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Santiago tradicional, invadido, abandonado y segregado ¿Es posible una ciudad recuperada?

Columna de opinión por Julio Hurtado
Lunes 15 de noviembre 2010 16:29 hrs.


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La ciudad refleja espacialmente lo que sucede en la sociedad en su conjunto. Por lo tanto, Santiago ha sufrido espacialmente los procesos de movilización social descontrolada, dictadura, represión, liberalismo extremo e incipiente y discontinuos esfuerzos democratizadores.

En los últimos años, desde el punto de vista del transporte urbano, Santiago, y en general las ciudades chilenas, han experimentado severos y profundos cambios. Al respecto, podemos distinguir cuatro etapas: la ciudad tradicional, la ciudad invadida, la ciudad abandonada y la esperanza de una ciudad recuperada.

En la ciudad tradicional, producto de los procesos de industrialización y del Estado interventor, hubo una relación equilibrada y complementaria entre el espacio privado y el espacio público. El espacio público suplía las carencias del espacio privado escaso en el cual vivían los sectores más pobres. El espacio público se constituía de esta manera en una instancia de encuentro social, y era prácticamente el mismo para todos, para pobres y para no pobres.

La irrupción incontrolada del automóvil a partir de los años ochenta (producto del desarrollo tecnológico, del crecimiento económico y de la integración en la economía mundial) hace que la ciudad se supedite al automóvil. Lo que en un principio fue una convivencia pacífica y equilibrada,  se transformó en una ciudad invadida.

Es así que las veredas se enangostaron, las plazas se convirtieron en estacionamientos, al igual que los patios de los condominios, a los parques se les quitaron lonjas para aumentar las pistas en las calles. Las esquinas se semaforizaron, los semáforos fueron reemplazados por rotondas, y las rotondas por pasos bajo nivel. Las calles dieron paso a las autopistas, y las autopistas se privatizaron.

Estos procesos de inversión, pública y privada, en favor del uso del automóvil, se hicieron en detrimento del espacio público, y han tenido como rasgo común el hecho que siempre se han saturado y se ha debido emprender un nuevo ciclo de inversión, produciéndose un círculo vicioso de congestión-inversión-congestión.

Se da así paso a la ciudad abandonada y segregada. El espacio público se entrega al automóvil; el peatón se refugia en el mall, donde actúa individualmente (consume) pero no interactúa socialmente con otros. Se pierde riqueza del intercambio social y las calles (ahora inseguras) son abandonadas por la gente.

Como es obvio, este abandono de lo público y revalorización del espacio privado lo soportan mejor los sectores de mayores ingresos. Coincide la situación de ciudad abandonada con la de la ciudad segregada. Por lo tanto, tenemos que tener en claro que la irrupción no controlada del automóvil, no es una cuestión puramente técnica, sino que tiene una fundamental dimensión social ya que empeora las condiciones de vida de los sectores de bajos ingresos.

La pregunta, entonces, es si es posible una la ciudad recuperada. Para ello será necesaria una gran voluntad política y una gran participación ciudadana. Y, sobre todo, un cambio cultural de los santiaguinos que nos permita convivir entre distintos, si es que queremos una ciudad más integrada y democrática.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.