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Año XVI, 25 de abril de 2024


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Monseñor Jorge Hourton: “La Iglesia necesita una reforma”

En una emisión especial del programa A Fondo de nuestra emisora, Vivian Lavín entrevistó a Monseñor Jorge Hourton, testigo privilegiado de la historia chilena y de la Iglesia en las últimas décadas, quien publicó este año el libro “Memorias de un Obispo sobreviviente, Episcopado y Dictadura” con su testimonio.

Vivian Lavín y D.R.

  Viernes 1 de enero 2010 21:05 hrs. 
Radio-Uchile

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En una emisión especial del programa A Fondo de nuestra emisora, Vivian Lavín entrevistó a Monseñor Jorge Hourton, testigo privilegiado de la historia chilena y de la Iglesia en las últimas décadas, quien publicó este año el libro “Memorias de un Obispo sobreviviente, Episcopado y Dictadura” con su testimonio.
 
Obispo auxiliar de Puerto Montt, Rector del Seminario Pontificio Mayor, Obispo auxiliar del Cardenal Raúl Silva Henríquez, Monseñor Jorge Hourton es un testigo privilegiado de las últimas décadas de la historia chilena del siglo XX.  

Dice que su “forma de actuar es, sobre todo, hablar y escribir”. Su voz ya no está en el púlpito, pero sigue escribiendo. Por ello, publicó este año “Memorias de un Obispo Sobreviviente, Episcopado y Dictadura”.

En ese período, lo motejaron incluso de “el obispo rojo” u “obispo duro”, pero él es consciente de cómo su palabra molestaba cuando confiesa que sus “columnas eran puntudas, irónicas, críticas y denunciantes”.

Usted formó parte durante 33 años de las Asambleas Plenarias del Colegio Episcopal ¿Cuáles de ellas recuerda con especial claridad como reveladoras del momento político de las tensiones que se vivían en Chile en tiempos de dictadura?

Ciertamente fueron tiempos muy difíciles, pero también estimulantes, yo creo que para enfrentar los problemas fue un desafío que nos costó bastante, porque como en todo grupo humano había diferencias de opiniones, de visiones de las cosas, entonces teníamos el deseo de hablar en nombre de todos, como una colectividad, como la Asamblea Plenaria. Lo que admiro es que siempre logramos un definición bastante clara, aunque como en las elecciones, unos ganan, unos no les llena el gusto y otros no les gusta. A veces se produjeron, pero pocas veces, problemas de discrepancias, que se hacían públicas y nuestro ánimo era que no se hicieran públicas, o sea que se presentara un frente unido de la Iglesia, del Episcopado.

Usted, como atento observador de la política coyuntural, de lo que está pasando ¿Cómo recibe hoy esas Cartas Episcopales o lo que se produjo en esas Asambleas Plenarias?

Nosotros nos pronunciamos muy claramente en contra de la Constitución del 80. Pedimos que hicieran declaraciones, que hicieran modificaciones, correcciones y agregábamos que de no hacerse “esta Constitución carecerá de valor legal”, como diciendo que sería nula. Se han hecho algunas modificaciones, pero no se han hecho las principales, las de políticas económicas y las de política educacional, concretamente en la municipalización. Ahora vuelve a salir este tema como un desafío, treinta años después y  todavía no se logra, no se cumple. Por eso me decía yo, sonriendo, el único que tiene la doctrina de los obispos es un candidato apoyado por el Partido Comunista, don Jorge Arrate.
Usted como obispo conoció la realidad en el sur de Chile, la realidad del pueblo mapuche ¿cómo ve las relaciones entre el pueblo mapuche y el Estado chileno hoy?

Se ve que son conflictivas, yo creo que los mapuches tienen derecho a quejarse porque no los toman muy en cuenta, los consideran como ciudadanos chilenos pobres y conflictivos. Algunos dicen que son unos pocos los cabecillas, pero que la mayoría no se preocupa y se ha educado. Pero el Estado no satisface lo que los mapuches piden, que es un reconocimiento de un estatuto especial, una cierta autonomía, es muy difícil pensar cómo tener autonomía sin constituir Estado, porque ellos tampoco piden que les asignen un territorio donde sean Estado mapuche, al menos yo no oído que pretendan eso. Yo creo que entienden la autonomía en el sentido de las autonomías españolas, donde las provincias tienen cierta autonomía lo cual no significa que rompen la identidad nacional.

Hoy hay una crisis enorme en relación a la vocación sacerdotal ¿Cuál es el mayor obstáculo? ¿Hay una crisis de fe, hay una crisis con el celibato, con la estructura de la iglesia?

Hay un poco de todo eso. Es un fenómeno mundial, dentro de lo que conozco que opinan los teólogos es que la Iglesia necesita una reforma. Comenzó una reforma que fue el Concilio que dejó sembrada algunas cosas que todavía no están desarrolladas, los efectos del Concilio generalmente son lentos y críticos, porque  producen el efecto contrario. Así, encuentran que hay que jugarse, hay que afrontar esto y seguir buscando las cosas que hay que cambiar, que hay que modificar, que hay que ampliar, pero no con la mira de tener éxito, porque el éxito no le esta prometido al evangelio, el evangelio no lucha por tener éxito, lucha por enseñar, por evangelizar, porque la gente se convierta.

¿Cómo surgió el conflicto con el ex Cardenal Ratzinger, actual Papa Benedicto XVI?

Cuando yo opiné y defendí el derecho que tenían los parlamentarios católicos de votar por una ley de divorcio que fuera justa y sobretodo que acabara con este sistema que había de la nulidad. Yo apoyé eso y otros obispos decían ‘los parlamentarios deben votar según la doctrina  de la Iglesia’, yo decía ‘deben votar en conciencia’, y si en conciencia creen que una ley de divorcio es necesaria para resolver tantos casos de separaciones, de fracasos matrimoniales, porque se producen fracasos no porque sean malos los contrayentes, sino que por que llegó una situación en que ya no se entienden, no hay amor, es un fracaso de una institución que quiere mantener y vivir el amor. Yo opinaba que ellos podían votar la ley de divorcio y saqué algunas doctrinas que en la ley natural la indisolubilidad  no era de ley natural, sino una consecuencia pero no la misma ley natural, entonces parece que esa explicación no fue tolerada, porque es muy discutible. La iglesia tiene una interpretación, se vale, invoca la ley natural, pero es dueña de la ley natural, si hay una ley natural está antes que la ley eclesiástica.

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