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La OEA en la era Insulza

Columna de opinión por Hugo Mery
Viernes 26 de marzo 2010 16:02 hrs.


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El próximo reto del reelecto secretario general será otra vez Honduras, cuyo nuevo gobierno pedirá la readmisión. La firme resistencia de los países del Alba echará al viento la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños creada en la última Cumbre de Cancún.

Las sonrisas de satisfacción y buena crianza que inundaron la reelección de José Miguel Insulza al frente de la OEA no lograron ocultar los nubarrones que se ciernen sobre el organismo hemisférico. Incluso la tormenta que podría desatarse tiene fecha y lugar preanunciados:  junio próximo en Perú.

Entonces la asamblea general se someterá a la presión para que Honduras –el país miembro número 34, que no pudo participar en la aclamación de Insulza- sea readmitido, después de cercenar el mandato del presidente Manuel Zelaya y reemplazarlo mediante un discutido proceso electoral. Las naciones del Alba se opondrán al reingreso y posiblemente hagan lo mismo Brasil, Argentina y México, que se han negado hasta ahora a reconocer el gobierno salido de aquellas  elecciones. Las nuevas administraciones derechistas de Panamá y Chile de seguro apoyarán la moción de Estados Unidos, Colombia y Perú.

Esto puede marcar un punto de inflexión en el sistema interamericano, el que empezó de alguna manera a esbozarse en la Cumbre de Cancún de febrero último. Allí se proclamó la formación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en reemplazo del Grupo de Río y de la Cumbre regional de Jefes de Estado y Gobierno. Aunque sólo en 2011 se redactarán las reglas operativas de la nueva Comunidad, algunos creen que el caso hondureño dará la ocasión a Venezuela, Nicaragua, Cuba, Ecuador y Bolivia para proclamarla como sustituto de la OEA, un objetivo que Lula y el presidente mexicano Calderón descartaron en Cancún mismo.

El asunto se sitúa justo en el centro del debate que marcó la reelección del chileno Insulza por cinco años más: cómo hacer más operativo el sistema continental frente a las violaciones de la democracia y los DDHH y cómo dotarlo de capacidades preventivas ante a los intentos de atropellarlos. Por un lado están quienes ven como paralizante la coexistencia en un mismo organismo de los EEUU y América Latina y en el otro extremo los aliados incondicionales de Washington. Al medio se despliega una amplia gama de gobiernos de centroizquierda que están conscientes de las serias limitaciones de la OEA. Estos regímenes no están dispuestos a declararla muerta y reemplazarla por la nueva Comunidad, pero saben que la salida de cuatro miembros activos convertiría una crisis crónica en aguda.

El mismo hecho que el secretario general haya sido reelecto sin contendores estaría sugiriendo una falta generalizada de interés por encabezar una institución que tiende a caer en “la irrelevancia”, según dijo el embajador venezolano Roy Chaderton.  Insulza se quedó solo en la carrera no porque sea un pánzer a los ojos de América, sino porque –en palabras del ex ministro peruano de RREE Luis González Posada- se prefirió a “un anestesiólogo en política internacional, que ha mantenido durante cinco años adormecida a una organización importante, en vez de revitalizarla, impulsarla y darle fuerza creativa”.

Esta opinión es, sin duda, exagerada, aunque sea sólo por el hecho que el secretario general es un mandatario de lo que los estados miembros le pidan hacer. Que esto es paralizante lo prueba por lo menos el que chavistas, anticastristas y algunos de los que están al medio critiquen su gestión, en especial por los ítems Cuba, Honduras y Venezuela.

¿Por qué, entonces, tan vetusta institución sigue concitando atención política y medial? Tal vez otra figura que usó el mismo ex canciller peruano González Posada sugiera una respuesta: Se trata, dijo, de “un carro poderoso, de gran motor, pero que tiene las cuatro llantas desinfladas”. O acaso no sea más que por pura inercia, la misma en que se desenvuelve un organismo prohijado en 1948 y que intentó renovarse en 2001 con una Carta Democrática de volátil aplicación.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.