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Año XVI, 17 de abril de 2024


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Un bien esencial de consumo

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Sábado 23 de julio 2011 18:30 hrs.


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Los estudios son muy concluyentes. Según la Universidad de Columbia los niños que participan en orquestas tienen más ideas y enfoques para resolver problemas; trabajan mejor en quipo; aprenden a respetar y valorar el ascenso al mérito y apoyar a los compañeros más débiles, lo que se traduce en un mejor rendimiento a nivel cognitivo.

Conclusiones que han sido complementadas por sus similares locales, cuando señalan que los niños y adolescentes que participan en una orquesta infantil o juvenil aumentan su promedio de notas en cinco décimas respecto de quienes no lo hacen, como también que las rutinas de los ensayos les facilitan la adquisición de hábitos de estudio, internalizan mejor el respeto a jerarquías, reglas y horarios, como establece un estudio realizado por la Universidad Alberto Hurtado.

¿Requiere  de más fundamentos? Pues bien. Economistas de la Universidad  de Chile demostraron que los miembros de la Orquesta Infantil de Curanilahue lograron 50 puntos más en la PSU de Lenguaje y 30 más en la de Matemáticas que un grupo similar que no participaba en esta actividad.

Si además entendemos que la música tiene un fundamento matemático, pues entonces leerla facilita la comprensión de una de las materias que más dolores de cabeza produce a profesores y a la sociedad toda.

¿No es acaso la música lo que más motiva a los jóvenes pero también a hombres y mujeres de todas las edades? ¿No fue acaso la venida de Ennio Morricone uno de los sucesos musicales que congregó a millares para escuchar música de películas como La Misión? Justamente la música característica de esa cinta tiene como instrumento principal al oboe, y al músico que le correspondió participar en esa presentación fue Guillermo Milla, un oboísta que hizo sus estudios en la Universidad de La Serena y un Master in Fine Arts con mención en oboe en una de las más prestigiosas, como la estadounidense Carnegie Mellon.

La historia de Guillermo Milla está marcada por el maestro Jorge Peña Hen de quien fue alumno en la emblemática Escuela Experimental de Música de La Serena, en la que Peña Hen fundó la primera Orquesta Infantil y Juvenil de nuestro país. Un proyecto que fue literalmente asesinado cuando el músico fue acusado de terrorista y luego ultimado durante la dictadura. De la experiencia musical con niños y jóvenes de Peña Hen, los venezolanos reprodujeron el modelo que tantos reconocimientos tiene en el mundo y el cual Fernando Rozas importó, años más tarde, para consolidarlo de nuevo en Chile.

Guillermo Milla es un músico reconocido y de una importante trayectoria que no logra olvidar a su maestro Peña Hen, de quien hizo un documental.

Estamos seguros que lo recordará cuando interprete este viernes junto a la Orquesta Sinfónica de Chile, de la cual es parte desde hace 26 años, el Concierto para oboe y orquesta de en Do Mayor de Mozart, la obra más representativa del escaso repertorio de este instrumento y, entonces,  se producirá la prueba más elocuente de porqué la enseñanza de la música y la participación de los estudiantes en las Orquestas Infantiles y Juveniles es un “bien esencial de consumo”. Quizás así, nuestras autoridades entiendan su importancia.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.