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Ahora, faltan los 16 y tantos millones restantes

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Lunes 18 de octubre 2010 11:32 hrs.


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Cuando el canal estatal de la BBC de Londres ya se gastó más del 50 por ciento de su presupuesto anual en la cobertura del rescate de los 33 y cuando las cifras, de miles de millones de dólares que ya maneja el gobierno chileno respecto de lo que el salvataje significó para la imagen del país, quedan claras las dimensiones que ha adquirido este drama humano que puso a Chile en el ojo de la noticia del mundo por un tiempo jamás imaginado.

Como nunca, ni durante el golpe militar ni durante lo que fue la larga dictadura, Chile tuvo la oportunidad de mostrar al mundo algo que acá ya se sabía pero que dado el protagonismo hegemónico de Estados Unidos y Europa era difícil de demostrar: que nuestros profesionales y trabajadores tienen las capacidades y la preparación para enfrentar grandes desafíos pero lo que faltaba era la oportunidad.

Y este año, ya hemos tenido dos.

El terremoto vino a destruir esa imagen de un Chile próspero que avanzaba con pasos de tigre para desnudar la imagen de un país con graves inequidades. El gobierno saliente no vio en su momento esta llamada “ventana de oportunidad” y se enredó en la tradicional compleja trama política de la toma de decisiones. A más de una semana del movimiento telúrico en marzo pasado, todavía no llegaban alimentos y los militares recibieron la orden de cambiar el fusil por una pala en una acción tardía aunque necesaria.

Por la manera cómo se resolvieron las urgencias en el gobierno de Michelle Bachellet lo más probable es que a lo mineros se les hubiera encontrado, pero años más tarde.

La llegada de Sebastián Piñera imprimió dinamismo a una gestión estatal ralentizada en 20 años de gobierno. Es la misma energía con la que estuvieron muchos de ellos durante esos mismos 20 años engordando sus billeteras. Sin embargo, la rapidez con que las nuevas autoridades enfrentaron los desafíos, traía consigo la atávica discriminación e inequidad, de modo que a la hora de manejar los insumos post terremoto, se prefirió favorecer a una gran empresa que a muchas medianas de la misma región. Y las cifras de la reactivación económica dan cuenta del mismo mal: benefician a los grandes sectores productivos, olvidando de manera grosera y egoísta a la pequeña y mediana empresa que emplea a un 76 por ciento de los trabajadores chilenos.

El terremoto fue sólo un remezón comparado con lo que ha sido este histórico rescate, que desnudó a nuestro emperador simbolizado en esos grandes edificios corporativos y fortaleció las demandas de los trabajadores.

Porque las imágenes que hoy se reflejan sobre esos edificios espejados han sido amplificadas por los medios de comunicación y ya no las pueden esconder, como que choferes del transporte público o cajeras de supermercado usen pañales en sus largos turnos; que temporeras se contaminen con pesticidas y tengan hijos con malformaciones o, que pescadores artesanales se queden sin cuota de pesca mientras los busques factorías arrasan con todo, incluso con ejemplares que no alcanzan su madurez.

Y aunque la productividad de la minería supere 15 veces a la de sectores como la agricultura, duplique a la construcción y sea cuatro veces superior a la industria, este modelo se replica e incrementa al interior de cada sector cuando se habla de pequeños y grandes empresarios.

La segunda oportunidad, como pocas veces se dan, la tiene el actual gobierno y no consiste sólo en lucir nuestros logros en el exterior, sino que de saber compartirlos de manera fraterna y democrática.

La frase de “Estamos bien en el refugio los 33”, debe ser completada por: “Ahora, faltan los 16 y tantos millones restantes”.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.