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Anticipan “guerra de divisas” en cumbre del G20

Los países del G-20 buscan una salida a la guerra de divisas en la próxima cumbre del G-20 que se celebra en Seúl los días 11 y 12 de noviembre. Hablan de favorecer un sistema cambiario “determinado por el mercado”, pero cada país busca favorecer sus exportaciones. América Latina y Europa, los más perjudicados.

Radio Francia Internacional

  Miércoles 10 de noviembre 2010 13:35 hrs. 
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“¡Es la economía, estúpido!” Deformar la célebre frase de James Carville, asesor del ex presidente estadounidense Bill Clinton en la exitosa campaña de 1992, se presta para explicar el verdadero motivo que mueve a los líderes mundiales a enfangarse en lo que se ha denominado la guerra de las divisas. En realidad se trata de un atajo para salir de la crisis por su cuenta: vender más barato que los demás. La guerra de las divisas es en realidad la guerra por las exportaciones: ‘Es el proteccionismo, estúpidos’, podría haber dicho Carville.

Los países avanzados y los emergentes buscarán dar una salida a la guerra de divisas en la próxima cumbre del G-20 que se celebra en Seúl los días 11 y 12 de noviembre. El proyecto de comunicado conjunto habla de favorecer un sistema cambiario que esté “determinado por el mercado” y los líderes mundiales abogan en las ruedas de prensa por buscar una respuesta conjunta para salir de la crisis, recuperando el espíritu que inspiró la primera cumbre del G-20 en 2008. Pero, detrás de las buenas palabras de los comunicados, los dirigentes se miran con desconfianza y se acusan mutuamente de favorecer deslealmente sus respectivas exportaciones devaluando sus monedas.

El pánico desatado por la sobrevenida de la Gran Recesión de 2008, cuando el mundo asistió atónito al derrumbe del gigante financiero Lehman Brothers, se ha prestado a medidas y mensajes apocalípticos desde un primer momento. Cada fase de la crisis ha tenido su profecía lapidaría particular: durante la crisis financiera, los líderes mundiales corrían por los rincones proclamando el fin del capitalismo y cuando sobrevino la crisis del déficit de los estados, profetizaron el colapso de las naciones y retiraron los estímulos económicos en desbandada.

Ahora, el nuevo capítulo de la crisis, la competencia surgida entre los países para recuperarse de la crisis a costa de exportar a precios bajos, depreciando el valor de las monedas, tampoco se ha librado de su reacción grandilocuente. Resumida en la expresión del ministro de Finanzas de Brasil: ha estallado la guerra de divisas.

“La última vez hubo una guerra mundial”, dice Rousseff

“La última vez que comenzó una política de depreciación competitiva hubo una guerra mundial”, ha advertido Dilma Rousseff, para focalizar la postura de su país en el debate de la cumbre. ¿De qué habla la nueva presidenta brasileña? De eso que los seguidores del economista John Maynard Keynes definieron en 1937 como “las políticas del empobrecimiento del vecino” que practicaron los países en el periodo de entre guerras.  El paralelismo de Lula radica en cómo reaccionaron los países tras la Gran Depresión del 29. Se empezó con devaluaciones competitivas y se terminaron introduciendo restricciones al libre comercio que, según muchos historiadores, enrarecieron el clima internacional hasta abonar el terreno para la Segunda Guerra Mundial.

El comentario de Rousseff quizá sea desproporcionado. Pero las espadas están en todo lo alto. Existe un agrio debate sobre el camino a seguir para frenar esta nueva amenaza que se cierne sobre la recuperación de la economía mundial. “El mayor peligro que nos acecha es el proteccionismo, y aún no estamos dando los pasos necesarios”, ha señalado la canciller alemana, Angela Merkel.

Mientras, el foro que reúne a los países avanzados y emergentes bajo un mismo techo, parece que ha agotado su crédito en tan sólo dos años. Los comunicados de estas maratonianas reuniones han tendido a dejar comunicados huecos y sin aplicaciones prácticas: “Vamos a orientarnos hacia sistemas de tasas cambiarias más determinadas por el mercado y reforzar la flexibilidad de los tipos cambiarios para reflejar las bases económicas”, afirma el proyecto de comunicado de esta cumbre. Sin embargo, la actitud de los países hasta ahora ha sido anteponer sus prioridades nacionales a ofrecer una respuesta conjunta a la crisis.

En noviembre de 2008, la inmensidad del tsunami financiero obligó al presidente estadounidense George W.Bush a abandonar su aversión al multilateralismo y juntó por primera vez en un foro económico a los países avanzados y las potencias emergentes como China, Brasil o India para atajar el problema. El comienzo fue esperanzador: ese encuentro alumbró el mayor plan conjunto de estímulos públicos a la economía conocido. No se recordaba nada igual desde los Acuerdos de Breton Woods de 1944, cuando la comunidad internacional creó el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Cuatro reuniones más tarde, el foro ha perdido fuelle. Ahora todo el mundo hace la guerra por su cuenta. Los líderes mundiales están centrados en sus problemas internos y cada cual contiene las fugas de agua de sus Gobiernos como puede. El calendario no se ha prestado a que los líderes miren más allá de sus fronteras: elecciones en Brasil, remodelación de Gobierno y huelga en España, comicios en Estados Unidos, designación del futuro sucesor de Hu Jintao en el Partido Comunista chino, incendios en Rusia, encuestas adversas para Merkel, reforma de las jubilaciones en Francia… Demasiado arsenal patrio como para pensar en gobernar el mundo.

Latinoamérica y Europa, los más perjudicados por la ‘guerra’

Así, la incipiente guerra de divisas es el espejo que refleja la desunión internacional. La tensión está en el ambiente. El epicentro de la devaluación de las monedas para favorecer las exportaciones está en China. Hasta hace unos meses, el yuan ha estado sujeto a un sistema cambiario atado a la evolución del dólar, manteniéndolo artificialmente bajo.  Las promesas de apreciarlo del Gobierno chino no se han trasladado a la realidad: desde el verano, sólo se ha apreciado un 2%. Hoy, se ha apreciado otro 0,55%. Insuficiente paño caliente para calmar el ambiente.

Los informes que maneja EEUU dicen que la moneda china está entre un 20% y un 40% por debajo de su valor. Tras varios intentos para que el Gobierno chino cumpliera sus promesas, el Gobierno de EEUU ha decidido seguir un camino similar. La inyección de liquidez por parte de la Reserva Federal de 600.000 millones ha despertado las críticas de los países emergentes.

No en vano, Latinoamérica –y Europa, cuya moneda se mantiene en un valor alto-, es una de las regiones más perjudicadas por esta batalla. Por una parte, las entradas de capital no productivo están ejerciendo una fuerte presión al alza sobre sus tipos de cambio, lo que afecta negativamente a sus exportaciones. Por otra, esa inflación que les genera puede dar lugar a burbujas en los mercados de activos.

EEUU propone limitar el saldo favorable de la balanza comercial

El mejor resumen de la postura que llevarán los países latinoamericanos del G-20 –Brasil, Argentina y México-, la ha expresado un país que no está en el foro, Colombia. Su presidente, Juan Manuel Santos, ha pedido a sus homólogos latinoamericanos, que planteen los problemas del continente en la reunión: “Los pacientes se están recuperando a costa nuestra, les pido que encontremos mecanismos para que no sean los países emergentes los que paguen el precio de la reactivación de la economía de los países industrializados”, afirmó Santos.

Será difícil encontrar una solución. El secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, propone poner límites (un 4% del PIB) al saldo exterior de los países para evitar los desequilibrios comerciales y esa guerra de competitividad. Alemania lo rechazó con rotundidad: “Eso recuerda mucho a la economía planificada”, sentenció el ministro de Economía alemán, Rainer Bruederler.

Y es que algunos países basan gran parte de su prosperidad en las exportaciones. La recuperación de Latinoamérica se ha basado principalmente en ese punto, ya que crecerán un 21,4% este año –según CEPAL- y el saldo exterior de los países que antes han salido de la crisis es muy superior al resto. Es el caso de Alemania (6,1%), China (4,7%) o Arabia Saudí (6,7%). Una situación que contrasta con la balanza comercial de este año de EEUU, que tuvo unos números rojos del 3,2%, España (-5,2%) o Francia (-1,8%).

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