Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 20 de abril de 2024


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Proselitismo


Martes 20 de septiembre 2011 12:01 hrs.


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Leo la entrevista a un alto ejecutivo de la empresa privada que usa el término “activista” de manera peyorativa, para disminuir la imagen intelectual de  varios de los oponentes al gran proyecto que él representa hoy. Como las palabras tienen ideología, habría que saber cómo mira ese hombre el mundo para intentar saber a qué se refiere (ojo, que esto no es cosa menor; un empresario es un explotador para unos y un emprendedor para otros, y un tipo conversador es un ineficiente para unos y un gran ser humano para otros, y así). Quiero rescatar aquí una de las dimensiones del activismo –  cualquiera sea la noción que la palabra esconde – que me parece tan importante como para practicarla desembozadamente en forma continua: el proselitismo.

Un proselitista trata de atraer gente a su causa. Creo que la forma más efectiva de hacerlo es mostrando los lados amables de tal causa, el placer que provoca caminar en esa dirección, sin engaños, sin desprecio por el interlocutor; con aprecio y con cariño. Mi causa es la lectura y la música. Si usted escucha Bello Sino, notará que la sucesión de temas musicales no tiene un patrón ni estilo dominante; a un bolero le puede seguir un rock de los cincuenta, un intérprete francés contemporáneo, un coro africano, una balada en español o incluso una pequeña pieza de Satie. La única condición es que me guste tanto que pueda hablar de esa música con entusiasmo verdadero. Me he auto-convencido de que así la señora que gusta de Nino Bravo le podría poner atención a los Rolling Stones, y el joven que aprecia a Red Hot Chili Peppers podría darle una oportunidad a Feliciano. En un programa llevé mi guitarra para mostrar lo que son los acordes menores y mayores, los ritmos rápidos y lentos, la sucesión de acordes y su asociación con diversos estados de ánimo: alegría, tristeza, desencanto, melancolía, soledad u otros. El punto era que todos los tipos de música usan tales asociaciones. La retroalimentación de los auditores sugiere que el proselitismo musical ha sido efectivo.

Otro tanto me sucede con la lectura. Agradezco a mi madre haberme hecho amigo de las palabras motivándome con El Peneca cuando aún no leía, u orientándome con los libros apropiados a mi edad. Cuando mis hijos eran pequeños y me veían leer el diario empezaron a pedirme la sección deportiva, luego la de música y luego el diario entero. En unas vacaciones mi mujer, yo y mi hijo mayor leíamos nuestros libros muy concentrados; el menor, aburrido, pidió uno para él. Y desde entonces pasamos a ser cuatro lectores. Creo que el primer paso es hacer al niño amigo de las letras, mostrarle sin discursos que las palabras bien hiladas son entretenidas, en una crónica, en un cuento, en una novela. Los libros del colegio no siempre me parecieron herramientas proselitistas efectivas, pues la lectura común suponía homogeneidad de intereses de la clase; hay que considerar que no todos los alumnos de un curso viene de ambientes lectores. No se trata de convencer al convencido, sino más bien de atraer al no lector. A un deportino remolón le dejaría caer el Puntero Izquierdo de Benedetti; a un roquero le haría notar Alta Fidelidad de Nick Hornby; a la chica que batalla con su peso, tal vez habría que entusiasmarla con alguna pieza de Helen Fielding y su Bridget Jones. Algunos serán atraídos por los casos del inspector Maigret, el comisario Montalbano o el detective Carvalho. Y otros por una novelita erótica, o una humorística de Fontanarrosa. De lo que se trata es de crear una relación emocional entre las palabras, las frases, los párrafos, y el niño, joven o adulto de marras.

Me permito sugerir que NUNCA se responda al desconocimiento de un autor o de un compositor o intérprete con la frase ¿Cómo? ¿No has leído esto? o ¿No has escuchado a este grupo, o a este compositor? Tales preguntas pueden ser oídas como una acusación de ignorancia. Como proselitista de la música y la lectura he optado por mostrar mi aprecio por tales manifestaciones creativas más que el desprecio por quienes no han tenido oportunidad de acercarse a ellas. Ojo, que en ambos tipos de creación hay cosas buenas, regulares y malas; hay que discriminar para aumentar la posibilidad de ganar un lector o un melómano. Esa tarea se ha convertido en parte de la búsqueda del Bello Sino.