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Año XVI, 28 de marzo de 2024


Escritorio

Curas pedófilos a comienzos del siglo XX: los Jacintos

Columna de opinión por Rafael Gumucio
Martes 11 de mayo 2010 18:05 hrs.


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El tema de la pedofilia en la iglesia no tiene nada de nuevo: desde la apropiación de la herencia de Constantino el Grande, el papado siempre ha adorado el poder, especialmente el becerro de oro. Entre el culto al mamón y el sincero amor y seguimiento a la doctrina de Jesucristo se ha desarrollado la historia de la iglesia – entre el carisma y el poder-. Conozco una serie de sacerdotes, de altísima calidad espiritual – Esteban Gumucio, Mariano Puga, Rolando Muñoz, al padre José Aldunate, Felipe Berríos, entre otros; todos ellos honran a la fe católica. Dentro del clero también hay otros, pastores de vacas gordas, – servidores de los ricos- muchos de ellos malditos pederastas, que serían como los seguidores de la Puta de Babilonia, tan bien denunciada el la obra del escritor colombiano, Fernando Vallejo.

Durante mucho tiempo, el papado escondió la brutalidad de la existencia de curas  y obispos pedófilos en las parroquias y diócesis; la heredera de Constantino, adoradora del poder, no atinó sino a esconder, tal vez por miedo a perder prosélitos, esta basura moral y escándalo cada vez más público. Qué duda cabe que hay responsabilidad directa de los dos últimos papas, especialmente, al no denunciar a tiempo hechos que no sólo constituyen delitos, sino que también un horrendo abuso de la calidad de sacerdotes. En el fondo, lo más grave es que el papado y  el gobierno de la iglesia en general se jugaron por proteger la putrefacción moral, dejando indefensas a las víctimas.

El caso de Marcial Maciel, fundador de Los Legionarios de Cristo es, por cierto, el más grave y emblemático conocido hasta ahora: no sólo construyó una red de protección al incluir dentro de las reglas el secreto y el seguimiento fiel a la autoridad, sino que también Maciel y Los Legionarios de Cristo fueron los predilectos del papa Juan Pablo II en su ultra reaccionara monarquía dentro del Vaticano. Nada se saca con acusar a Maciel de ser un verdadero demonio, que violó a sus propios hijos y a muchos de sus seguidores, cuando cada día se descubren nuevos casos de sacerdotes pedófilos, en distintas latitudes, incluso en Chile, con el caso Karadima.

La pedofilia en los curas es una práctica muy antigua: en 1903 se acusaba a los sacerdotes de Los Sagrados Corazones de violadores de sus discípulos; no pocas veces este delito era asociado al celibato eclesiástico,  “el hombre casto es grueso, gordo, a veces demasiado, sus colores son frescos y femeniles: ¿por qué los Franciscanos, el Dominico y otros frailes muestran por lo general ese aspecto de falsa robustez y gordura excesiva que han explotado la sátira y la pintura? Porque son castos. Única razón. ¿Por qué el salesiano, el jesuita…son delgados, huesudos, pálidos y contemplativos? Porque no son castos”. (Gonzalo Vial, Vol I, TomoI:79).

De El clericalismo en América Latina,1914, publicado por Belén de Zárraga, una anarquista, librepensadora y feminista, me permito citar los siguientes párrafos: “Cerrar la puerta a lo natural y saltará por la ventana – decía Voltaire- frase que sintetiza el gravísimo error de esta disciplina eclesiástica…las consecuencias de este celibato las anotan frecuentemente los tribunales de justicia en las causas incubadas sobre repugnantes delitos” Pareciera, estimado lector, que Belén estuviera escribiendo hoy.

En 1905 se produjo en Chile el escándalo del colegio de San Jacinto, los Hermanos de las Escuelas Cristianas: “el escándalo trasciende al público. La Prensa hace denuncias que horrorizan a la gente honrada. Por la sala del tribunal la procesión de víctimas. Niños de diez y once años prestan declaraciones que a todo hombre violentaría. Padres indignados acompañan a sus hijos en el triste calvario; y madres doloridas ven, con el mayor de los desconsuelos, como aquellas almitas que ellas cultivaron como flor delicada, han sido ya iniciadas en las grandes depravaciones…pero también en este caso el pueblo halló modo de vengar esta afrenta, hecha al decoro, divulgando una frase sangrienta. Cuando designa a esas gentes a quienes la ciencia declara anormales y la moral monstruos, los llama ¡jacintos!” (Citado por Rafael Gumucio Rivas, Belén de Zárraga, librepensadora, anarquista y feminita, Rev. Polis, vol 3, no.9, 2004:42-44.

En la actualidad, el conflicto entre laicos y clericales, entre conservadores y radicales, está completamente superado, por consiguiente, a iglesia no puede culpar a los agnósticos, masones o ateos de emprender una campaña para denigrarla. Es un hecho que los delitos de pedofilia se van conociendo a medida que algunos se atreven a denunciarlo y que las autoridades de la iglesia poco poder tienen ante las evidencias flagrantes. Estamos ante una crisis del papado, aún más grave que aquella que encabezara  el monje agustino Martin Lutero, cuya salida todavía no se visualiza.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.