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Energía v/s medioambiente: El dilema de las centrales termoeléctricas en Chile

El rechazo generalizado al proyecto Barrancones que pretendía construir una central termoeléctrica en las cercanías del santuario natural de Punta de Choros, reabrió el debate en torno a las políticas energéticas que implementará nuestro país en el futuro. Sin embargo, el Plan de Obras de la Comisión Nacional de Energía aún tiene contemplados al menos diez proyectos propulsados a carbón para los próximos diez años. Iniciativas que ponen barreras a cumplir con el compromiso de reducir nuestras emisiones de dióxido de carbono y de privilegiar las energías limpias.

Loreto Soto

  Viernes 27 de agosto 2010 19:29 hrs. 
Radio-Uchile

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Los más de cuatro mil kilómetros de costas que posee Chile le permiten generar una serie de actividades productivas, como la pesca y el turismo, pero además, se han convertido en terreno fértil para la instalación de un nuevo protagonista de las playas: las centrales termoeléctricas.

La progresiva construcción de este tipo de empresas energéticas saltó al debate durante esta semana con la decisión de la Corema de Coquimbo de autorizar el proyecto termoeléctrico Barrancones a unos 25 kilómetros de uno de los santuarios de la naturaleza más importantes del país: Punta de Choros. La indignación fue tal que se organizaron masivas protestas en distintas ciudades y el Presidente Sebastián Piñera negoció con la transnacional Suez Energy para reubicar la planta. Finalmente, la firma de capitales franco -belga anunció que no era viable cumplir con la petición del Mandatario, por lo que el proyecto no se construiría y que “analizará otras alternativas mejores”.

Pero aún no es momento de cantar victoria. Pese a la oposición ciudadana, recientemente se dio luz verde a la termoeléctrica Campiche de la empresa nacional AES Gener en el sector de Puchuncaví. La zona había sido declarada como medio ambiente saturado, precisamente, a consecuencia de las actividades de la termoeléctrica Ventanas de Codelco, la Central Termoeléctrica Quintero y la Termoeléctrica de Con Con, las que operan en un radio que no supera los 40 kilómetros.

Todos proyectos que tuvieron fuerte oposición de las comunidades aledañas. ¿La razón? El principio de las termoeléctricas es generar calor para calentar agua y producir vapor a presión que hace funcionar turbinas que generan electricidad. Utilizan combustibles fósiles, como el gas o el carbón en estos casos, y para poder trabajar extraen agua del mar devolviéndola con cloro y un aumento, en promedio, de cuatro grados de temperatura.

Según el video de la campaña “Salvemos Punta de Choros” con la cantidad de agua que se vierte en el mar se podría llenar en ocho horas el estadio Maracaná, situación que adquiere niveles de peligrosidad mayores si se considera que la diferencia de temperatura que se produce con las corrientes del Niño y la Niña, que asciende a dos grados, causan grandes problemas en todo el ecosistema. Con cuatro, el daño claramente es más importante.

El carbón que se utiliza en Chile además es el denominado “carbón piedra” que tiene altos contenidos de metales pesados, como azufre, y una serie de componentes químicos que al ser combustionados producen altos niveles de gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático, y se generan más de 388 mil 280 toneladas de ceniza al año.

Por eso sorprende que la política energética de Chile de los últimos años haya optado por privilegiar este tipo de industrias. Para la coordinadora del programa de Medio Ambiente de la Fundación Terram, Paula Vasconi, esto se explica porque “las decisiones no se han tomado a mediano y largo plazo, sino de acuerdo a la coyuntura. Tuvimos una sequía que provocó una crisis energética. Después se optó por cambiar al gas natural que provenía de Argentina, que de los combustibles fósiles era el menos contaminante. Pero cuando el gas comenzó a faltar, las termoeléctricas optaron por combustibles más contaminantes como el diesel o el carbón. Y, en general, como no hay lineamientos para una política energética estratégica de país, funcionamos en base al mercado y éste prioriza la más barata             que, en términos de los costos por megawatt de inversión, es la termoeléctrica generada a carbón”.

Según los expertos, este proceso también ha sido empujado por la explosión de la actividad minera, que cada vez requiere mayores inyecciones de energía para poder funcionar. En la actualidad, la minería consume el 30 por ciento del total de la energía del país y para el futuro se espera que la demanda siga creciendo. De hecho, la inversión para la expandir el sector en los últimos 20 años fue de cerca de 20 mil millones de dólares y sólo para los próximos siete años ya se tienen contemplados 50 mil millones de dólares con el mismo objetivo.

De hecho, el plan de obras que tiene la Comisión Nacional de Energía para los próximos diez años contempla la construcción de diez centrales a carbón en el norte de Chile, donde está el foco de la actividad minera.

Las centrales térmicas a carbón consideradas en construcción son CT Andina (con una potencia de 150 MW) que estima una puesta en operación a fines de este año; Hornitos (150 MW) para marzo del 2011; Angamos Primera Etapa (230MW) para abril de 2011 y Angamos II (230 MW) para octubre de 2011. Asimismo se recomienda iniciar las obras de Mejillones I (200 MW), hacia septiembre de 2018, Tarapacá I (200 MW) para abril del 2018; Mejillones II (200 MW) para junio del 2019; Mejillones III (200 MW) para octubre del 2019, Tarapacá II (200 MW) para abril del 2020 y Tarapacá III (200 MW) para mayo del 2021.

Es por eso que, a juicio del director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales, Lucio Cuenca, “aquí estamos en un círculo vicioso que claramente tiene que romperse no sólo no construyendo, sino que modificando la estrategia de desarrollo de explotación de recursos naturales de manera intensiva y sin ninguna intervención del Estado”.

Tampoco hay que perder de vista que los convenios internacionales exigen que los productos exportados sean elaborados de manera limpia, es decir, presentando la menor “huella de carbón posible”, convenio al que también está afecto el sector minero.

En este sentido, el jefe del Centro del Medio Ambiente de la Universidad Católica, Luis Cifuentes, aseguró que “todas nuestras exportaciones usan electricidad y el contenido mayor de carbono a la hora de la generación aumenta la huella de carbono de los productos, lo que puede significar barreras comerciales en el corto y mediano plazo”.

Por eso, más que nunca, queda a prueba el compromiso del Gobierno de lograr que de aquí al 2020, el 20 por ciento de la matriz energética esté compuesta por Energías Renovables No Convencionales. Además entra también en el juego el acuerdo de disminuir las emisiones de gases de efectos invernaderos que deberá zanjarse en noviembre en Cancún junto a todos los Estados miembros de la ONU. Compromisos que será imposible de materializar si continuamos basando nuestro consumo energético en las centrales termoeléctricas.

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