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Economía en riesgo

Columna de opinión por Roberto Meza
Jueves 30 de septiembre 2010 20:44 hrs.


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Aunque la prensa económica ha insistido en que la recesión en EE.UU. terminó en junio del 2009, indicadores recientes parecen mostrar lo contrario. El propio multimillonario, Warren Buffett, ha dicho que “es perverso hablar de recuperación”, afirmando que “la recesión continúa”. Desde luego, los índices de producción, empleo, consumo, ingresos, vivienda y gastos financieros en EE.UU. han ido en retroceso, acelerando su caída en las últimas semanas. El dato de desempleo para septiembre se prevé superior al de agosto, llegando a un 9,9% oficial y cae la confianza del consumidor; mientras el PIB para el tercer trimestre mostrará una desaceleración en torno al 1,2% en EE.UU. y de 0,6% en Europa.

El dinero barato que circula Estados Unidos –con una tasa de instancia de casi cero- y el viejo continente -de 1%-, no sólo tiene a una parte de la economía global atrapada en el peligro de deflación, sino que a la otra, con serios desequilibrios comerciales. Las devaluaciones y revaluaciones diarias de las monedas y la volatilidad del dólar dan cuenta de este desorden financiero. En Chile, el tipo de cambio amenaza con llegar a los 470 pesos, afectando particularmente a la agricultura y la industria sustituidora de importaciones.

El Presidente Obama alertado por la desocupación que afecta a millones de trabajadores norteamericanos, acusa del problema a China, por mantener el yuan subvaluado artificialmente en al menos 20%, instándola a apresurar su apreciación. Beijing responde que realizará sus ajustes con prudencia. La Casa Blanca replica que podría adoptar medidas aduaneras en contra de productos chinos. Pero la potencia asiática no puede jugar a las finanzas: sus reservas en moneda norteamericana, llegan a dos millones de millones de dólares, sostenidas en sus exportaciones, pero también en la pobreza de más de 800 millones de chinos del interior.

Chile y algunos países del área están gozando de ciertos beneficios de este desequilibrio mundial: llegan más inversiones en dólares y euros gracias a los mejores intereses de la región, al punto que Brasil anunció un impuesto a capitales externos a tasa fija, porque aprecian demasiado el real, afectando sus exportaciones; lo mismo pasa en Colombia y Perú y, en Asia, en Japón, Taiwán, Corea del Sur y Tailandia. También suben como espuma commoditties como el cobre y el oro, ambos en precios records, porque los inversionistas pierden confianza en el dólar y otras monedas. Pero los consumidores chilenos pueden comprar bienes importados más baratos, porque sus ingresos le rinden más, mejorando el comercio y aumentando la demanda de los ocupados por un tiempo.

Sin embargo, las perspectivas de mediano plazo son menos felices, porque la incertidumbre internacional y el alto endeudamiento de las personas reducirán el consumo post terremoto, como ya se observó en agosto. Además, está el peligro de la enfermedad holandesa, la que merced a los precios record del cobre y oro, concentran el crecimiento del Imacec en la minería. Un dólar bajo destruye la industria sustituidora y el agro, impactando en un desempleo rural que puede ser crónico a raíz de una mayor mecanización de la agricultura, aprovechando el dólar barato para importar maquinarias que reemplazan mano de obra.

Para EE.UU. y Europa, donde va el 60% de las exportaciones chilenas, seguirá el peligro de más dinero inorgánico, porque la expansión monetaria y la inflación parecen preferibles a la bancarrota. Si aquello sucede, habrá mayor pérdida de poder adquisitivo del dólar y más apreciación de las monedas atadas a él, entre ellos el peso. Y aunque la minería podrá seguir soportando el empellón, gracias a los buenos precios de los metales, la industria sustituidora chilena y la agricultura, que ya alega pérdidas de más de US$ 650 millones en esta temporada, merced al tipo de cambio y la caída de las ventas a EE.UU. y Europa, seguirán su travesía por el desierto.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.