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El real trasfondo del conflicto laboral del Transantiago

Columna de opinión por Julio Hurtado
Martes 6 de julio 2010 16:29 hrs.


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A propósito del conflicto gremial que está viviendo una empresa alimentadora del Transantiago en la zona sur de la ciudad, y el posible finiquito del contrato de parte de las autoridades de gobierno a dicha empresa, surgen algunas inquietudes que es necesario comentar y que apuntan a elementos más estructurales del transporte urbano.

El transporte público en nuestras ciudades no es un problema sobre el que se deben ocupar solamente los técnicos. El transporte público es un problema social, político, económico y cultural. Lamentablemente, el mundo político se ocupa muy livianamente de esta temática, ya que aparentemente no está en la agenda política, social y de los medios.

El transporte urbano tiene diferentes modalidades que, curiosamente, corresponden a diferentes sectores sociales, y que son contradictorios entre sí. Es así que la persona que utiliza su automóvil para desplazarse dentro de la ciudad está generando una congestión mayor. Es así que si las cuarenta  personas que ocupan como promedio un bus fueran en su propio automóvil, ocuparían la calle por casi dos cuadras.

Por lo tanto, la persona que transita en automóvil congestiona de 100 a 200 veces más (y contamina cinco veces más) que si lo hiciera en transporte público. Y por este hecho, los automovilistas no asume un costo mayor. Es decir, el conductor de automóvil no internaliza las externalidades negativas que produce.

Ya que el automóvil y el bus ocupan las mismas calles, esto se traduce en una mayor demora  para las personas que usan el transporte colectivo, que es la gran mayoría de la población.

Para muchas personas utilizar el transporte público les significa pasar arriba de un bus casi cuatro horas diarias.

Se produce aquí un círculo vicioso,  ya que los sectores medios o altos  no se subirán a un bus mientras la calidad de estos no mejore. Esta situación necesariamente significa aumentar el parque automotriz y los problemas del sistema de transporte urbano.

Por lo tanto, vemos una distribución desigual en la ciudad de Santiago con respecto al transporte: los sectores de más altos ingresos congestionan sin costo para ellos, mientras los sectores de bajos ingresos deben pasar largas horas en un sistema de transporte de mala calidad.

Además de la inequidad social, el tema del transporte público de mala calidad y segregador en su uso constituye una inexplicable rémora en los servicios de una ciudad que, como Santiago de Chile, ha hecho grandes esfuerzos por mejorar, tecnificar y democratizar los servicios públicos. Sin duda hace falta que la sociedad en general, y por lo tanto las autoridades, tengan una visión más integradora del desarrollo de la ciudad.

En algún momento debemos tomar conciencia y decir basta respecto a  una ciudad que se construye y desarrolla de manera tan desigual. Proceso en el cual el transporte público juega un rol fundamental. Por lo tanto, reiteramos, el tema del transporte (y del desarrollo urbano en general) no es un problema tan solo técnico, sino que, principalmente, es un problema político.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.