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La dura contienda que viene

Columna de opinión por Juan Pablo Cárdenas S.
Viernes 17 de febrero 2012 15:16 hrs.


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La oposición venezolana le hizo el magnífico regalo al Presidente Chávez de confiarle al Consejo Nacional Electoral (CNE) y al Ejecutivo un papel relevante en la organización de sus elecciones primarias, un proceso en que La Mesa de Unidad Democrática, integrada por más de una veintena de partidos y otras expresiones ciudadanas, eligió a su candidato presidencial y a un conjunto de postulantes a distintas gobernaciones y alcaldías en todo el país para las elecciones generales que se sucederán de octubre a enero próximos. Recurrir a la institucionalidad del Estado para instalar más de 7 mil 600 mesas, garantizar la libre concurrencia ciudadana y realizar el conteo electrónico de los votos legitima, en definitiva, la Constitución Política Bolivariana y habla de la solidez democrática del sistema político establecido por la Revolución. Una cuestión hasta aquí cuestionada por los opositores y puesta en duda por los detractores de chavismo en el mundo.

En efecto, sin que se produjeran disturbios o reclamos de consideración, los opositores celebraron la participación de 3 millones de electores, cifra que sorprendió a todos si se considera que el padrón electoral nacional es de 18 millones de ciudadanos, que la abstención histórica supera el 30 por ciento y de que se trataba de un proceso de primarias convocado sólo por los partidos que aspirar a desalojar del Palacio de Miraflores al actual mandatario.

Al formar parte de los más de 40 “acompañantes” del CNE que concurrimos a observar el proceso electoral, desde que arribamos a Caracas, nos preocupamos por indagar las expectativas de oficialistas y opositores sobre estas primarias, concluyendo que ni los más entusiastas previeron una concurrencia tan masiva a esta consulta. Por el número de mesas que la Oposición solicitó al CNE para atender a los votantes, se estimaba que a lo más 2 millones podrían votar sin mayores dificultades, por lo que al final lo único que tuvo que lamentarse fueron las largas colas de sufragantes y cierta lentitud al momento de marcar el voto en las máquinas electrónicas. Moderno recurso electoral que garantiza la transparencia y la prontitud de sus resultados, pero que todavía complica a los ancianos y a quienes no se han incorporado al uso de la pantalla virtual.

Con razón se ha dicho que no hay antecedente en el mundo de una elección primaria tan masiva, cuanto apoyada por la propia autoridad electoral del Estado. El Presidente Chávez podría mirar con desdén ahora a aquellos regímenes que se ufanan de su carácter democrático, sin que en sus prácticas ciudadanas puedan exhibir un evento tan masivo como éste,  abierto a toda la población para que sólo un sector de la política defina sus candidatos. Sin ir más lejos, imaginamos la vergüenza que deben haber experimentado esos parlamentarios chilenos que también llegaron a observar un proceso tan distinto a las prácticas cupulares de sus propias colectividades, donde los postulantes son denominados a dedo por las directivas y los grupos de influencia. Donde rige un sistema electoral acotado por el binominalismo y cuando todavía no sufragan los ciudadanos que se encuentran en el extranjero.

Lo paradojal, sin embargo, es que desde el propio oficialismo hubo quienes quisieron dudar de la “blancura” del proceso irritados seguramente por el elevado número de votantes que se manifestó el domingo 12 de febrero. Mientras que en las celebraciones opositoras no tuvieron más remedio que reconocer el buen desempeño de los funcionarios públicos que sacrificaron un día feriado para cumplir con una disposición constitucional que mandata al Consejo Electoral para asistir toda suerte de elecciones políticas, sindicales y de la sociedad civil que soliciten su asistencia. Imaginamos, por lo mismo, lo útil que sería para Chile que nuestro Servicio Electoral sirviera de garante de procesos eleccionarios como los del mundo laboral que se saben tan espurios y manipulados por los caciques sindicales y los partidos. Pero la molestia de algunos “termocéfalos” (como se los denominó) para nada logró empañar un  proceso electoral que pone a Venezuela efectivamente a la cabeza de los mejores estándares republicanos del continente y, acaso,  del mundo.

Pero las primarias de la Oposición a Chávez dejan en evidencia que la reelección del Mandatario no es “pan comido”, como muchos suponían. Las proyecciones de estos 3 millones de votantes “duros” auspician los buenos pronósticos de los dirigentes y colectividades de la Mesa de Unidad Democrática si es que logran el milagro de mantenerse unidas hasta octubre próximo y jugárselas por el triunfo de Henríque Capriles Radonsky, este joven y exitoso político (39) que logró imponerse por más de un 60 por ciento de los votos por sobre sus cuatro contendores. En unas primarias, por lo demás, en que la renovación conceptual y generacional marcó nítida preferencia ante los partidos tradicionales de este país, como el Copei y Acción Nacional. Lo que confirma que también en Venezuela los ciudadanos están hartos de los partidos y cúpulas históricas.

No se puede soslayar que en el abanico opositor existen expresiones de derecha e izquierda que pudieran entrar en fricción si el discurso del candidato presidencial se escapa de los estrictos moldes unitarios, toda vez que se sabe que él proviene de los sectores más recalcitrantes de la alta burguesía, cuanto que se sospecha de su integrismo religioso y vinculación con el Opus Dei.

La pregunta que muchos se hacían después de los resultados es que estaría pasando por la cabeza del Presidente y cuál sería su personal interpretación de las primarias. Con una personalidad que se le reconoce como terca y obstinada, se teme que Chávez se confíe mucho en su liderazgo para mantenerse en el cargo por un nuevo período que ya lo haría superar el tiempo de muchos caudillos latinoamericanos en el poder. Otros temen que el severo cáncer que lo ha afectado, pueda minar sus posibilidades de enfrentar con éxito una campaña presidencial, aunque en los últimos días el país se ha sorprendido por su locuacidad y la forma en que ha recuperado el cabello después de las quimioterapias. Quizás para taparle la boca a quienes lo siguen creyendo enfermo, habló de pié durante tres horas y sus viajes por el país han vuelto a incrementarse.

Más allá de sus condiciones personales, hay toda una obra social que avala sus ciertas posibilidades. Especialmente cuando observamos la situación de los pobres que han salido de esa miseria espectral en que estuvieron condenados por los políticos y la clase empresarial de uno los países más ricos de la tierra, que tan solo a los Estados Unidos le sigue vendiendo un millón de barriles de petróleo al día. Cualquiera que haya estado antes en Venezuela, puede comprobar cuanto ha cambiado el rostro del trayecto que va entre el aeropuerto de la Guayra y la Capital, donde el panorama y las condiciones de vida eran espeluznantes e irritantes. El recorrido por  las más distintas comunas del país nos permitió verificar, asimismo, el progreso de los barrios, los  establecimientos educacionales, hospitales y otros, lo que habla claramente de las correcciones en el ingreso y el crecimiento per cápita. Aunque los contrastes entre los ricos y los pobres continúan siendo demasiado insultantes.

Las realizaciones del proceso revolucionario son destacadas por las gigantografías y los folletos que el Régimen reparte mano a mano. Sin embargo, es la Oposición la que mantiene el control de los grandes medios de comunicación, especialmente la televisión y los diarios. Queda claro que la disidencia chavista es la que tiene todavía los mayores recursos publicitarios para enfrentar la contienda electoral, más aún cuando nadie duda del apoyo estadounidense a la Oposición, cuanto su empecinamiento en tumbar a Chávez. Quien, recordemos,  salió airoso incluso de un golpe de estado, opción que a todas luces recuperará la extrema derecha en caso de resultar nuevamente derrotada en las urnas, como ya ha ocurrido varias veces. Pero es abiertamente el propio Presidente de la República el que anuncia millonarios recursos para levantar cientos de miles de viviendas antes del fin de año, así como un magnífico plan para acabar en sólo unos cuantos años con las familias sin casa o con la triste situación de los que viven en la precariedad habitacional. La educación y la salud gratuitas son complementadas también con las inmensas obras de infraestructura que lucen tanto como las reservas petroleras y el buen precio internacional de los combustibles. Aunque muchos aprecian que el Régimen está adoleciendo de burocratismo y la corrupción ya es sintomática por los largos años de los mismos en el gobierno.

En cuanto se sabe, el Primer Mandatario cuenta con el irrestricto respaldo de la Fuerzas Armadas y el compromiso activo de los uniformados con la Revolución Bolivariana. En todo el país, florecen también las organizaciones civiles comprometidas con el “proceso”, pero es ostensible que las expectativas del oficialismo dependen casi únicamente del liderazgo de Chávez, quien no comparte su popularidad con otras figuras o sólidos sucesores. En tanto que la Oposición destaca crecientemente nuevos rostros y cierta frescura generacional, como la que destella del candidato opositor que lo desafiará en octubre próximo. Quien, sin embargo, tiene un discurso demasiado parco y repetitivo, que evidencia cierta insolvencia ideológica y programática.

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El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.