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El Mundial: tentación para políticos

Columna de opinión por Hugo Mery
Viernes 18 de junio 2010 13:20 hrs.


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Las imágenes del Presidente Piñera compartiendo con los damnificados de Dichato las ansiedades y alegrías del debut chileno en el Mundial de Sudáfrica pusieron en primer plano la utilización política que puede hacerse del deporte más popular del orbe, sin que esto signifique necesariamente reprobar la conducta del Mandatario y algunos de sus ministros: no porque haya demasiados ejemplos históricos del uso de esta arma en el mundo, sino porque Piñera es un auténtico hincha y su estilo mediático lo lleva a sacar partido de todas las situaciones, siempre que haya cámaras y comunicadores de por medio.

En esta línea, quedarse a dormir en una mediagua en la víspera del partido Chile-Honduras fue sólo un exceso más y pueden esperarse muchos aún en lo que resta de su mandato.

Sacar rédito político de una fiesta social es algo que se intenta tanto en dictadura como en democracia, pero no es seguro que haya resultados categóricos en una u otra. En América Latina es un clásico el empeño de la dictadura militar argentina de hacer que el Mundial de 1978 sacara de foco los horrores de la cruenta represión de que hizo objeto a sus adversarios. Fue como esconder la mugre debajo de la alfombra, así como en regímenes con garantías civiles sólo se logran esconder por un tiempo los problemas y su solución.

Es cierto que, como testimonia el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, presos y carceleros se unieron en un solo grito ante cada gol argentino, pero eso no cambió en definitiva la relación entre ambos estamentos, una vez acallados los ecos del fervor mundialista. Al contrario, Videla y sus compañeros de armas creyeron que durante y después de la fiesta podían actuar con menos control público.

En el caso del Presidente constitucional chileno, sus ocasionales contertulios de Dichato no se tragaron todo: aplaudieron más a la animadora del evento que al Mandatario y señora durante “la previa” y después le criticaron –según reporta El Mercurio- que no se haya reunido con ellos para abordar los serios problemas de salubridad que les aquejan. Los dirigentes del establishment opositor, con toda la perplejidad que puedan producirles los inciertos logros populistas de Piñera, no dejaron de resentir que, apenas producido el gol nacional, el gobernante lo haya usado para urgirlos a aprobar su plan de reconstrucción post-terremoto.

Así la unidad nacional no se logró después de esos instantes de magia futbolera. En Honduras, país rival en la cancha, no se obtuvo siquiera una tregua en la víspera: un ex ministro del derrocado presidente Zelaya fue asesinado por un enardecido comensal en un restaurante.

Tampoco es seguro que pueda girarse al crédito político del actual presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, la concreción, por primera vez en la historia, de una sede en el continente. Aquejado por un escándalo sexual – a pesar de su calidad de polígamo-, Zuma, pudo sentirse en la gloria en el acto inaugural, junto a otros Mandatarios como los de México y Bolivia, pero sin duda que resonó fuerte la ausencia del héroe nacional, Nelson Mandela.

Justamente, la ruta abierta por el hombre que desafió y rompió el apartheid, incluso en la cancha de juego del rugby, mostró el verdadero camino político de una fiesta globalizada, movida por multimillonarios intereses económicos y monitoreada por un ente multilateral como la FIFA: el de la integración de razas y pueblos, aunque sea a través de una competencia. Así fue desde las Olimpíadas de la antigua Grecia. Lo importante es que no vuelvan a usarse  como las de 1936 en la Alemania nazi para la propaganda de bastardos diseños nacionalistas y raciales.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.