El 12 de julio se cumplieron seis meses del devastador terremoto ocurrido en Haití, en el que murieron 300.000 personas y tras el cual gran parte del país quedó en ruinas. 1,8 millones de personas viven en campamentos precarios, en condiciones sanitarias inadecuadas, o inexistentes, sin electricidad y con muy poca seguridad, así como también sin ningún tipo de resguardo del calor intenso y las lluvias cada vez más fuertes. La violación, el hambre y la desesperanza son amenazas constantes para la gente que está atrapada en los campamentos. Hace seis meses, el mundo pareció unirse en el compromiso de ayudar a Haití a recuperarse. Ahora, medio año después, los escombros siguen en el mismo lugar, y el sufrimiento envuelve los campamentos, sofocados por el calor, empapados por la lluvia.
Luego de aterrizar en Haití, viajamos a uno de los más de 1.350 campos de refugiados, el Campamento Corail. Este campamento fue emplazado cerca de Titanyen. Allí se arrojaban los cadáveres durante el primer golpe de Estado contra el Presidente Jean-Bertrand Aristide. Tras el terremoto, el lugar fue utilizado como fosa común improvisada.
Corail se encuentra en una llanura de gravilla blanca, colmada de filas ordenadas de carpas. Durante el día, sin árboles que protejan del sol, el campamento se vuelve extremadamente caluroso.
Un habitante de Corail, Romain Arius, me dijo: “Ya no podemos continuar así en la situación en la que estamos viviendo aquí en carpas. Les pediríamos que nos den lo antes posible las casas que dijeron que nos darían para que nuestra situación mejore”.
Un día después de volver del campamento Corail nos enteramos que una tormenta derribó al menos 94 carpas y obligó a cientos de habitantes a huir en busca de refugio.
Los haitianos están enfadados y se preguntan a dónde fueron a parar los millones de dólares donados inmediatamente después del terremoto. La organización Disaster Accountability Project descubrió que de las 197 organizaciones que pidieron dinero luego del terremoto, tan solo seis han puesto a disposición informes públicos que detallan sus actividades.
La “comunidad donante internacional”, integrada por los países más ricos, comprometió más de 9 mil millones de dólares, pero hasta la fecha tan solo Brasil, Noruega y Australia pagaron la totalidad de la cifra que prometieron. Gran parte de los 1.150 millones de dólares prometidos por Estados Unidos están demorados en el Congreso.
Patrick Elie, un activista haitiano por la democracia de larga trayectoria y ex Secretario de Estado para la Seguridad Pública de Haití, me habló acerca de la propiedad de la tierra y del gran número de muertes a causa del terremoto:
“La tenencia de tierra en Haití es un caos total. Esto también es consecuencia del comportamiento de las élites haitianas durante siglos. Se adueñaron de tierras, especialmente tras la independencia y el fin de la esclavitud, que deberían haber sido de propiedad comunitaria. Y por supuesto, ahora hay mucha discusión acerca de quién es dueño de qué pedazo de tierra”.
Patrick Elie dice que en este momento de emergencia que le da al gobierno la facultad de expropiar tierra por interés público, la pregunta clave es qué tierra será confiscada: ¿la tierra comunitaria que los campesinos utilizaron durante siglos, o las grandes extensiones de tierra de las élites?
También hablé con Sean Penn. Sí, el actor ganador de dos Oscar de la Academia de Hollywood, que vino a Haití luego del terremoto. A poco de haber vivido en carne propia un problema médico de su hijo adolescente, que fue sometido a una importante cirugía, Penn se quedó horrorizado ante las historias que escuchó sobre las amputaciones sin anestesia que se estaban realizando en Haití. Penn fundó la organización de ayuda J/P Haitian Relief Foundation (jphro.org) y ha estado en Haití durante cinco de los últimos seis meses, administrando un campamento de refugiados en el Club de Golf de Petionville, que alberga actualmente a 55.000 haitianos desplazados por el terremoto.
Sentado en una gran carpa, Penn se mostró frustrado. Comparó los recursos que gasta Estados Unidos en la guerra en Afganistán, con Haití. Dijo: “Creo que Afganistán es una operación absurda. Y una de las razones es que aquí puede haber una operación productiva ‘a favor de Estados Unidos’. Imagina el caso de Haití de esta forma. Ahora hay una guerra aquí, y con las próximas tormentas la situación seguramente se agravará, pero no hay una cara visible a la que odiar, no hay un país al cual criticar, no hay recursos naturales, y las caras aquí son negras.”
Penn dice que J/P HRO estará en Haití durante un largo tiempo: “Pensamos adaptarnos, ajustarnos a las nuevas necesidades que surjan. Creo que nuestra próxima gran iniciativa será remover los escombros y trabajar con organizaciones aliadas para que la gente regrese a los barrios y vuelva a trabajar. Pasar del manejo de campamentos a la gestión y el activismo comunitarios.”
Patrick Elie defiende el liderazgo del pueblo haitiano en la reconstrucción: “Somos un pueblo que puede defenderse solo. Tenemos una visión de hacia dónde queremos ir. Necesitamos amigos, pero no necesitamos gente que piense por nosotros, ni que nos tenga lástima”.
Según el Washington Post, hasta el momento solamente se ha entregado el 2 por ciento de la ayuda prometida para la reconstrucción. La temporada de huracanes acecha Haití, y millones de personas cuentan con que todos nosotros cumplamos nuestras promesas.