha dirigiéndose a los chilenas: “Señora, no quiero que me de su voto; se lo compro”. El chascarro provocó primero carcajadas y luego sonrisas amargas, reflexiones. Es que el chiste representa lo más profundo de la alienación hoy imperante en nuestro país, donde hasta los feriantes son comprados para vender frutas y verduras con las poleras de los candidatos del dinero.

La modificación del comportamiento para Skinner es el cambio permanente de conducta a través del reforzamiento positivo. Dentro de estos, el dinero – el salario – parecería ser un instrumento muy efectivo, pues es de fácil manejo: puede graduarse, suprimirse o aumentarse dependiendo de los resultados. No sólo se trata del contrato mediante el cual uno se compromete a realizar una labor por un pago; también está la coima, herramienta privilegiada de la corrupción. Le hago notar que el carácter reforzador del salario, del pago por una labor, no sólo está presente en aquellos trabajos desagradables, aquellos que no haríamos si no nos pagaran; también influye en la cantidad de horas que uno asigna a trabajos en principio agradables: la música, la escritura o la investigación científica.  

Como en muchos otros campos, el arte también ha rescatado el carácter instrumental del salario. En la segunda parte de la saga de El Padrino un grupo de gángsters, jefes de sus respectivas “familias”, se reúne en La Habana pre-revolucionaria de los cincuenta. En algún momento celebran el cumpleaños de uno de ellos, quien maneja los negocios en Cuba – incluyendo las coimas al presidente – y les ha informado de lo estable de la situación en este país con un gobierno amigo. Michael Corleone, el joven Padrino, les dice que ha presenciado un enfrentamiento entre soldados  y un grupo de rebeldes. Alguien señala que estos “son sólo unos locos”. “Puede ser”, dice Corleone, “pero se me ha ocurrido que a los soldados les pagan por combatir, a los rebeldes no”. Cuando el gangster celebrado le pregunta por el significado de sus palabras, Michael responde: “Pueden ganar”. Para quienes la lealtad comprada es la base de su poder, las personas que realizan acciones sin mediar pago resultan potencialmente peligrosas, muy peligrosas.

Por eso el salario fijo y estable es fuente de libertad. También lo es el manejo del consumo superfluo y angustioso. Ambas cosas apuntan en la dirección de superar la esclavitud del salario. Claro que en la medida que nuestro patrón de consumo responde al sabio manejo de nuestro ingreso pasamos a ser menos comprables y, por lo tanto, más peligrosos para quienes quieren usar el salario como fuente de dominación sobre nuestras voluntades. Le hago notar que esto nos debería hacer amigos del avance tecnológico que contribuye a reemplazar trabajos desagradables por procesos automatizados, lo que requiere de organización para que tal cosa se transforme en más tiempo libre y creativo y no en cesantía.

¿Será posible que el manejo del salario modifique irreversiblemente la conducta, generando actitudes permanentes con respecto al trabajo? Puede que no directamente, pues aunque el dinero es un reforzador positivo, es artificial en el sentido de que su presencia parece ser requerida permanentemente. La distribución de volantes de un candidato por un pago no significa que el joven vaya a votar por ese postulante; y qué decir de aquellos que trabajan por lo que su candidato representa en educación, salud, previsión, cultura, sin mediar pago alguno. El verdadero reforzador en el trabajo es la conexión positiva, satisfactoria, con el resultado concreto: un alumno bien formado, un cuento bien hecho, un mueble apropiado, una canción que nos refleja. Y el castigo más efectivo no es el encarcelamiento o las multas sino la censura de nuestros pares. Difícil batalla esta, que requiere estar alerta. Tal vez debiésemos dar una mirada cada cierto tiempo a la portada del disco Nevermind, de Nirvana, donde el bebé inmerso en el agua es estimulado por un billete enganchado en un anzuelo. Eso nos recordará que la búsqueda del Bello Sino está plagada de tentaciones.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.