Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 19 de abril de 2024


Escritorio

Transantiago, los errores los paga la ciudad

Columna de opinión por Julio Hurtado
Miércoles 15 de septiembre 2010 20:24 hrs.


Compartir en

Debo hacer un mea culpa personal. Siempre creí en el Transantiago, tanto desde el punto de vista de su ideología y sus principios (creencia que, debo reconocer, aún sostengo), como hasta su desastroso diseño e implementación.

Ahora, las nuevas autoridades, pertenecientes a los mismos sectores ideológicos que tanto profitaron políticamente del desastre, anuncian nuevos y profundos cambios.

Con los antecedentes que hasta el momento se conocen, se puede afirmar que la orientación fundamental de la reforma privilegiará una visión libremercadista, lo cual, en el caso concreto de Transantiago, se debe traducir en una mayor competencia entre los recorridos. Por lo tanto, más que eficiencia, lo que se busca cumplir es un concepto ideológico.

El paradigma histórico de esta orientación es el de las micros amarillas. El único sistema de transporte urbano público en el mundo en que el Estado no subsidiaba monetariamente. Pero, atención, lo subvencionábamos los santiaguinos, con un servicio malo, peligroso, irracional, en el que las calles de la ciudad estaban a su merced. Pero, esas externalidades no constituyen cifras a considerar para los talibanes del mercado.

Paradójicamente, esta orientación ultraliberal de la reforma al Transantiago, va acompañada de una extraña forma de “populismo”, ya que se busca facilitarle el uso del transporte público, especialmente a los más pobres, eliminando los transbordos (cuestión absolutamente necesaria), utilizando mayor cantidad de calles (atentado urbano), promoviendo la competencia entre distintas empresas (con resultados criminales).

Lamentablemente, el Transantiago no logró generar una masa crítica de apoyo que pudiera defender los avances logrados. Por lo tanto, estos gestos populistas constituyen un fácil y superficial intento para legitimar la vuelta de un modelo de transporte público en el cual se privilegia principal y únicamente al mercado.

Quizás la gran responsabilidad que tuvieron los gobiernos pasados, responsables de esta situación, es que, por hacerle un guiño a la derecha, forzó el diseño institucional del Transantiago de tal manera que no hubiera subsidio. La Concertación, como coalición de gobierno, no tuvo la capacidad y claridad política para plantear un sistema serio, controlado, en que el Estado asumiera un subsidio permanente, como ocurre casi en todos los sistemas de transporte público urbano del mundo.

Creo, pesimista, que vienen largos años de oscurantismo urbano. Olvidémonos de un sistema de transporte urbano de calidad, democrático, que suba a las clases medias al bus y que desincentive el uso del automóvil.

Toda la razón tenía mi amigo, el ingeniero Marcelo Salinas, experto en el tema, quien ante mi entusiasmo inicial por el Transantiago, me planteaba todos los puntos débiles del sistema, anunciándome un escenario terrible, que ahora se hace realidad, en el sentido que ante la falla del diseño y de la implementación del Transantiago se cerraban en Chile una serie de reformas necesarias, en el campo urbano, al menos por una generación.

Esta “contra-reforma” anunciada del Transantiago así lo demuestra.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.