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Las elecciones en Brasil: Algunas lecciones de buenas prácticas


Viernes 15 de octubre 2010 17:56 hrs.


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El domingo 3 de octubre de 2010 se realizaron las elecciones generales en la República Federal de Brasil. Respecto a las elecciones presidenciales, se presentaron nueve candidatos y debido a que ninguno obtuvo la mayoría absoluta en la primera votación, se llevará a cabo una segunda votación el domingo 31 de octubre de 2010, en la que participarán la candidata oficialista del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff (obtuvo 46,9% en la primera votación) y el candidato del opositor Partido Social Demócrata, José  Serra (obtuvo 32,6% en la primera votación). Clave será el destino de los votos obtenidos por la candidata del Partido Verde, Marina Silva (19,3%). La suma de la votación de los otros seis candidatos alcanzó un escaso 1,1%.

Más allá de la contingencia política y de las consecuencias de uno u otro resultado en la segunda votación, parece interesante presentar algunos datos de naturaleza electoral del llamado gigante sudamericano.

Brasil en sus 26 estados más el Distrito Federal tiene 180 millones de habitantes, 135,8 millones de electores, 91 mil centros de votación (locales de votación), 255 mesas electorales (mesas receptoras de sufragios). La inscripción electoral y la votación son obligatorias, siendo opcionales para los mayores de 70 años, para los mayores de 16 y menores de 18 años y para los analfabetos.

El pasado domingo 3 de octubre votaron más de 111 millones de electores, con una abstención de 18%.

Además, existe la votación de los brasileros desde el extranjero sólo para las elecciones presidenciales.

El Tribunal Superior Electoral (TSE), como en muchos países de Latinoamérica, es un organismo que cumple prácticamente todas las funciones involucradas en un acto de tipo electoral, es decir, haciendo una analogía con la realidad del sistema chileno, ejerce las facultades y funciones del Servicio Electoral, de los Tribunales Calificadores y del Ministerio del Interior.

En 1995 el TSE convocó a diversos expertos para que conformaran una comisión multidisciplinaria de estudio, cuya misión era diagnosticar los puntos vulnerables del sistema de inscripción, votación y escrutinio vigentes a la fecha, caracterizado por los constantes fraudes, y proponer un nuevo sistema que impidiera o por lo menos, disminuyera las posibilidades de alterar la voluntad popular. El resultado del trabajo de aquella comisión se consagró en las elecciones del año 1996 en que debutan las Urnas Electrónicas (UE) y se incorpora tecnología en todas las etapas del sistema electoral brasilero.

En un comienzo, las UE se utilizaron en los grandes centros urbanos, combinando en el país el sistema de votación tradicional (urna de madera, cédula electoral de papel y padrón impreso) con la votación electrónica. Paulatinamente, junto con el desarrollo nacional, la llegada de la electricidad a las zonas rurales, incluida la selva brasilera, se reemplaza la votación tradicional por la tecnología electrónica para sufragar.

Según el TSE, en las recientes elecciones generales 2010, todos los electores brasileros ejercieron su derecho a voto en máquinas de grabación directa (DRE).

No deja de llamar la atención que una política pública de tal envergadura, se implemente con éxito en etapas sucesivas, definidas correctamente en forma previa y con la participación informada de la ciudadanía completa. Sin ir más lejos, las encuestas locales indican que más del 90% de los brasileros aprueban el nuevo sistema.

En Chile muchos hablan de esta posibilidad, pero pocos explican con detalle lo que proponen. La experiencia brasilera nos indica, por ejemplo, que se debe discutir y analizar lo que se quiere conseguir, durante el tiempo que sea necesario, evaluar las ventajas comparativas de uno y otro sistema de votación, conocer en qué mejoraría lo que tenemos actualmente, evaluar costos, conocer la tecnología disponible, analizar el tema de la seguridad, etc.

Veamos algunas experiencias de países que migraron de un sistema tradicional de votación y escrutinio, a otro con tecnología incorporada y el por qué de tal cambio:

  1. Superar una tradición democrática electoral fraudulenta (Brasil, Venezuela, India).
  2. Mejorar los servicios democráticos y de acceso ciudadano a la democracia (Canadá, USA, Japón).
  3. Disminuir costos de operación frente a frecuentes, múltiples y variados actos electorales (Canadá, USA, Japón,  algunos países europeos).
  4. Enfrentar eventos electorales complejos con creciente aumento de temas en consulta (Japón).
  5. Disminuir el número de mesas y vocales por dificultades para reclutar y capacitar ciudadanos (algunos países europeos).
  6. Disminuir la cantidad creciente de votos en disputa por desacuerdos en la interpretación de la preferencia, provocando influencia en el resultado (todos los países).

La pregunta es ¿aplica a la realidad chilena alguna de estas condiciones?

En materia de vocales, la respuesta es sí, pero todas las otras situaciones son ajenas al sistema chileno.

Idealmente, habría que implementar un sistema de inscripción, votación y escrutinio que reúna las siguientes características:

a.- Garantía de voto, libre, secreto e informado.

b.- Confiable, inviolable y auditable en todas sus etapas.

c.- Que permita al elector sufragar en cualquier local de votación del territorio nacional.

d.- Menor cantidad de materiales y útiles electorales.

e.- Menor cantidad de horas de trabajo para los vocales.

Habrá que evaluar extensamente si la incorporación de tecnología al proceso completo o sólo en alguna de sus partes, por un lado, mantiene las bondades y fortalezas actuales y, por otro, mejora las debilidades. Además, se deberá considerar una materia que para muchos es relevante y que se relaciona con los rituales, las tradiciones y las costumbres.

*Magíster en gestión y políticas públicas y Consultor electoral. Académico de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones internacionales Universidad Academia de Humanismo Cristiano.