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El primer gol del pueblo de Chile

Columna de opinión por Patricio López
Lunes 20 de febrero 2012 20:30 hrs.


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Mucho se ha discutido sobre si el arte debe cumplir una función social, desde la Antigüedad y especialmente a partir del siglo XIX. La pregunta tiene aristas distintas dependiendo de si se hace respecto al artista o al púbico. Respecto a este último, los detractores acérrimos plantean que es más fácil –y sospechoso- llevar una ópera a una población que darle al pueblo el capital socio-cultural para que vaya por gusto y cuando quiera, lo cual pasa entre otras cosas por resolver sus problemas estructurales.

Esta discusión no acaba nunca y de algún modo atraviesa la emocionante historia del mural de Matta pintado, destruido y milagrosamente recuperado en La Granja. La obra, titulada “El primer gol del pueblo de Chile”, fue realizada por el artista chileno en conjunto con la Brigada Ramona Parra, al cumplirse el primer año de mandato del presidente Allende. Matta, residente en París, quiso con ello mostrar su compromiso con la Unidad Popular, pero al mismo tiempo transmitir la señal de que los artistas podían y debían en esa encrucijada histórica buscar su lugar más allá de los límites de la institución museística.

En ello el pintor chileno fue radical: eligió la muralla de la piscina municipal de una de las comunas más pobres de Santiago.
La Granja, la del año 1971, marcaba el final de Santiago por el sur. Mucho antes del Metro y de la autopista Vespucio Sur. Agrupaba a las actuales comunas de La Granja, La Pintana y San Ramón, levantadas sobre plantaciones de choclos y tomas de terreno de las que todavía había vestigios visibles. Allí, el que en ese entonces ya era uno de los artistas plásticos más importantes del mundo, quiso realizar su mural.

El recurso utilizado fue el de una historieta cuyo tema es un partido de fútbol donde el pueblo empieza por fin a ganar. En los globos de diálogo de los personajes pueden leerse frases como “Queremos cambiar la vida”, “Hay que crear para creer”, “Ven Seremos Uno”, “En vez de darse la mano darse una mano” y “La más hermosa estrella es la mano del trabajador”.

Las fotos de la época muestran la fiesta que supuso la realización de la obra. Matta se ve tan feliz como los muchachos de la Ramona Parra, modestos en renunciar a su lenguaje re-conocido y entusiastas en acoger a Matta en el bando de los muralistas. Y los niños de la comuna, sonrientes y mojados posando delante del mural, en traje de baño.

Como es sabido, el pueblo de Chile hizo el primer gol pero el partido fue interrumpido por la barbarie. La Granja, comuna fuertemente identificada con la Unidad Popular, fue rápidamente ocupada por los militares. Uno de ellos, en un acto tan salvaje que solo podría palidecer al lado  de otros miles contra la carne humana, ordenó destruir el mural tapándolo con pintura.

Durante los años siguientes, 14 capas de brocha fueron dejando esta historia en el olvido (casi una por cada año de dictadura). Los que vivimos cerca y nacimos después del Golpe jamás supimos que una de las panderetas de la piscina no era cualquier pandereta. Pasó el tiempo y se hizo el olvido, hasta que hace poco un equipo de restauradores se dio a la tarea, en principio muy improbable, de rescatar el mural. Luego de dos años de trabajo, la muralla prosaica emergió transformada en un mural de Matta, rescatado en un 95 por ciento.

El hallazgo impactó a tal punto que terminó por transformar el lugar. La piscina donde se bañaron generaciones de granjinos dio lugar a un magnífico centro cultural llamado Espacio Matta, en el cual el mural es el centro. Y para que la construcción no se transformara en elefante blanco, se desarrolla un potente programa que lleva a la comuna a artistas que nunca habían estado ahí, además de cursos y clases de distinto tipo.

¿Cuánto ganan los vecinos? Hay quien dirá que antes iba más gente a la piscina que ahora al centro cultural. Otro agregará que muchos granjinos no conocen a Matta y que aun conociéndolo es difícil entenderlo. Y un tercero, para cerrar la discusión, dirá que es más urgente combatir la pobreza y el narcotráfico que llevar a la comuna obras de teatro.

Estas respuestas son muy lógicas y seguramente le harían mucho sentido a un tecnócrata, pero la dignidad humana, individual y colectiva, no se construye solamente con lo material. Para que un pueblo vaya en busca de lo que le pertenece, debe primero sentirse dueño de su destino y en ello el alimento del espíritu –el arte, la cultura- es crucial. La sonrisa de un obrero del calzado jubilado a la salida de una obra teatral, ciertamente esquilmado toda su vida y con una jubilación miserable, está cargada de esperanza, a pesar de todo.

El arte de Matta, como mural de fondo, cumple aquí una función porque, en sus palabras “ser artista es una razón social, es la condición de algunos hombres. Es necesario hablar por el oprimido, darle conciencia de su situación y, poco a poco, crear una sociedad basada en la solidaridad y no en la competencia”.

El Espacio Matta o el espacio de Matta le da dignidad a los vecinos de La Granja, les permite acceder a la cultura en su barrio, democratizándola,  y genera nuevas audiencias para manifestaciones artísticas que tantas veces han estado encapsuladas en la élite.
Parece ser, entonces, que el primer gol del pueblo de Chile fue gol. No fue anulado. Y que gracias al mural de Matta este partido, que para bien o para mal no termina de jugarse nunca, promete más que cuando sólo era una pandereta cubierta por catorce capas de olvido.

 

Twitter: @patriciolopezp

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.