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No estamos solos (en la madrugada)

Columna de opinión por Argos Jeria
Lunes 11 de enero 2010 14:26 hrs.


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Tras la muerte de Franco a fines de 1975 se produjo una brusca apertura cultural que significó, entre otras cosas, el libre ingreso a la cartelera española de varias películas previamente censuradas. Paradójicamente, tal proceso me favoreció durante mi primera visita a Madrid en 1976, pues tuve la fortuna de poder ver La Caída de los Dioses, un clásico del cine de Visconti que fuera estrenado en 1969, y La Tregua, estupenda adaptación de la novela homónima de Benedetti, filmada en 1974. Pero el fin de la dictadura también permitió que los cineastas españoles pudiesen tratar temas previamente prohibidos con menor temor. Ese proceso, sumado al descuido de los censores nacionales, nos permitió ver Asignatura Pendiente de José Luis Garci en Santiago, aunque varios años después de ser filmada y estrenada en España en 1978. Allí, un joven abogado laboral dedicado a representar dirigentes sindicales perseguidos – personificado por José Sacristán – se reencuentra con una casi novia de la época escolar, con quien tiene un romance que se mantiene hasta poco después de la muerte del caudillo. Me gustó tanto que desde hace algunos años he buscado el DVD, infructuosamente hasta hace poco pues lo encontré finalmente (y en oferta) en la Fnac de Madrid como parte de una colección recién editada de películas de Garci.

Repasé  los títulos y las descripciones de otros filmes del autor sin la intención de llevar más que aquel que tanto había buscado. Pero hubo uno que me llamó la atención, pues la portada mostraba al mismo José Sacristán hablando frente a un micrófono en lo que parecía un estudio de radio. La síntesis en la contraportada del DVD decía que, efectivamente, la cinta – también de 1978 – narraba la historia del conductor de un programa radial nocturno titulado Solos en la Madrugada, donde combinaba música y muy personales comentarios acerca de las actitudes en realidad española de entonces; es decir, una estructura muy parecida a mi programa Bello Sino. No pude evitar adquirirlo y lo vimos hace poco con mi mujer en casa. Quedamos sorprendidos. En medio de canciones de la década del sesenta tanto en inglés como en castellano, el personaje dirigía a sus auditores comentarios contundentes y ácidos – aunque también amenos – contra un pasado que había frustrado el desarrollo intelectual de toda una generación de españoles. El paralelo con mi viejo programa Con Los Ojos del Sesenta nos resultó evidente. Pero mayor sorpresa nos causó observar el giro que experimenta el programa una vez que su conductor pasa por varias experiencias, incluyendo su rechazo a un ofrecimiento para irse a la BBC de Londres. Con una nueva actitud, se le escucha llamando a encontrar maneras de construir un mejor futuro, es decir, lo que usted y yo entendemos por un Bello Sino.

Alguna vez argumenté que la cantidad de aliados en la búsqueda de un mejor destino colectivo eran muchos, unos conocidos y otros anónimos; músicos, escritores y pintores, pero también dueñas de casa, estudiantes, oficinistas, obreros, profesores y jubilados. Deberé ahora incluir a personajes de ficción, fruto de la imaginación realista de un director de cine. Es que no estamos solos, ni en la madrugada ni a plena luz del día.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.