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Efecto dominó en el juego sudamericano

Columna de opinión por Hugo Mery
Viernes 6 de agosto 2010 9:50 hrs.


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Los viajes del Presidente Piñera por el sur del continente dan cuenta de una febril actividad en la región, por los contenciosos entre algunos países y los intentos de mediación de otros. El más candente de esos diferendos es, sin duda, la ruptura de relaciones entre Venezuela y Colombia, parte esta última a la que el Mandatario chileno hará, de muy buen grado, el gesto insoslayable de asistir al  traspaso del mando de Uribe a Santos.

Ambos son sus amigos y aliados políticos, por lo que la proverbial locuacidad de Piñera tendrá que someterse a una necesidad de Estado: la de mantener buenas relaciones también con el fogoso Hugo Chávez, no sólo cabeza de una nación importante, sino líder, además, de una alianza de la que forman parte dos interlocutores clave para Chile: los presidentes Correa  y Morales.

En el tablero de dominó regional el litigio con que Lima arrastró a Santiago ante La Haya lleva a considerar a Quito como una pieza que podría tener un rol tal vez decisivo en el juego. De ahí que el Presidente peruano Alan García le haya prodigado tantas muestras de afecto a su par ecuatoriano, asegurándole que los límites marítimos entre ambas naciones continuarán inalterables por el paralelo, la misma la línea divisoria que le negó a Chile.

Pero García, un viejo zorro aprista convertido al neoliberalismo, ha juzgado oportuno también un acercamiento con el nuevo Presidente chileno, convenciéndolo de hacer algo que su antecesora, Michelle Bachelet, no aceptó: encapsular el litigio fronterizo y descongelar todos los otros ítems de la relación binacional. Un consentimiento que ha sido criticado por los especialistas en Relaciones Exteriores de la Concertación.

De cualquier manera, Piñera logró que Ecuador dé un paso que lo lleve a favorecer implícitamente la postura chilena en la Corte Internacional de Justicia: la ratificación, en una declaración conjunta, de la plena validez de los tratados de límites marítimos de 1952 y 1954, firmados también por Perú. Esto viene a configurar un contexto político que La Haya deberá considerar, ya que un fallo favorable a la pretensión limeña podría tener, como efecto dominó, un eventual intento de revisión también  de la frontera marítima de Perú con Ecuador.

La actividad regional tuvo otro pasaje en la cumbre del Mercosur, que concitó una mayor atención por los vacíos que la tensión colombo-venezolana evidenció en la OEA y Unasur, entidad esta última en la que el secretario ejecutivo, Néstor Kirchner, decidió no emplearse a fondo, pese a que el cargo así se lo exige.

Frente a sus colegas de Mercosur, el Mandatario chileno debió darse cuenta de que su retórica futurista, que alude a un pasado de muchas frustraciones, debe ceder ante las urgencias de la hora. Estas las recogieron la Presidenta Cristina Fernández y sobre todo –y con vehemencia- Lula da Silva. El Mandatario brasileño que se va –no sin antes venir a Chile a una cita integracionista- enfatizó el imperativo del diálogo entre gobernantes de signo opuesto, develando que la búsqueda de conciliación es lo que ha guiado su liderazgo regional.

Piñera tiene la manifiesta voluntad de transitar por ese camino, pero tendrá que dar múltiples exámenes de su capacidad para sortear los obstáculos de los contrapuestos y entrelazados intereses en juego.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.