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Nueva estrategia de seguridad nacional de EEUU: palabras y hechos

Cada cinco años, el Presidente de los Estados Unidos presenta al Congreso una Estrategia de Seguridad Nacional. Ese documento es la visión y grandes líneas del papel de su país en el mundo, como garantizar la seguridad y de qué forma trabajar con otros actores del sistema internacional.

Mariano Aguirre, Radio Nederland

  Martes 15 de junio 2010 15:57 hrs. 
Radio-Uchile

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En la última estrategia de seguridad nacional presentada por el ex presidente George W. Bush, sobresalía el interés por preservar un papel predominante en el mundo a través de la fuerza. El contexto de esa estrategia era el ataque del 11 de septiembre de 2001 y la denominada “guerra contra el terror”. La forma de desarrollarla estaba conectada a la voluntad neoconservadora de expandir la democracia a través de medidas coercitivas y utilizar la guerra preventiva si fuese necesario.

La estrategia de seguridad nacional del presidente Barack Obama presenta a los Estados Unidos post imperiales. El texto insiste en el liderazgo de ese país, pero tiene un fuerte contenido multilateralista, apoyo a las Naciones Unidas, colaboración con las potencias emergentes, y diálogo y compromiso en contra del uso de la fuerza.

Dimensión interna

A la vez, el texto pone un gran énfasis en la dimensión interna. Implícitamente los autores reconocen que Estados Unidos tiene una serie de problemas económicos y financieros, que su sistema interno de salud y educación es deficiente, y que para ser potencia hegemónica y ejemplo de valores democráticos y sociales fuera, hay que empezar por casa.

En este sentido, la nueva estrategia es muy interesante y valiosa porque sigue la línea de Obama desde su campaña electoral de reconocer los problemas internos del país y plantearse una política cooperativa hacia el mundo en vez de una de confrontación.

Palabras y hechos

El problema de las 56 páginas del texto es que se trata de un manual de buenas intenciones para una potencia post imperial, pero que se corresponde cada vez menos con lo que el gobierno de Obama está haciendo. Al igual que sus famosos discursos en Turquía y Egipto en 2009, la estrategia hace un llamado al diálogo con el mundo islámico, pero mientras Washington se siga mostrando tímido ante Israel y continúe con una estrategia de guerra carente de objetivos claros en Afganistán, las palabras se quedan sólo en palabras.

El documento plantea cooperar con las potencias emergentes, pero cuando recientemente Brasil y Turquía llegaron a un acuerdo con Irán para que parte del uranio enriquecido fuese procesado y controlado fuera, Washington contestó promoviendo nuevas sanciones contra Teherán y desechó la propuesta de Brasilia y Ankara.

El abismo se hace evidente también en otras áreas que Obama ha tratado de abanderar como, por ejemplo, el sector energético. Mientras que el documento propone la cooperación internacional para la lucha contra el cambio climático, y mientras la catástrofe ecológica en el Golfo de México amenaza con hundir parte del prestigio de Obama, la política energética de Estados Unidos continúa siendo altamente contaminante.

Algo similar ocurre con la defensa de los derechos humanos y la declaración manifiesta contra el uso de la tortura que hace el documento, pero Guantánamo sigue operando y el gobierno de Obama mantiene a presos sin juicio y sin acusación, de forma muy similar al gobierno de Bush.

Alianzas

En el campo de las alianzas el documento no sale de las líneas tradicionales: reforzar la cooperación con Europa y Asia, prestar atención a los emergentes, entre los que se menciona a Brasil. América Latina, en la misma línea que Washington ha mantenido en la última década, casi no aparece: seguridad fronteriza con México, y nada más.

En política las palabras y los hechos suelen ir por caminos diferentes. La estrategia de seguridad nacional de Obama, como muchos de sus discursos, muestran al primer presidente que reconoce que el mundo ha cambiado, amplía su visión de los riesgos no militares, y admite que Estados Unidos ya no es líder sino que debe operar dentro de un sistema multipolar complejo. La gran duda es si durante su presidencia la burocracia gubernamental y el sector privado estadounidense aceptarán ese hecho y comenzará la adaptación.

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