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La suerte del 10:

Ni Messi pudo salvar de la eliminación a Maradona

Cristopher Antúnez

  Lunes 5 de julio 2010 10:05 hrs. 
Radio-Uchile

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El histórico triunfo de Chile sobre Argentina con gol de Fabián Orellana, no sólo desató una catarsis colectiva, obra de la primera victoria sobre los trasandinos, sino también terminó con el ciclo de Alfio Basile al mando de una selección trasandina llena de dudas y contradicciones. Fue entonces cuando el presidente de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), Julio Grondona, haciendo gala de su inmejorable muñeca, sacó un as bajo la manga, el mejor remedio para esta enfermedad. Sí, darle el seleccionado argentino a un hombre capaz de acallar cualquier crítica posible, un tipo que generaría mucho más atención que los once jugadores en cancha, un verdadero semidiós para el pueblo, claro: Diego Armando Maradona.

“El pibe de oro” no tenía gran experiencia como entrenador, sí como experto crítico de  cualquier mortal que se haya sentado en la banca albiceleste (Pasarella, Bielsa, Pekerman, Basile, fueron sus víctimas) y desde esa trinchera no perdonaba derrotas, no tenía compasión por los errores y menos, dejaba pasar por alto algún revés con rivales de menor fuste.

Maradona debutó con el buzo ante Venezuela de local  con un cómodo 4-0 y en su segundo partido, tuvo que subir hasta La Paz para recibir una humillante paliza de manos de los bolivianos (1-6). Cualquier entrenador al mando de esa selección derrotada hubiera perdido el cargo apenas tocaba la loza de Ezeiza, pero el Diego es el Diego y la excusa de la altura calló no sólo al periodismo deportivo local, sino también al hincha.

Un inmerecido triunfo por 1-0 ante Colombia, otra vez en Buenos Aires, le daría un poco de oxígeno a un equipo millonario con necesidades de mendigo.  Cuarto partido de la era Maradona y otra vez aparecía la altura para complicar la clasificación. Ecuador los vencería inapelablemente 2 a 0.

Diego no tenía oportunidad para pensar, ni defenderse. Tenía que actuar rápido porque venía Brasil, el enemigo deportivo número uno de los argentinos. Muy en el estilo “maradoniano”, el DT decidió cambiar la localía del estadio de River Plate lleva el clásico sudamericano a una cancha más chica, una que le meta presión al equipo de Dunga y se juega por Rosario. Luis Fabiano, Kaká, Elano y compañía  no tuvieron compasión alguna con el otrora mejor jugador del mundo, un 3-0 tan doloroso como categórico. A esas alturas no sólo abundaban las críticas contra Maradona, contra Messi, contra Grondona, sino además, por primera vez desde que se instauró el sistema de todos contra todos, la poderosa Argentina tenía reales posibilidades de quedarse afuera de la gran cita mundialera.

Cuatro días después del “desastre de Rosario”, Argentina volvería a perder, esta vez con el Paraguay de Martino, 1-0 en Asunción. La prensa argentina estaba “on fire”, el seleccionado había perdido cuatro de los seis partidos disputados y el crédito de Diego Armando Maradona se estaba acabando. Perú, último en la tabla de posiciones, con una de las generaciones más pobres en lo futbolístico, le dio dura batalla a la oncena argentina. Hasta el minuto 90 empataban 1-1 en el estadio Monumental de Buenos Aires. Hasta que aparecería Martín Palermo para marcar en tiempo de descuento el 2-1 y se transformaría en el salvador del técnico. El resto es muy sabido, triunfo ante Uruguay en el Centenario, abrazo con Bilardo y las frases dedicadas a la prensa que incluso le valieron una amonestación de la FIFA.

Luego de la gran tormenta en que se transformaron la eliminatorias mundialistas, Diego Maradona tenía razones de sobra para estar contento; por un lado le había tocado un muy buen sorteo, con un grupo muy accesible y por otra parte, su niño mimado –Leo Messi-  atravesaba un gran momento futbolístico, ante lo cual el hincha no paraba de hacer una analogía entre lo que significó Diego para la selección campeona del ‘86 y de lo que podría significar el astro del Barcelona, para la selección de Diego.

Llegó el mundial y Argentina ganó en forma cómoda su grupo, con un Messi de buen rendimiento –no rutilante- con Higuaín dueño del gol y hasta con Palermo marcando en un mundial. Además, Maradona se transformó en un personaje  muy seguido por los medios internacionales, ya que en sus conferencias de prensa atacó a Pelé, a Platini, a la marca deportiva que hizo el balón “jabulani” y a cualquiera que osara ponerse en su contra.

El triunfo 3-1 sobre México aumentó la soberbia del técnico argentino y creyéndose campeón antes de jugar los partidos, tuvo la mala idea de criticar a su próximo rival –Alemania- argumentando que sólo sabían correr, y con medios argentinos fue más allá: se ufanó que Schweinsteiger “tenía miedo”.

Alemania ganó 4-0 y terminó con los sueños de Maradona y de 33 millones de argentinos que creían ciegamente en la “suerte” de Diego, y en el “príncipe” Messi, que luego del partido terminó como el peor de los vasallos. “Este es el fútbol que le gusta a los argentinos” diría Maradona en la conferencia final. Lo que no queda claro es qué quiso decir, pues en ningún caso podría gustar  perder 4-0 ante una demostración tan acabada como la que dieron los alemanes. Quizás, dentro del desorden imperante de ideas que afectaban al “10” lo que quiso expresar es que el fútbol que desplegaron los germanos es realmente “lo que quiere la gente”.

Tantas incoherencias para un hombre de carne y hueso, que la vida lo ha puesto en un sitial que marea,  confunde y trastorna.Un técnico al mando de una de las selecciones más importantes del orbe, que clasificó con un 50 por ciento de rendimiento y que en el mundial fue vapuleada por la primera selección de nivel que enfrentó, la lógica y la experiencia indica que renuncia o de lo contrario es despedido de inmediato (que lo diga Dunga). En el caso de Maradona es diferente, pues no sólo no renuncia –como ameritaba la situación-  sino que es recibido por veinte mil argentinos a su llegada a Buenos Aires, no por haber realizado un gran mundial (en el anterior, José Pekerman volvió eliminado invicto, sólo vencido por los locales en definición a penales), ni tampoco por haberle ganado a un gran rival como Brasil o Inglaterra. La gente se volcó a las calles única y exclusivamente para, una vez más, demostrarle a Maradona que a él se le perdona todo y no importa la peor de las derrotas ni el peor de los bochornos. Maradona es un Dios. El problema no es que la gente lo crea, el drama es que él también.

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