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El terremoto chileno que fue tsunami en el Pacífico

Columna de opinión por Hugo Mery
Lunes 1 de marzo 2010 11:43 hrs.


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Los extranjeros a menudo endilgan a los chilenos cualidades que catástrofes como la del sábado ponen en cuestión, ya que ciertos empresarios de la construcción y el comercio no son ciertamente “hijos del rigor”.

En un mundo sensibilizado por la tragedia de Haití, y con un tsunami que se abrió paso a lo ancho del Océano Pacífico, el terremoto en Chile concitó la atención de los medios de comunicación internacionales. No sólo los diarios electrónicos y de papel y los noticiarios de radio y televisión  destacaron la catástrofe en portada y titulares, actualizándola constantemente. Algunas cadenas hemisféricas la retuvieron en transmisiones ininterrumpidas, como CNN en español desde Atlanta y Telesur desde Caracas.

Está claro que el solo hecho que se trate de un sismo grado 8.3 en la escala de Richter lo hace –con sus consecuencias humanas y materiales- una noticia relevante, pero a él se añaden dos elementos. Primero, medios y círculos de opinión consideran a Chile situado en las antípodas de una nación pobre y desvalida como Haití y que la naturaleza castigue con fuerza aún más desatada –“cien veces más”, dijeron algunos- a un país pujante -que consideran modélico entre las naciones en desarrollo le da una dimensión distinta al caso haitiano: la de un éxito que puede frustrarse.

Incluso ciertas publicaciones avalan la tesis de que los chilenos son “hijos del rigor”. Así lo expresó en un leído artículo el diario El Mundo de España: “Cada cierto tiempo lo que construyen con esmero se les viene abajo. Esto imprime carácter. La conciencia de los límites humanos ha hecho que los chilenos sean humildes”.

Un extranjero aseveraba, además, por televisión, que la regularidad sísmica del país le ha hecho carecer de patrimonio arquitectónico y urbanístico, lo que es a todas luces una exageración. La conciencia telúrica de los antiguos constructores se tradujo en inmuebles e infraestructura antisísmica, que se sostuviesen ante los temblores del suelo. Otra cosa son los programas de conservación patrimonial de las últimas décadas, no siempre decididos y eficaces. Y un baldón para la conducta del chileno es la irresponsabilidad con que se vienen construyendo las viviendas nuevas. Ahí está ese emblemático edificio habitacional de Maipú, a punto de caerse y que deberá ser demolido: la empresa que lo vendió a modestas e ilusionadas familias incurrió sencillamente en una conducta criminal en su afán de abaratar costos y aumentar el lucro.

Ciertos agentes privados no son “hijos del rigor”, sino meros practicantes del rendimiento económico que ponen en cuestionamiento las alabanzas en el exterior al desarrollo chileno. De igual modo el saqueo de un supermercado en Concepción –con algunos individuos actuando por necesidad, otros por aprovechamiento- sugiere una escasa solidaridad de ciertos poderes comerciales para abastecer oportuna y organizadamente a la población.

El otro elemento que concitó la atención mundial lo constituyeron las olas gigantes que ocasionó, por desplazamiento, el movimiento telúrico en Chile, haciendo peligrar las costas de Nueva Zelandia y de Hawai. Esto último hizo comparecer en los jardines de la Casa Blanca al Presidente Obama para expresar sus condolencias y ofrecer ayuda y alertar sobre un tsunami en la isla donde vivió.

Ese es otro asunto al que deberán abocarse las autoridades nacionales: hacer que la ayuda mundial ofrecida se canalice adecuadamente y resuelva con certeza las necesidades reales que plantee el terremoto chileno que fue tsunami en el Pacífico.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.