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Hugo Mery

El terre-maremoto que desnudó a Chile ante el mundo

El Katrina chileno reveló a los servicios de inteligencia interesados graves carencias de infraestructura y un diseño de equipamiento errado. Las políticas públicas correspondientes priorizan la defensa antes que la seguridad, como si armas y naves bastaran para asegurar la integridad de un país.

Editora Diario Electrónico

  Viernes 5 de marzo 2010 14:36 hrs. 
Radio-Uchile

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El Katrina chileno reveló a los servicios de inteligencia interesados graves carencias de infraestructura y un diseño de equipamiento errado. Las políticas públicas correspondientes priorizan la defensa antes que la seguridad, como si armas y naves bastaran para asegurar la integridad de un país.

Pese a los halagos que prodiga a los chilenos la prensa española –en contraste con las letanías de siempre de ciertos medios peruanos-, la imagen nacional puede resentirse un poco por las consecuencias del terre-maremoto del sábado.

Es cierto que algunos importantes poderes financieros como el FMI y el Banco Mundial sostienen que Chile está bien preparado económica, material y mentalmente para enfrentar las consecuencias de la tragedia, extrayendo incluso algunos efectos favorables de la reconstrucción sobre el empleo. Pero también es cierto que nada de lo  ocurrido ha escapado a la mirada internacional.

Después de difundir las imágenes del estallido social y los saqueos y de los edificios nuevos inclinados por fallas estructurales, hubo ecos en el extranjero de las polémicas entre las fuerzas armadas y el gobierno por la alerta de tsunami, el transporte aéreo y naval de la ayuda y la entrega a las tropas del control del orden público.

Las críticas por un supuesto rechazo a la ayuda extranjera vinieron más bien del diario “El Expreso” de Lima, amplificadas por medios locales, y se acompañaron de quejas porque las autoridades de Santiago no agradecieron siquiera la solidaridad peruana.

Lo que hubo verdaderamente fue una declaración a los periodistas del canciller Mariano Fernández a de que primero había que hacer una lista de prioridades para indicar qué se necesitaba exactamente. Eso fue todo.

Más allá de los teléfonos móviles, hospitales de campaña y equipos electrógenos y de diálisis y de puentes mecanos y postones que trajeron u ofrecieron personalmente en sus viajes relámpago Lula, Clinton, García y Ban Ki-Moon, las necesidades ante la emergencia revelaron fallas fundamentales: carencias de infraestructura y un diseño  de equipamiento errado, a partir de políticas públicas que priorizan, por ejemplo, la defensa antes que la seguridad, según lo han señalado expertos en estas materias.

Si es por comunicaciones, Chile no gana una guerra, dijo con acritud un comentarista. El país podrá estar bien equipado con aviones, barcos, blindados y todo tipo de municiones, pero cómo dirigir ese poderío tiene que ver con una coordinación que descansa en las comunicaciones, los abastecimientos y una conectividad plena entre el poder político y el militar. Ciertas actitudes ligeras de un comandan te en jefe –el de la Fuerza Aérea, Ricardo Ortega, en contraste con la entereza y hombría del almirante Edmundo González-, ponen de manifiesto ante los servicios de inteligencia interesados que subsisten las desconfianzas recíprocas entre el estamento castrense y el civil. Que esas asperezas vayan a limarse en un gobierno de derecha es algo que está por verse, porque la resistencia que puedan tener los uniformados es a los políticos en general.

Pero el análisis de inteligencia trasciende un escenario bélico, porque el terre-maremoto demostró que la seguridad del país está en cuestión y eso atraviesa los límites de la defensa. Ambos elementos se conjugan en una ecuación en que la lógica de la guerra se impone, llevando al Estado a priorizar armas y naves por sobre un igualmente costoso sistema de comunicaciones y prevención.

El Servicio Hidrológico y Oceanográfico de la Armada  -el SHOA- se reveló precario en esta emergencia y poco certero. En cuanto a rapidez, ésta corrió más bien por cuenta del Centro de Alerta de Tsunami del Pacífico en Hawai. Desde Honolulu un geofísico de esa estación intentó advertir de inmediato al SHOA, pero no pudo hacerlo, porque, pese a que logró comunicarse, el funcionario de turno que lo atendió sencillamente no hablaba inglés.

Una circunstancia así puede derribar mucho de lo que durante años se haga por construir una imagen país y ese es parte del menoscabo que ha sufrido Chile con su Katrina propio ante los ojos del mundo. Pudo ocurrirle a cualquiera y de hecho le pasó a la potencia estadounidense en 2005, pero claramente en lo del sábado último no hubo parsimonia presidencial sino más bien una cierta ineficacia de las instituciones predeterminada por las carencias infraestructurales. 

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