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Vejez y dependencia

Chile envejece y no tiene quién lo cuide

Según los datos del Estudio Nacional de la Dependencia en las Personas Mayores, desarrollado por el INTA, Centro de Microdatos de la U. de Chile y el Senama, uno de cada cuatro adultos presentan un grado de dependencia para realizar sus labores cotidianas. Una cifra preocupante si consideramos que Chile es el país con mayor esperanza de vida de la región y aún así no posee políticas que se hagan cargo del tema. A su vez, el 90 por ciento de los cuidadores, son mujeres que no reciben ayuda y postergan su propia vida por el cuidado de los adultos mayores.

Daniela Ruiz

  Lunes 16 de agosto 2010 21:09 hrs. 
Radio-Uchile

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De acuerdo a datos de Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en nuestro país la expectativa de vida de la población promedia los 79 años, llegando a 81, 5 en las mujeres y 75, 5 en los hombres. Los datos convierten a Chile en el país más longevo de Sudamérica, superando en cuatro años más al promedio de toda la región.

Sin embargo, el incremento de la esperanza de vida, que ha aumentado en 22 años desde 1960, no sólo conlleva cifras positivas como la disminución de las enfermedades infectocontagiosas y la mortalidad infantil sino también indicadores preocupantes que señalan que la población está envejeciendo sin que se hayan tomado las medidas adecuadas para asegurar una buena vejez.

Es así como el Estudio Nacional de la Dependencia en las Personas Mayores, realizado por el Instituto de Nutrición y Tecnología (INTA) y el Centro de Microdatos, ambos organismos de la U. de Chile, por encargo del Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama)  arrojó que un 24, 1 de adultos mayores presentan algún grado de dependencia para realizar sus labores cotidianas. Es decir, uno de cada cuatro mayores de 60 años necesita de alguien para vivir día a día.

La jefa de la unidad académica del INTA, Cecilia Albala, agregó que según la investigación las condiciones que determinan la dependencia de adultos mayores, como el acceso a la educación y salud se acentúan en poblaciones de estratos socioeconómicos bajos, como por ejemplo en las zonas rurales.

“La dependencia es muy superior en el área rural, donde afecta a un tercio de la población de mayores de 60 años. Es casi el doble a las personas que están en el sistema público en relación a las de las Isapres y para cualquier grado de dependencia, siempre es mayor la prevalencia mientras menor es la escolaridad. El estudio refleja una desigualdad brutal de clase”, indicó Albala.

La muestra de carácter nacional, por regiones y con representación urbana y rural, es decir, una verdadera radiografía del adulto mayor en Chile, también señala que gran parte de ellos se encuentran en el quinquenio de 60- 64 años, con un 23 por ciento del total de la población. El indicador alerta, pues considerando que las tasa de dependencia se incrementa a partir de los 75 años, en un corto plazo aumentaría la cantidad de chilenos que necesitan de terceros para realizar sus labores cotidianas.

En este sentido, el presidente de la Sociedad de Geriatría y Gereontología de Chile, Juan Carlos Molina, señaló que los  mayores de 60  “no temen a la muerte, sino a convertirse en carga”, es por ello que los desafíos en esta área tienen que ver con prevenir la dependencia e incentivar la participación e integración de los adultos mayores.

“Tenemos que darles elementos para la prevención, tratamiento oportuno y elementos ciudadanos que les permitan mantenerse autónomos. Cuando hay algún grado de discapacidad tiene que responder todo el sistema social y médico para que prontamente esa discapacidad no progrese y se transforme en dependencia. Si llegamos a la dependencia, debemos desarrollar estrategias para la atención digna que necesitan los adultos mayores”, sostuvo Molina.

Al respecto, la jefa de Planificación del Senama, Patricia Alanis, aseguró que la institución ha desarrollado una serie de iniciativas que buscan promover la auto valencia en los adultos mayores, así como enfrentar los distintos grados de dependencia que sufre el 24, 1 de ellos, a través de programas como Asesores Senior, el Fondo Nacional del Adulto Mayor y el Programa Vínculos. No obstante, reconoce que son medidas que deberían extenderse a un mayor grupo de  la población y apuntar a una política nacional en este sentido.

“Este año terminamos el Estudio de la Dependencia y el año pasado el Libro de las Personas Mayores, que da cuenta de la situación de los programas que hay en lo público y lo privado para ellos. Esta generación de contenidos está haciendo que nosotros podamos ir definiendo políticas públicas de mayor alcance, con programas que se están piloteando para seguir atendiéndolas. La meta es que las personas mayores de este país sientan que no es una tragedia envejecer”,  afirmó Alanis.

Pero en la dinámica de la dependencia, existe un actor invisibilizado, que generalmente se posterga en post de asumir el cuidado del adulto mayor. Se trata en un 90 por ciento de mujeres, esposas, hijas o nueras que cuidan sus familiares por más de doce horas diarias y  de las cuales dos tercios no se toma vacaciones hace más de cinco años.

Es el caso de María Espinoza, cuya madre de 90 años enfermó hace más de cinco  de Alzheimer y comenzó a realizar sus actividades diarias cada vez con mayor dificultad.  Como hija única, María tuvo que dejar su trabajo a los 54 años y acoger a su progenitora en casa, asumiendo el cuidado de la anciana solo con el apoyo de su familia.

La situación, dice, no solo le ha afectado emocionalmente sino también ha mermado la forma en que lleva su vida. “Ella hasta antes de enfermarse era una persona muy independiente y me ha costado, como hija, aceptar el cambio. Ha afectado mi independencia, yo no puedo llegar e ir algún lado si no tengo con quien dejarla. Me ha coartado mis ganas de hacer cosas”, afirmó Espinoza.

Lamentablemente, el grupo de mujeres que funciona como cuidadora informal de un familiar, según el doctor Molina, actúa de acuerdo al modelo de ensayo y error,  se estresa y con frecuencia puede sufrir de enfermedades porque también posterga su autocuidado. Según el geriatra, “no basta con amor, tiene que tener capacitación, pero a la vez tiene que tener respiro, hay que darle una mano”, asegura.

Pese a ello, solo los cuidadores que atienden a enfermos postrados tienen derecho a obtener un subsidio del Estado y los programas de cuidadores especializado que buscan darle un descanso a aquellos que velan por sus adultos mayores haciéndose cargo de la tarea unas veces por semana, son iniciativas que funcionan solo en algunos municipios.

Es así como las altas tasas de esperanza de vida implican también hacerse cargo de cómo y de qué manera se tiene que enfrentar una vejez de calidad, pues como señala la doctora Cecilia Albala “no sacamos nada con seguir aumentando la expectativa de vida, si ésta no es saludable”. Un desafío al cual ya estamos llegando tarde.

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