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Consumo de sal y salud

Columna de opinión por Antonio Infante
Miércoles 14 de abril 2010 10:32 hrs.


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Las llamadas intervenciones poblacionales en salud pública benefician a mucha más gente que la construcción de hospitales o las consultas médicas. Eso está demostrado desde el siglo diecinueve o antes.

La reciente epidemia de diarreas en Antofagasta es una demostración de lo que sucede cuando estas medidas fallan. Por ahorrar, la empresa encargada no se agregó cloro al agua y las hortalizas se regaron con aguas servidas. Se reprodujo lo que sucedía en Santiago a fines de los 70 cuando las parcelas de los alrededores se regaban con aguas contaminadas del Mapocho. Una adecuada fiscalización y una empresa responsable hubieran evitado el problema.

En el caso anterior dejó de hacerse una intervención ya probada. No subir los impuestos al alcohol y cigarrillo es también negarse a una medida ya probada que beneficia a muchos. Espero que los parlamentarios tendrán esta vez el coraje para hacerlo en aras de la reconstrucción nacional.

Hay otra medida ya probada y que tiene gran impacto en la salud de la población. Se trata de regular el exceso de contenido de sal de los alimentos. El 75% de la sal que consumimos diariamente viene en alimentos procesados. Es mucho más eficaz negociar con la industria de los alimentos y los restaurantes que pedirle a la gente que no use el salero en la mesa.

Para alguna industria la sal es un buen negocio y por ello se oponen a estas medidas con campañas parecidas a la de la industria tabacalera. Muchos de los productores de alimentos para aperitivos y cocteles tienen intereses en la industria de las bebidas; agregar sal a los alimentos como los famosos pollos marinados aumenta su contenido de agua y con ello el peso final.

Por eso la negociación con la industria es el primer paso y si ello no resulta la voluntad política para dictar reglamentos que prohíban esas prácticas es la alternativa.

Estadísticas recientes señalan que Japón y Finlandia que aplicaron estas medidas desde los años 70 han reducido su mortalidad por infarto y enfermedades al corazón en un 80% gracias a un menor número de hipertensos. Muchos países europeos y hace poco Estados Unidos han iniciado regulaciones drásticas en el contenido de sal de los alimentos acompañadas de campañas de información a la población y una rotulación de envases de gran visibilidad.

Ya lo señalaba, estas medidas son más baratas y eficaces que construir hospitales. Se necesita sólo voluntad política. Ojala la misma energía que mostró la subsecretaria de salud pública para solucionar el problema de Antofagasta la use ahora en la instalación de intervenciones poblacionales saludables. La regulación de la sal en los alimentos y aumento en los impuestos al alcohol y cigarrillo son medidas que se pueden tomar ya y beneficiarán a muchos chilenos y chilenas de todas las edades.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.